Un zombi pol¨ªtico
A algunos les agradar¨ªa exclamar: ?un fantasma recorre Am¨¦rica Latina, el fantasma del indigenismo! Quisieran creer que ha nacido una nueva fuerza contra la cual las viejas oligarqu¨ªas se unen en santa alianza. Pero en realidad el indigenismo es m¨¢s bien un zombi pol¨ªtico mimado por fuerzas sociales que reaccionan contra la expansi¨®n de la democracia en Am¨¦rica Latina. Podemos comprender -pero no justificar- que una gran parte de las izquierdas, que han quedado hu¨¦rfanas despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, busquen en los nuevos indigenismos un sustituto para reemplazar los sujetos revolucionarios perdidos. Pero est¨¢n jugando con una criatura pol¨ªtica peligrosa, que ha dejado huellas tr¨¢gicas en la historia del continente. Me refiero al populismo latinoamericano, que desde el peronismo argentino y el PRI mexicano hasta Ch¨¢vez en Venezuela ha impregnado de forma aberrante un escenario pol¨ªtico ya plagado por las dictaduras.
Contra lo que muchos creen, el indigenismo no s¨®lo es un peligro para Gobiernos de derecha
Por fortuna, Am¨¦rica Latina ha dejado de ser un mosaico de dictaduras y la democracia se ha extendido a casi todos los pa¨ªses (con la desgarradora excepci¨®n de Cuba). Pero la transici¨®n democr¨¢tica, aunque fue impulsada por fuerzas de izquierda, lleg¨® de la mano de la derecha. Por desgracia, amplios sectores de izquierda no han digerido la nueva situaci¨®n y est¨¢n auspiciando una restauraci¨®n del viejo populismo mediante fuertes dosis de indigenismo. La ola multiculturalista impulsada por los ya rancios ¨¢mbitos de la correcci¨®n pol¨ªtica anglosajona, fortalecida con las fobias contra la globalizaci¨®n y multiplicada por la desesperaci¨®n de los m¨¢s pobres, es aprovechada por algunos pol¨ªticos para estimular la resurrecci¨®n del populismo. En no pocas ocasiones, parad¨®jicamente, la exaltaci¨®n de las identidades ¨¦tnicas se entreteje con formas arcaicas de nacionalismo. Y, para complicar a¨²n m¨¢s las cosas, hay sectores conservadores (incluso de la Iglesia cat¨®lica) que apoyan al zombi indigenista, pues no ha pasado desapercibido el hecho de que est¨¢ creando franjas corrompidas y antidemocr¨¢ticas, y en algunos casos (como en Nicaragua) de claro signo reaccionario.
En Europa puede parecer muy simp¨¢tico y liberador el viaje revolucionario a Canc¨²n, a Chiapas o a Cochabamba para confrontar atl¨¦ticamente la globalizaci¨®n en compa?¨ªa de campesinos ind¨ªgenas. Pero las secuelas de estos impulsos por apoyar a los buenos salvajes pueden ser desgarradoras. Una de las consecuencias es un fen¨®meno pol¨ªtico alarmante: el crecimiento de una izquierda reaccionaria y conservadora armada de una ideolog¨ªa indigenista populista. La clave se encuentra en la rehabilitaci¨®n de un indigenismo acorazado de una cultura de la sangre que exalta las identidades, las patrias y la guerra revolucionaria. El neozapatismo mexicano es una cara amable del zombi indigenista; pero algunos movimientos por la autonom¨ªa ind¨ªgena en Centroam¨¦rica y la regi¨®n andina muestran un rostro m¨¢s siniestro. En su extremo encontramos el sanguinario populismo mao¨ªsta de Sendero Luminoso en el Per¨².
El indigenismo que recorre la Am¨¦rica Latina como un zombi es mucho m¨¢s que la loable defensa de las culturas originarias y del inatacable derecho de las etnias indias a salir de la miseria, la explotaci¨®n, la marginaci¨®n y el desprecio a que han sido condenadas. El nuevo indigenismo postula que no s¨®lo la econom¨ªa capitalista neoliberal es el enemigo a vencer, sino que la cultura occidental en su conjunto es responsable de los males que sufren los marginados y miserables de todo el mundo. Su alternativa ya no es el socialismo, que fue enterrado a finales del siglo pasado, sino la restauraci¨®n de las tradiciones ind¨ªgenas supuestamente basadas en la comunidad y la democracia directa. En realidad, m¨¢s que una alternativa se trata de la exaltaci¨®n de un punto de vista que se ubica en el pasado tradicional y que legitima una reacci¨®n conservadora. En nombre de usos, costumbres y valores de un pasado m¨ªtico se rechazan las amenazas globales de la modernidad occidental. El indigenismo suele evitar todo intento por buscar dentro de la globalizaci¨®n las posibles alternativas y prefiere reivindicar la conservaci¨®n de costumbres supuestamente prehisp¨¢nicas que en realidad son, casi todas, de origen colonial.
Las formas de gobierno defendidas por el indigenismo suelen basarse en caciques varones que fusionan los poderes civiles con los eclesi¨¢sticos; normalmente excluyen la participaci¨®n de mujeres y j¨®venes. Se trata de residuos de formas coloniales pol¨ªtico-religiosas de ejercicio de la autoridad en las que apenas puede apreciarse la sobrevivencia de elementos prehisp¨¢nicos. En M¨¦xico, por ejemplo, es famosa la defensa del subcomandante Marcos de las formas aut¨®nomas de gobierno ind¨ªgena. Pero no suele admitirse que, en realidad, la inmensa mayor¨ªa de este tipo de gobiernos "aut¨®nomos" no tiene el sello neozapatista, sino el del PRI. En Oaxaca, much¨ªsimos municipios funcionan con gobiernos basados en usos y costumbres "ind¨ªgenas", lo cual fue la manera en que los caudillos del ala m¨¢s atrasada del PRI impidieron que los partidos de oposici¨®n pudiesen avanzar en las zonas rurales.
El hecho es que los movimientos y los partidos de izquierda son atravesados por este indigenismo conservador y autoritario. Contra lo que muchos creen, el indigenismo no s¨®lo es un peligro para gobiernos de derecha como el de Bolivia, que acaba de derrumbarse. ?sta y otras corrientes de izquierda populista reaccionaria amenazan el avance de la izquierda democr¨¢tica que gobierna en muchas regiones, e incluso podr¨ªa desestabilizar gobiernos como el que encabeza Lula en Brasil. Las diversas izquierdas latinoamericanas est¨¢n apenas aprendiendo a moverse en terreno democr¨¢tico, y encuentran muchos obst¨¢culos, como la agresiva pol¨ªtica del presidente Bush y la animadversi¨®n de los partidos de derecha. Hay que agregar el espectro no de un ¨¢gil e innovador fantasma, sino la opaca pesadez de un cad¨¢ver viviente sacado del cl¨®set del movimiento popular.
Roger Bartra es miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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