Cruces
?Qu¨¦ sucede cuando acaba la fiesta? ?Qu¨¦ ocurre cuando el ¨²ltimo foco se apaga y el ¨²ltimo operario desenrosca la ¨²ltima bombilla? ?Qui¨¦n recoge los restos de confetti, los cristales, las c¨¢scaras, los billetes de metro o de autob¨²s trizados, las jeringuillas y los crucifijos? Uno se lo pregunta siempre despu¨¦s de alg¨²n concierto multitudinario o al cabo de esos m¨ªtines terribles de final de campa?a electoral hechos con la peor est¨¦tica carnavalesca. ?Qu¨¦ sucede despu¨¦s? ?Qui¨¦n barre el escenario? ?D¨®nde van las promesas, los programas, los ecos de las voces? Las jeringuillas y los crucifijos, ?a d¨®nde van a dar?
Las jeringuillas y los crucifijos. Todo tiene que ver. Todo es un poco surrealista siempre. Bu?uel transforma un crucifijo kitsch en una sorpresiva navaja de Albacete y el vicariato romano convierte un crucifijo colosal en una jeringuilla desechable. Esta misma semana han descubierto en un basurero de las afueras de Roma el gigantesco crucifijo de bronce que presidi¨® el encuentro de Juan Pablo II con los j¨®venes realizado en la capital italiana en el a?o 2000. All¨ª estaba, como una jeringuilla con los brazos abiertos, el crucifijo de la gran movida, el s¨ªmbolo de Cristo tirado en la basura. Alguien tuvo que hacer el trabajo pesado de trasladar la cruz de siete metros a los alfoces de la ciudad eterna. Alguien tuvo que mancharse las manos y cargar con la cruz para dejarla all¨ª, en un deshuesadero, entre ladrillos y carrocer¨ªas herrumbrosas. Alguien tuvo el detalle, tambi¨¦n hay que decirlo, de cubrir la gran cruz con una manta.
Fellini sigue vivo en las calles de Roma. Fellini estaba vivo cuando miles de j¨®venes aclamaban al viejo pont¨ªfice mientras atravesaba un arco rematado (o mejor coronado) por la cruz gigantesca hace tres a?os. Nino Rota podr¨ªa poner la m¨²sica para que nada falte. Cualquiera de las almas sin conciencia o de los vividores tragic¨®micos del maestro de R¨ªmini podr¨ªa haber trasegado con la cruz por los barrios de Roma.
La cruz "no ha sido abandonada", dice Mauro Parmeggiani, secretario general del vicariato romano. Est¨¢ a cargo, ha precisado a los medios de comunicaci¨®n, del Gobierno regional del Lazio (un gobierno de centro-derecha, gente de fiar, en fin). Nada debe, por tanto, preocuparnos ni quitarnos el sue?o. Si acaso la petici¨®n de la comunidad isl¨¢mica de quitar los crucifijos de las escuelas.
Al presidente de las Comunidades Isl¨¢micas de Espa?a, Riay Tatary, le parece muy justo y necesario que las escuelas p¨²blicas de Espa?a hagan con sus modestos crucifijos (las que a¨²n los conservan) como han hecho en Italia con la gran cruz del Papa. No se plantea el sensible se?or Ricay Tatary, conspicuo defensor de la coherencia constitucional, la supresi¨®n en pa¨ªses como Ir¨¢n de la teocracia isl¨¢mica. Es para hacerse cruces. Uno recuerda aquellos crucifijos aut¨¢rquicos y pretecnol¨®gicos contruidos con pinzas de madera y no puede evitar un estremecimiento de nostalgia. La infancia, ya lo dec¨ªa Rilke, es la patria del hombre, o su Estado asociado, vaya usted a saber.
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