Teloneros
Se quiera o no, vista desde aqu¨ª, la campa?a electoral para gobernar la autonom¨ªa madrile?a es un tr¨¢iler con mala pata. Anuncia una pel¨ªcula -un sainete protagonizado por una condesa pija y un esforzado aparatchik- que nadie, aqu¨ª, quiere ver. Pero todas las televisiones pasan la pel¨ªcula electoral madrile?a en sus informativos, d¨ªa tras d¨ªa. Hoy es la culminaci¨®n del embrollo.
Imposible no espeluznarse ante la relamida condesa departiendo con viejecitos -en presencia, por cierto, de Llu¨ªs Reverter, de La Caixa- o el monol¨ªtico y compacto Simancas de visita a la polic¨ªa, justo el d¨ªa en que el homicidio n¨²mero 90 culmina la lista criminal anual de la capital del reino. Que Madrid ya es, casi -enhorabuena-, el number one del crimen global. Algo estupendo para apoyar la verbena de la Conferencia de donantes: una gran rifa a favor de los pobrecitos de Irak y los ide¨®logos de la bondad universal de la guerra anticipatoria por la que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar se reencuentra a s¨ª mismo. Un sainete dif¨ªcil, pues, de digerir en un Madrid a punto de explotar.
Imposible, desde Catalu?a, no asistir a la pel¨ªcula electoral madrile?a con la actitud, siquiera preventiva, de quien ve pelar las barbas del vecino. La ristra de t¨®picos ramplones, frases hechas, trucos manoseados, lugares comunes maleados por su mal uso, y todo un muestrario de cursiler¨ªas pol¨ªticas, no por previsible -igual que el final de la pel¨ªcula- da menos mala espina. Nunca hab¨ªamos tenido tan a mano una campa?a electoral, exclusivamente madrile?a, que sirviera de telonera de la nuestra. Despu¨¦s de ellos, vamos nosotros.
Ver a la condesa, exquisitamente vestida de sport -seguramente Herm¨¦s-, diciendo caritativas palabras tras un elegante letrero que enfatiza Garant¨ªa de buen Gobierno, sirve para recordar inmediatamente la ¨²ltima encuesta del Instituto Nacional de Estad¨ªstica que explicaba, hace poco, que el 55,6% de las familias espa?olas tiene dificultades para llegar a final de mes. Ver al un¨ªvoco Simancas con traje de ejecutivo anunciar, con la solemnidad que le caracteriza, que los problemas de la seguridad madrile?a se resuelven ?creando una consejer¨ªa ad hoc! -es decir, m¨¢s burocracia- induce a la melancol¨ªa. ?Hay alguien que tenga alg¨²n proyecto de inter¨¦s para Madrid? ?Hay alguien en Madrid que se atreva a salir a la plaza p¨²blica despeinado o con jersey?
Observar ese espect¨¢culo, a la vez tan lejano y tan pr¨®ximo, provoca el escalofr¨ªo del espejo: ?nuestra campa?a electoral tambi¨¦n ser¨¢ as¨ª? ?No son as¨ª todas las campa?as electorales desde que est¨¢ en vigor la democracia del espect¨¢culo? ?No gana en California -la quinta potencia comercial del mundo- un mal actor, por su popularidad y su equ¨ªvoco papel de outsider, aupado por cierto por el segundo hombre m¨¢s rico del mundo, Bernard Buffet?
El ambiente general ayuda tan poco que el se?or Mas ya ha dado, con lo de Andorra, la inevitable nota rid¨ªcula con el intento, errado, de ser m¨¢s catal¨¢n que los catalanes. Con estos proleg¨®menos, nuestro tiempo electoral ?ser¨¢ diferente al de los teloneros? ?Qu¨¦ espect¨¢culo ofreceremos? Tengo ante mis ojos un librito estupendo titulado Barcelona por la paz, 75 fotograf¨ªas y otros tantos textos breves explican lo que pas¨® en esta ciudad el invierno pasado: la gente, con jersey y despeinada, sali¨® a la calle a reclamar su derecho a vivir en paz y sin cors¨¦s. Aquello hizo historia de la buena. Esa gente tiene poco que ver con lo que ahora nos envuelve y Madrid nos refleja. Esa gente pac¨ªfica no ha desaparecido: algo tendr¨¢ que decir, imagino, con su voto. En el fondo los resultados electorales son adecuados, siempre, en la medida en que podemos -como colectivo- reconocernos en ellos. Lo que nos muestra la campa?a madrile?a es que ellos, al menos, no son envidiables. Ahora falta ver qu¨¦ pasa aqu¨ª mismo.
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