Del ocaso de Rivaldo al fulgor de Kak¨¢
El Milan tiene a un gran jugador brasile?o, un tipo alto y flaco que inventa, juega y marca. Tambi¨¦n tiene en el banquillo a un brasile?o triste al que, de peque?o, llamaban Patapalo. El ocaso de Rivaldo, todav¨ªa uno de los futbolistas mejor pagados del mundo, es singularmente amargo. Porque, mientras mira el encuentro desde la banda, silencioso y arrebujado en el ch¨¢ndal, contempla el florecimiento de Ricardo Izacson Santos Leite, llamado Kak¨¢, un chaval insultantemente feliz, insultantemente alegre y sociable, insultantemente distinto al pobre Patapalo. Mientras se hunde, escucha los v¨ªtores de la afici¨®n milanista a Kak¨¢, el anti-Rivaldo.
Vitor Borba Ferreira Vitor, el chico pobre que naci¨® en un suburbio norte?o, el muchacho semidesnutrido y de huesos fr¨¢giles cuyo padre muri¨® atropellado, el joven jugador rechazado por varios equipos, el tipo al que llamaban Patapalo, el hombre que triunf¨® en el Deportivo y el Barcelona sin llegar a ser querido, el internacional que salv¨® mil veces a la selecci¨®n canarinha sin que nadie dejara de culparle por el fracaso de Brasil en los Juegos Ol¨ªmpicos de Atlanta 96, se apaga domingo a domingo en un foso italiano. Ni el pedazo de banco que ocupa es suyo: se sienta ah¨ª de prestado, ya roto su contrato con el Milan, a la espera de que en diciembre, cuando se reabra el mercado europeo, alg¨²n club ingl¨¦s o espa?ol conf¨ªe todav¨ªa en ¨¦l.
Sobre el c¨¦sped, mientras tanto, corre Kak¨¢. Un chaval de 21 a?os, con una novia de 16, para el que todo ha sido f¨¢cil. Naci¨® en una familia acomodada de Brasilia, tiene buenos huesos, ha sido la estrella all¨¢ donde ha jugado y ahora, ya internacional con Brasil, es la peque?a joya de San Siro. La plantilla rojinegra le adora. Sobre el campo se asocia con cualquier compa?ero y parece tan integrado como Maldini. Reci¨¦n llegado y con s¨®lo 21 a?os. ?Qu¨¦ debe de pensar Rivaldo?
Los defectos de Rivaldo se han acentuado con el tiempo. Puede hacer muchas cosas con un bal¨®n, pero le cuesta jugar al f¨²tbol: no entiende el complicado tapiz de un deporte colectivo; para ¨¦l, s¨®lo existe una f¨®rmula simple que relaciona su pie, el cuero y la red. Antes, esa ceguera parcial ten¨ªa una importancia relativa. ?l, con su pie izquierdo m¨¢gico, se bastaba para resolver un encuentro en solitario. Ahora, con 31 a?os (hay quien sospecha que tiene alguno m¨¢s), ya no. El entrenador, Ancelotti, no conf¨ªa en ¨¦l, pero le ha concedido ocasionalmente algunos minutos. Han sido minutos breves, irrelevantes, insuficientes. A pesar de eso, han bastado para constatar las limitaciones de un Rivaldo que intenta la proeza, que entra en el ¨¢rea peque?a, que busca el disparo, que gira, que cae, que se levanta, siempre al margen del partido. Parece un espont¨¢neo. Juega solo. Est¨¢ solo. Pobre Patapalo.
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