Cuenta atr¨¢s
El Gobierno vasco aprob¨® ayer, d¨ªa del Estatuto de Gernika, el proyecto de ley para reformar, ensanchar, ampliar, superar, liquidar el Estatuto. Es f¨¢cil quedarse en la superficie, porque en torno a la propuesta se han construido demasiados escenarios secundarios, porque hay mucho ruido, algunas reacciones intempestivas, sucesos paralelos como los relacionados con Egunkaria, y sobre todo, el inter¨¦s de los nacionalistas de mantener el debate en esos escenarios secundarios. ?Qu¨¦ es lo que debiera preocupar de verdad? La libertad de los ciudadanos vascos, que depende de la forma institucional que se d¨¦ a la sociedad vasca, que depende de si la pluralidad de sus sentimientos de pertenencia informa la naturaleza institucional que se decida para ella y, en ¨²ltima instancia, del respeto a los procedimientos y normas acordados, sin los cuales no existe libertad ni garant¨ªa de derechos individuales. Debiera preocupar primero la convivencia entre vascos y, como consecuencia, la convivencia con el Estado.
La cuesti¨®n no radica en si se puede o no cambiar la Constituci¨®n o el Estatuto de Gernika. Claro que se pueden cambiar. Lo que no es de recibo es negarlos en su sustancia bajo la m¨¢scara del cambio. La cuesti¨®n est¨¢ en si se mantiene la sustancia de pacto entre nacionalistas y no nacionalistas en la definici¨®n institucional de la sociedad vasca, en si lo que se plantea se debe entender en el contexto de una relaci¨®n de igual a igual entre Euskadi y Espa?a (si Espa?a es Estado, la igualdad en la relaci¨®n exige que Euskadi tambi¨¦n lo sea), aunque, paternalistamente, se condescienda a establecer acuerdos preferenciales.
La verdadera cuesti¨®n, en definitiva, es si se quiere -no en la intenci¨®n subjetiva, sino en la consecuencia objetiva de lo que se plantea- que Euskadi, lejos de hipostasiar identidades milenarias y concepciones esencialistas de pueblo, sea una sociedad por pacto o, por el contrario, se constituya como un n¨²cleo con derecho primario a definir unilateralmente la sociedad vasca, dejando fuera a una parte considerable de ella, a la que secundariamente se le reconocen, por otorgamiento, determinados derechos.
La afirmaci¨®n que m¨¢s se repite es la de la legitimidad democr¨¢tica de una decisi¨®n sobre la naturaleza institucional de la sociedad vasca por mayor¨ªa directa, sin mediar pacto previo. ?No radica la democracia en el respeto al principio de la mayor¨ªa? Los vascos decidir¨¢n su futuro, dice el lehendakari. Pero unos vascos, una mayor¨ªa exigua, decidir¨¢ la definici¨®n institucional de Euskadi, v¨¢lida para todos, sin que una ampl¨ªsima minor¨ªa pueda verse reflejada en esa definici¨®n. Ser¨¢ una sociedad definida institucionalmente por unos contra otros, mientras que lo que constituye ahora Euskadi es el pacto de unos con otros.
Las sociedades se constituyen por pactos amplios y diversos entre las distintas formas de entender y definir la misma sociedad. Esos pactos son refrendados por la mayor¨ªa. Y es en ese marco pactado en el que tiene sentido el respeto al principio de mayor¨ªa, con su correspondiente respeto a los derechos de la o las minor¨ªas (lo cual ya es indicativo de la limitaci¨®n misma del principio de mayor¨ªa).
Est¨¢ bien reclamar, y es necesario hacerlo, el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado. Pero esta reclamaci¨®n quedar¨¢ siempre coja mientras no vaya acompa?ada del reconocimiento efectivo e institucionalizado en Euskadi de la pluralidad en el sentimiento de pertenencia en la sociedad vasca. Un reconocimiento hace viable el otro, y viceversa.
No se trata de un debate abstracto. Estamos hablando en condiciones de falta de libertad real y de riesgo para la vida de muchos ciudadanos vascos, por representar un estorbo al ideal de sociedad vasca homog¨¦nea en el sentimiento de pertenencia exclusivo a la naci¨®n vasca, que es lo que se quiere instaurar por mayor¨ªa exigua. Estamos hablando no de una posible divisi¨®n de la sociedad vasca, sino de una situaci¨®n que ya es de divisi¨®n y enfrentamiento pol¨ªtico y social. Pues si una sociedad, como sujeto pol¨ªtico, est¨¢ representada en su Parlamento, esa divisi¨®n y enfrentamiento es lo que est¨¢ evidenciando en los ¨²ltimos meses y a?os el Parlamento de Vitoria.
Desde una visi¨®n nacionalista, ?c¨®mo se puede construir naci¨®n por medio de la destrucci¨®n, v¨ªa divisi¨®n y enfrentamiento, de la sociedad? ?D¨®nde queda la significaci¨®n pol¨ªtica de los asesinados por ETA por ser estorbo en el camino de una Euskadi definida por una identidad homog¨¦nea y exclusiva? La cuenta atr¨¢s no empieza ahora. Empez¨® despu¨¦s del asesinato de Miguel ?ngel Blanco y la negociaci¨®n del nacionalismo institucional con HB y ETA, el Acuerdo de Lizarra. La tregua y su fracaso son los jalones de esta cuenta atr¨¢s.
El ¨¦xito de la operaci¨®n es m¨¢s que dudoso. Lo que no admite dudas es el destrozo ya provocado en el camino y el que a¨²n va a causar.
Joseba Arregi es ex consejero de Cultura (PNV) del Gobierno vasco.
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