El hombre que fue Chesterton
Una tarde de verano, en Sitges, fuimos Fernando Savater, Mu?oz Suay, Juan Cueto, M¨ªriam G¨®mez y yo a ver el monumento a Chesterton, tal vez el ¨²nico monumento que tiene Chesterton fuera de estas islas. Gilbert Keith Chesterton, m¨¢s conocido como G. K. Chesterton, fue un formidable escritor ingl¨¦s de aspecto rotundo, voz sonora y mente ¨¢gil, que es de los pocos intelectuales ingleses que ha habido. Polemista consumado y cat¨®lico converso, Chesterton polemiz¨® con casi todo el mundo en Inglaterra y a veces en Irlanda. Fue Bernard Shaw quien bautiz¨® a Chesterton y a su correligionario Hilaire Belloch con el nombre de una m¨¢quina para triturar argumentos contrarios, y la llam¨® la Chesterbelloc. Pero Chesterton se pod¨ªa batir solo contra cualquier oponente. Su obra maestra, El hombre que fue Jueves (1908), le hizo famoso, primero en Inglaterra y luego en todas partes. Su invenci¨®n del padre Brown, detective, consolid¨® su fama como narrador cuando ya era conocido como un ensayista de primera fila y un periodista de fama.
Otra tarde fuimos a pasear por el barrio M¨ªriam G¨®mez y mis hijas Ana y Carola, por los alrededores. Caminando nos llegamos hasta Notting Hill y all¨ª, muy cerca de la puerta, que es m¨¢s conocida que visible, vimos una casa con una de las placas azules que indican que all¨ª vivi¨® alguien famoso. ?se era, despu¨¦s de muerto en 1936 (hab¨ªa nacido en 1874), Chesterton, que ten¨ªa una novela llamada El Napole¨®n de Notting Hill y era tan absoluto su h¨¦roe como su autor. Por ese tiempo, yo me escrib¨ªa con Victoria Ocampo, la dominatriz de la revista y el grupo Sur, y cuando le cont¨¦ mi descubrimiento me dijo cu¨¢nto le habr¨ªa gustado a Borges ver esa casa y esa placa. Todos sabemos que Chesterton es uno de los h¨¦roes ep¨®nimos de Borges, y c¨®mo ha hecho de un p¨¢rrafo y una frase de El hombre que fue Jueves casi su divisa. Dice el p¨¢rrafo memorable: "S¨®lo pod¨ªa fantasear, como en una f¨¢bula del viejo mundo, de un hombre que pod¨ªa viajar al Occidente, hasta el fin del mundo, y encontrar¨ªa algo -digamos un ¨¢rbol- que era algo m¨¢s y algo menos que un ¨¢rbol, un ¨¢rbol pose¨ªdo por un esp¨ªritu; y si fuera al este del mundo encontrar¨ªa algo m¨¢s, una cosa que ser¨ªa ahora ¨ªntegra -una torre, tal vez-, cuya sola forma era malvada".
Borges tom¨® la ¨²ltima frase y la devolvi¨® como "una torre cuya sola arquitectura era malvada". Hubo otras variaciones no hechas por Borges, sino por alguno de sus lectores, yo mismo, y la frase se hizo una divisa. El cap¨ªtulo comenzaba hablando de "seis hombres que hab¨ªan jurado destruir el mundo", y acababa: "El fin del mundo se ve¨ªa venir". Hab¨ªa otros momentos igualmente terribles en que Syme, el protagonista, "supo que el bullicioso desayuno era el c¨®nclave secreto de los Dinamiteros de Europa". Eran siete los complotados, que culminaban en el portentoso Domingo, con may¨²scula, y Syme ser¨ªa el Jueves, despu¨¦s de cometer alguna infamia en nombre de la ley. El complot ser¨ªa "para atacar los s¨®lidos tronos de horribles reyes paganos". Todo el libro, la novela, la narraci¨®n, ten¨ªa ese estilo entre inusitado y tremendo -para conformar la obra maestra de Chesterton-.
