"No podemos callar frente a la barbarie de la guerra"
"Debemos permitir que las im¨¢genes atroces nos persigan", escribe Susan Sontag ya casi al final de su ¨²ltimo libro, Ante el dolor de los dem¨¢s (Alfaguara). Y un poco m¨¢s adelante explica que esas im¨¢genes dicen: "Esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer, y quiz¨¢ se ofrezcan a hacer, con entusiasmo, convencidos de que est¨¢n en lo justo. No lo olvides".
No lo olvides, recu¨¦rdalo, conoce lo que la guerra es, mira tanto dolor y tanto absurdo y tanta desolaci¨®n. Susan Sontag (Nueva York, 1933) se ha sumergido de lleno en el horror de la guerra en las 146 p¨¢ginas de este contundente ensayo para reflexionar qu¨¦ ocurre all¨ª en los lejanos campos de batalla y qu¨¦ pasa en el otro lado del mundo, donde no pasa nada, cuando se sabe de la brutalidad y la muerte. Lo ha hecho a trav¨¦s del hilo conductor de la fotograf¨ªa, de esas im¨¢genes que tienen el poder de "captar una muerte cuando en efecto est¨¢ sucediendo y embalsamarla para siempre".
"Hay momentos en que una intervenci¨®n militar puede detener un genocidio"
"Durante la Guerra Civil espa?ola cambia la manera de trabajar de los fot¨®grafos"
Son ya cuarenta a?os los que lleva Susan Sontag publicando libros, desde que en 1963 apareci¨® su primera novela, El benefactor. Y ya no ha parado y no tiene idea de detenerse. Sigue cultivando la ficci¨®n (En Am¨¦rica es su ¨²ltima novela), y no deja de escribir ensayos, proyecta realizar otra pel¨ªcula y tambi¨¦n dos obras de teatro. La guerra no le ha sido ajena: estuvo como periodista en Vietnam y mont¨®, durante el asedio a Sarajevo, Esperando a Godot. En 1977 public¨® Sobre la fotograf¨ªa. Su vitalidad, su compromiso c¨ªvico, la radicalidad de su mirada han sido objeto recientemente de dos importantes reconocimientos, el Premio de la Paz, en Francfort, y el Pr¨ªncipe de Asturias.
Pregunta. "La belleza ser¨¢ convulsa o no ser¨¢", dec¨ªa Breton, y reclamaba un arte que conmocionara. Las im¨¢genes de la guerra tambi¨¦n conmocionan. ?Qu¨¦ hay, sin embargo, de diferente en ambas formas de expresi¨®n?
Respuesta. Creo que la fotograf¨ªa es tambi¨¦n un arte, as¨ª que no tendr¨ªa que haber diferencias entre ambas formas de expresi¨®n. Lo que s¨ª querr¨ªa se?alar es que ¨¦ste no es un libro sobre fotograf¨ªa. Es un libro que trata de la guerra. Por tanto, no debe pensarse que despu¨¦s de unos a?os he vuelto sobre el viejo tema que trat¨¦ ya en Sobre la fotograf¨ªa. All¨ª me pregunt¨¦ por lo que las im¨¢genes eran, por la forma en que nos influyen, por el esp¨ªritu que consiguen atrapar. Esta vez empiezo por la guerra, est¨¢ ah¨ª, existe, y me pregunto qu¨¦ es lo que saben de ella quienes no tienen una experiencia directa de su horror. ?Qu¨¦ pueden saber, c¨®mo pueden conocerla? En Ramala y Bagdad saben qu¨¦ significa, pero en Par¨ªs y en Madrid, por ejemplo, ?qu¨¦ les llega de todo aquello?
P. Entonces surgen las im¨¢genes. ?No existe el problema de que terminen por saturar y no digan ya nada?
R. S¨ª, est¨¢ esa teor¨ªa de que todo es un gran espect¨¢culo, de que la realidad ha desaparecido, de que estamos sumergidos en una tormenta de im¨¢genes que consumimos sin m¨¢s. Se dice que todas esas atrocidades dejan de serlo por la saturaci¨®n que se produce cuando han aparecido tantas veces. Pero no estoy de acuerdo. Creo que la gente distingue perfectamente entre la realidad y el espect¨¢culo. Por muy adictos que seamos a consumir im¨¢genes, todav¨ªa existe la posibilidad de tomar distancias frente al horror.
P. Empieza el libro contando que Virginia Woolf, en Tres
guineas, propon¨ªa a un eminente abogado londinense observar las im¨¢genes de la Guerra Civil espa?ola, para saber "si al mirar las fotograf¨ªas sentimos lo mismo".
R. Bueno, empec¨¦ por Virginia Woolf porque por alg¨²n lado ten¨ªa que empezar. Lo que ocurre a finales de los a?os treinta, la ¨¦poca en la que ella escribe, es que se produce un dr¨¢stico cambio en la manera en que los reporteros cubren las guerras. Antes de la Guerra Civil espa?ola se hab¨ªan fotografiado muchos conflictos, pero siempre antes o despu¨¦s, durante los preparativos o cuando los campos estaban ya llenos de cad¨¢veres. Es entonces, y ah¨ª est¨¢ la m¨ªtica foto de Robert Capa sobre el miliciano que cae en el frente de Arag¨®n, cuando los fot¨®grafos empiezan a captar im¨¢genes durante el desarrollo de las batallas. Lo que Virginia Woolf ve son las atrocidades causadas por los bombardeos de la aviaci¨®n franquista sobre la poblaci¨®n civil. Y son im¨¢genes que le llegaban a ella por correo, no aparec¨ªan a¨²n en los peri¨®dicos.
