Caballo o camello
Contemplaba una retrospectiva del pintor e ilustrador Carlos S¨¢enz de Tejada (Laguardia, 1897-Madrid, 1957), imprescindible para comprender las vanguardias espa?olas (l¨¢stima de decadencia franquista), que me remit¨ªa visualmente a Picasso. Ve¨ªa, en concreto, Ni?a con caballo (1922), y tambi¨¦n El circo pobre (1923), llamadas por ¨¦l guarracelas (aguadas de ¨®leo). Ambas contienen en ¨²ltimo plano un caballo blanco pastando. El mismo que pasta en Acr¨®bata y joven equilibrista (1905) de Picasso, y hermano gemelo del caballo de Arteta en su El puente de Burce?a (1925-30).
Me detengo en la obra de Picasso, imagen de ausencia e incomunicaci¨®n. "Lo dem¨¢s es silencio", dijo Hamlet, presagio de la imposibilidad de decir, de comunicarse. Picasso, tras su etapa azul de cr¨ªtica social, crepuscular, estilizada y expresiva; poso de desesperanza y agon¨ªa del ser humano (a lo Munch), se adentra en una fase simbolista (etapa rosa) de seres hier¨¢ticos, herm¨¦ticos, radicalmente est¨¢ticos en medio del campo o del arrabal, perdidos en la nada. Arlequines y saltimbanquis.
Imagen del vac¨ªo, de un mundo clausurado, el acr¨®bata sonr¨ªe y se exhibe sobre un gran bal¨®n mientras el joven masivo, pesado, quieto, de espaldas al observador mira al vac¨ªo. Al fondo, una madre acompa?ada de ni?o y perro, marcha sin rumbo con su hijo en brazos. Incomunicaci¨®n absoluta, miradas y rumbos err¨¢ticos, una pesadumbre de plomo como la que muestra el cuerpo est¨¢tico del equilibrista sentado mientras nos da la espalda, y el acr¨®bata contone¨¢ndose con sonrisa vac¨ªa ante espectadores ausentes.
Me recordaba nuestra situaci¨®n, la que hoy vivimos en el Pa¨ªs Vasco. A una doble impresi¨®n que recib¨ªa estos d¨ªas. La de una gran pesadumbre, sentimiento de impotencia, hast¨ªo y culpa, de un lado, por todo lo que ha sido y es ETA, y la del exhibicionismo sonriente, hueco y fr¨ªvolo que viene mostrando el, gure lehendakari.
El magn¨ªfico reportaje realizado sobre las respuestas de cinco juristas por este peri¨®dico (Las tripas jur¨ªdicas del plan Ibarretxe, EL PA?S, 28 de octubre de 2003) me eximen de un an¨¢lisis m¨¢s t¨¦cnico del plan, origen de la actual perplejidad general y de un nuevo problema absurdo y gigantesco. Quiz¨¢ otro d¨ªa debiera dedicarse unas l¨ªneas a la llamada en el pseudo-Estatuto "Di¨¢spora vasca" (&. 5) y sus derechos, y al "reconocimiento oficial" de los Centros Vascos en el exterior, sedes de excesos y simplezas sin par. Otro d¨ªa.
Me atendr¨¦ a esa doble impresi¨®n a la que me refer¨ªa arriba. El pasado d¨ªa vi inevitablemente La pelota vasca. Al margen de apreciables logros visuales, de ritmo y montaje de su autor, Julio Medem, y de la ingenuidad de ¨¦ste, parcialidad e incompetencia como guionista (?acaso no ha contado con asesores?), el documental dej¨® en m¨ª un poso de amargura por el peso de siglos y el sentimiento de ausencia e incomunicaci¨®n que transmit¨ªan todos los entrevistados. Transmit¨ªan imposibilidad de decir, de comunicarse.
Es el peso de siglos que sobre nuestras espaldas ha cargado ETA. Atxaga lo dec¨ªa al final: "Levitaremos cuando nos quitemos ese peso de sangre y muerte de encima". Si la pel¨ªcula aspiraba vanamente al "di¨¢logo", trasuntaba incomunicaci¨®n e inmovilismo en los actores, en todos.
Frente a ello, el contraste del acr¨®bata Juan Jos¨¦ Ibarretxe en la noche de ETB del pasado lunes (Especial Entrevista). Un Ibarretxe plet¨®rico, sonriente, entusiasta, convencido, haciendo juegos malabares sobre el bal¨®n de su Estatuto, ese juguete roto que nos va a destrozar a todos. En frente o dentro de s¨ª, nada, s¨®lo vac¨ªo y palabras simples y huecas. Incomunicaci¨®n, autismo, inmovilismo vestido de ingenier¨ªa pol¨ªtica.
Dos im¨¢genes, y, al fondo, la imagen del caballo blanco pastando. La imagen de la pol¨ªtica sin el jinete experto que le conduzca. Dicen que, por emular a Buda, una divinidad menor quiso crear un caballo veloz e invent¨® el camello, un animal "deforme". ?Estar¨¢ el lehendakari empe?ado en crear un caballo veloz?
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