Hubo otros libros memorables. Muchos, porque Chesterton era un autor prol¨ªfico que produc¨ªa art¨ªculos de peri¨®dicos hasta formar libros, y libros que eran argumentos cat¨®licos -es decir, universales- sobre santos y hombres no tan santos, como su biograf¨ªa de Robert Louis Stevenson. Se?alo la obra sobre Stevenson para demostrar que Chesterton no tem¨ªa a las se?ales directas, ya que Stevenson es una influencia visible, y El hombre que fue Jueves recuerda, a veces, demasiadas veces, m¨¢s a Los dinamiteros, esa obra maestra mal conocida de Stevenson. Pero, sobre todo, porque Chesterton era un original. Como cat¨®lico converso, sus argumentos teol¨®gicos eran impecables. Implacables, cuando estos argumentos irrebatibles y condenatorios ven¨ªan de su personaje m¨¢s c¨¦lebre, el padre Brown. Chesterton, que hab¨ªa producido poemas memorables y novelas teol¨®gicas, en los cuentos del padre Brown uni¨® su talento para la forma breve con su sentido melodram¨¢tico de la literatura. Entre los cuentos del padre Brown hay versiones de ese gran esc¨¦ptico que fue Sherlock Holmes y sus teor¨ªas detectivescas. Los cuentos, adem¨¢s, son ingeniosos y h¨¢biles y est¨¢n bien contados. Muchos piensan que le han ganado la inmortalidad que le negaban sus novelas largas y sus versos breves.
El hombre que fue Jueves es la obra maestra de Chesterton y mi encuentro con ella fue extraordinario. Yo no conoc¨ªa que existiera la novela y casi no sab¨ªa que existiera Chesterton. Ten¨ªa 14 a?os y me encontr¨¦ con ella de manera fortuita. Tra¨ªa el peri¨®dico cubano Informaci¨®n, como obsequio a sus suscriptores, una novela cada mes. Eran unos folletones feos, pero as¨ª fue como conoc¨ª, por ejemplo, a Ellery Queen. Fue una novela de crimen y misterio titulada El misterio del ata¨²d griego. De la misma manera me encontr¨¦ con El hombre que fue Jueves. Yo ten¨ªa 14 a?os, pero ya era un lector de novelas de misterio. Comenc¨¦ a leer la novela de Chesterton y su sutil misterio me atrap¨®, con sus extra?os personajes y a¨²n m¨¢s extra?os parajes. Conoc¨ª en el tr¨®pico a los complotados de Saffron Park y su deambular por calles de sue?o y pesadilla y niebla. Fue un libro fascinante, pero m¨¢s fascinante a¨²n es la explicaci¨®n de la novela de aventuras que da su autor, Chesterton.
"Recurro aqu¨ª", escribe Chesterton, "a mi punto de vista personal acerca de la tendencia a fallar en conocer lo que dice el mismo t¨ªtulo; o aun a lo que dice el t¨ªtulo... En una columna vagarosa, si es porque es personal o impersonal, se permite introducir minucias de uno mismo, como tambi¨¦n acerca de otra gente, siempre que sea lo suficientemente obvio que son minucias. Y puedo declarar en conexi¨®n, o en su desconexi¨®n, que yo suelo tener una objeci¨®n...
...Es raro que un ejemplo ocurra en mi caso... en un libro llamado El hombre que fue Jueves... Pero este error es debido enteramente dado el hecho de que han le¨ªdo el libro, pero no han le¨ªdo el t¨ªtulo que est¨¢ en la p¨¢gina del t¨ªtulo. En mi caso, es verdad que se trata de un subt¨ªtulo m¨¢s que de un t¨ªtulo. El libro se llamaba El hombre que fue Jueves: una pesadilla. No pretend¨ªa describir el mundo real tal como es o como yo cre¨ªa que era, aun cuando mis pensamientos estaban considerablemente menos asentados que lo est¨¢n ahora. La intenci¨®n de describir el mundo de una desesperada duda, desespero que los pesimistas describ¨ªan generalmente por esas fechas; con s¨®lo un rayo de esperanza en el doble sentido de la duda, que aun los pesimistas sent¨ªan de una manera irregular".
Estas notas las public¨® Gilbert Keith Chesterton en Londres el 13 de junio de 1936. El d¨ªa antes de morir.
? G. Cabrera Infante. Londres, 2003
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