P. ?Cree que es muy diferente la forma en que hombres y mujeres entienden la guerra?
R. Bueno, ¨¦sa era la cuesti¨®n que planteaba inicialmente Virginia Woolf, aunque luego la abandonaba. El caso es que s¨ª, la guerra est¨¢ imbuida de una serie de valores tradicionalmente asociados al mundo masculino: la virilidad, la fuerza, el coraje, la fortaleza de aprender a sufrir sin sentir compasi¨®n. Quiz¨¢ los hombres no disfruten en los combates, pero s¨ª disfrutan con lo que la guerra desencadena: la movilizaci¨®n y todo eso. El mundo femenino est¨¢, en cambio, asociado a la protecci¨®n, a la compasi¨®n, al inter¨¦s por lo que ocurre con otras personas. Forma parte de su socializaci¨®n. Pero la guerra tambi¨¦n la hacen hoy las mujeres. La ordenan, como hizo Thatcher, o participan en ella: hay un alto porcentaje de mujeres en las tropas estadounidenses.
P. Habla en el libro de un momento en que simplemente ya no se reconoce el sufrimiento, sino que se protesta contra ¨¦l.
R. La imagen de la portada del libro ha sido una elecci¨®n personal. Es un aguafuerte de Goya que pertenece a su serie de Los desastres de la guerra. Ayer mismo, nada m¨¢s llegar, fui al Prado para volver a ver las obras de Goya, que me siguen impactando profundamente. Es un artista decisivo, a partir del cual se produce un cambio radical en la manera de ver la guerra. Los pies que figuran debajo de cada imagen dicen cosas como No se puede mirar, ?Esto es lo peor!, ?Qu¨¦ locura! Ya no se puede permanecer al margen. A partir de su obra, no podemos callar frente a la barbarie de la guerra.
P. Lo dif¨ªcil es encontrar el camino de hacerlo...
R. Llevamos ya mucho tiempo sabiendo del sufrimiento por los cuadros de muchos pintores. El cristianismo, y no otras religiones, nos ha ense?ado que Jes¨²s es un hombre que sufre, y aparece cargado de dolor, con sus heridas perfectamente visibles. Y ha hecho bien: as¨ª sabemos lo que los hombres son capaces de hacer con otros hombres. Ahora sigue ocurriendo, nada ha cambiado. En Ruanda, un pa¨ªs apenas m¨¢s grande que Andaluc¨ªa, durante seis semanas fueron masacradas 800.000 personas. Es terrible. A veces no se puede ser pacifista. Yo no soy pacifista. Por desgracia, hay momentos en que una intervenci¨®n militar puede detener un genocidio, o por lo menos puede mitigarlo. Es necesario hacer lo que sea para frenar una masacre. Lo que no puede ser es que estas cosas ocurran y un tiempo despu¨¦s los genocidas sigan ah¨ª, como si aquello perteneciera ya al pasado, como si fuera posible olvidarlo.
P. Hace cuarenta a?os public¨® su primer libro. ?Qu¨¦ piensa, c¨®mo se siente respecto a lo que ha escrito desde entonces?
R. Es una pregunta en la que ni siquiera quiero pensar. No soy yo qui¨¦n debe evaluar mi literatura. Adem¨¢s no es algo acabado, estoy en la mitad de un camino que me lleva de una cosa a otra.
P. ?Cu¨¢les son sus nuevos proyectos?
R. Trabajo en una nueva novela. Quiero tambi¨¦n escribir una reflexi¨®n sobre la enfermedad, tengo pendientes dos piezas de teatro y hacer una pel¨ªcula, algo en lo que no me embarcaba desde los a?os setenta. De todas formas, yo no soy una escritora que se dedica exclusivamente a escribir. Mucha gente cuando llega a los 40 piensa que ya no le queda nada por hacer, salvo divorciarse, y cuando ya lo ha hecho, considera que s¨®lo le queda trabajar. Yo creo que el mundo sigue lleno de posibilidades y me gusta vivir, ver las cosas que pasan, saber del mundo, conocer nuevos lugares. Creo que estoy ahora en el mejor momento de mi carrera. Estoy muy orgullosa de lo que he escrito cuando era joven, pero me ocurre como a muchos pintores y compositores, que es en la madurez cuando dan lo mejor de s¨ª mismos. Salvo excepciones, en la literatura no suele ocurrir lo mismo. Muchos escritores dan lo mejor en sus primeras obras.
P. Terminemos con su reciente visita a Oviedo. Comparti¨® premio con F¨¢tima Mernissi, que coment¨® que usted no sab¨ªa nada del mundo ¨¢rabe.
R. Estoy muy contenta con el premio, me ha encantado conocer la ciudad y la naturalidad y elegancia de la Reina y el Pr¨ªncipe. Quiz¨¢ la ¨²nica cr¨ªtica que pueda hacer es que concedan el mismo premio a autores tan diferentes, como F¨¢tima Mernissi y yo, o Kapuscinski y Gustavo Guti¨¦rrez. Todos se lo merecen, por qu¨¦ no darlo a un ¨²nico autor. Se evitar¨ªan situaciones inc¨®modas. Me contaron que F¨¢tima Mernissi pensaba que yo era una m¨¢s de tantas americanas que nada saben del mundo ¨¢rabe y que por tanto no conoc¨ªa su obra. Pero yo s¨ª sab¨ªa de ella, no soy una americana m¨¢s.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.