Desde Grecia con amor
Como Grecia es nuestra fundaci¨®n misma -o al menos en su mayor parte, d¨ªgase lo que se diga- tocarla es en buena medida tocarnos a nosotros mismos, por lo que advertirlo es al mismo tiempo arrojar a la basura casi todo lo que, de manera por lo general tan alegre como oportunista, se escribe sobre ella. Grecia es toda una entidad tan tremenda y poderosa como autosuficiente, tan inexcusable que a la vez puede servir para todo, desde lo m¨¢s leg¨ªtimo hasta el simple derroche. Por eso mismo la sorpresa es tanto mayor cuando nos encontramos frente a un producto "griego" escrito con el rigor y cuidado que el tema merece, con la debida documentaci¨®n, respeto y hasta con la gracia requerida.
LAS DOS MUERTES DE S?CRATES
Ignacio Garc¨ªa-Vali?o
Alfaguara. Madrid, 2003
296 p¨¢ginas. 16,95 euros
Es una novela hist¨®rica, desde luego, y ya sabemos lo mucho que circulan por ah¨ª esos subproductos industriales disfrazados de literatura que nos hacen comulgar con ruedas de molino (y no hablo de La caverna de las ideas, de Jos¨¦ Carlos Somoza, s¨®lo perdida por su artificio y dispersi¨®n). Las malas novelas "griegas" abundan por doquier y es normal que toda nueva aparici¨®n de un producto m¨¢s de este "g¨¦nero" se vea sometido a la sospecha de que estamos ante un subproducto m¨¢s. Pues bien, perm¨ªtanme que haga una llamada de atenci¨®n en este caso, porque creo que aqu¨ª estamos en presencia de un producto leg¨ªtimo, respetuoso, coherente y en principio bien documentado, cosa rara en un panorama ya tan degradado como ¨¦ste. Las dos muertes de S¨®crates -sexta novela de su autor- no es una gran novela, ni una novela perfecta, desde luego, pues la juventud de su autor no se lo ha permitido todav¨ªa; pero s¨ª es una buena novela, escrita con el rigor, la gracia, el buen ritmo y el respeto necesarios para concedernos un buen producto que nos deleita y enriquece, que est¨¢ al servicio de la cultura, del placer y de la satisfacci¨®n de sus lectores.
Zaragozano de 1968, Ignacio
Garc¨ªa-Vali?o (IGV, para abreviar) nos ha dado hasta hoy seis novelas (una desaparecida de su bibliograf¨ªa, la primera y m¨¢s prematura, El vuelo de la lechuza de ambiente rural y campesino, con la que obtuvo un premio Castilla-La Mancha) y un libro de relatos tambi¨¦n juvenil y semirrural, La caja de m¨²sica, ambos de 1992. Cuatro a?os despu¨¦s, obtuvo en Cantabria el Premio Jos¨¦ Mar¨ªa de Pereda con una novela humor¨ªstica, juvenil y posmoderna, La irresistible nariz de Ver¨®nica, que daba m¨¢s de lo que parec¨ªa, y que apareci¨® al a?o siguiente junto con la que hasta hoy me parece la mejor de todas las suyas, Ur¨ªas y el rey David, su primera novela hist¨®rica -de inspiraci¨®n b¨ªblica- basada en la historia de David, que envi¨® a la guerra a su general Ur¨ªas para que muriese y as¨ª ligarse a su mujer Bethsab¨¦, un espanto b¨ªblico habitual.
Sin embargo, la perfecci¨®n de este libro era m¨¢s l¨ªrica que narrativa, por lo que IGV se decant¨® por la l¨ªnea anterior, m¨¢s desenfadada y juvenil, y quiz¨¢ pens¨® que m¨¢s comercial, con sus dos novelas siguientes, La caricia del escorpi¨®n -panfleto anticonyugal finalista del Nadal en 1998- y Una cosa es el silencio, relato de una divertida noche madrile?a m¨¢s o menos disparatada, que le dio menos resultado. Por lo visto, IGV es un joven bastante bien dotado, pues aparte de ser psic¨®logo escolar y escribir cuentos y novelas es ilustrador, poeta y guionista de cine, con lo que lo mejor que tiene es que no sabe bien qu¨¦ hacer con sus dotes, lo que le lleva a elegir lo que no debiera para conseguir el triunfo: ?c¨®mo presentarse a un Nadal en nombre de la joven posmodernidad actual con un libro pol¨ªticamente tan incorrecto -quiz¨¢ tan antifeminista, o que podr¨ªa interpretarse as¨ª- como La caricia del escorpi¨®n? En fin, aunque la repercusi¨®n p¨²blica de Ur¨ªas hubiera sido menor, estas dos novelas siguientes no acrecieron su estima cr¨ªtica, por lo que el regreso al territorio de la historia ha sido quiz¨¢ una especie de recordatorio o de regreso de un hijo pr¨®digo a sus felices feudos perdidos.
Pero este regreso, pese a su gran correcci¨®n, tampoco est¨¢ exento de trampas. IGV se ha colado de rond¨®n en el centro mismo de la historia griega, en pleno siglo de Pericles (que s¨®lo dur¨® una mitad), utilizando muchos de los procedimientos de los que ha abusado en sus productos anteriores, erotismo, crueldad, humor, desverg¨¹enza y bastante ligereza, aunque siempre respetando los caracteres hist¨®ricos ya conocidos, pues ni S¨®crates, ni Plat¨®n, ni Arist¨®fanes, ni los sofistas, ni Pericles, ni los resultados de las guerras entre Atenas y Esparta son falsificables. Se pueden adornar otros personajes (como Aspasia, Alcib¨ªades o Anito) o crear algunos nuevos, como el de la hetaira Ne¨®bula, pero el ritmo est¨¢ bien llevado, las descripciones veros¨ªmiles y el estilo bien redondeado. Escenas er¨®ticas hay tres y no dejan de ser tr¨¢gicas, y lo peor, en mi opini¨®n, no es el juicio de S¨®crates, muy bien contado, ni la invenci¨®n del enigma de su doble muerte, que no es tal, aunque s¨ª lo es su hip¨®tesis. La figura del sofista Pr¨®dicos de Ceos, entre otras cosas, es mod¨¦lica, pese al artificio por ¨¦l montado. Me sobra la historia de Alcib¨ªades, as¨ª como la del doble de S¨®crates, lo siento. Pero quitando esos pelillos, esta novela griega se lee con placer -si se hace con la debida parsimonia, para disfrutarla mejor- extrayendo a la vez diversi¨®n y conocimiento, lo que no suele ser tan frecuente en estos fren¨¦ticos tiempos de corrupci¨®n a rienda suelta y falsas monedas que siguen corriendo por doquier d¨¢ndonos gato por liebre. Al menos ¨¦ste es un buen plato de conejo al ajillo, como los de siempre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.