La larga marcha del PNV
El panorama es muy emocionante. Ya no hablamos de gesti¨®n, sino de cosas serias. Estoy francamente ilusionado y no, no me da miedo el futuro, porque por mucha escalada de tensi¨®n que haya, no estamos en el 36". La opini¨®n de Xabier Ormaza, nacido en Getxo hace 31 a?os, licenciado en empresariales y militante del PNV, resume bien las impresiones de otros muchos nacionalistas vascos en el momento presente. Fiel a lo que considera una nueva cita con la historia, el partido-comunidad vuelve a estar en marcha. "Un pueblo en marcha", "un pa¨ªs en marcha", rezan los lemas oficiales del Gobierno vasco. ?En marcha, hacia d¨®nde?, cabr¨ªa preguntar, teniendo en cuenta que el nacionalismo niega que el plan Ibarretxe sea un plan independentista.
El Gobierno vasco se ha apoderado del programa del PNV no para aligerarlo o relativizarlo en aras de la convivencia, sino para recrearlo, potenciarlo y aplicarlo en clave exclusivamente nacionalista
Xabier Arzalluz ya ha dicho que no le quedan l¨¢grimas y que s¨®lo cabe optar entre el plan del 'lehendakari' Ibarretxe y la independencia pura y dura
Creen que el proceso de "cada vez menos Espa?a" les perpet¨²a en el poder, prefigura el reencuentro de los aut¨¦nticos vascos hacia la ansiada cota soberanista
Ibarretxe, tras asistir al homenaje a la Constituci¨®n: "Personalmente fue muy duro. Tenemos que mover sus posiciones muy r¨¢pido; si no, es imposible"
Jos¨¦ Luis Bilbao: "No habr¨¢ C¨®digo Penal que pueda parar a la sociedad vasca, que tiene la mayor renta y el mejor palacio de congresos del mundo"
El caso es que nadie en el PNV parece creer que este proceso conduzca al desastre. Cuentan con que la piedra caer¨¢, como siempre, en cabeza ajena
Lo que parece evidente es que el nacionalismo va a aplicarse con ah¨ªnco a la tarea de derruir la credibilidad de la justicia, el gran obst¨¢culo del soberanismo
Si hay una imagen-referencia del soberanismo actual, ¨¦sta podr¨ªa muy bien ser la escalada a una de las m¨ªticas monta?as de m¨¢s de 8.000 metros de la cordillera del Himalaya, tan hollada por otra parte por los monta?eros vascos. Y es que con el plan Ibarretxe es como si el PNV se propusiera instalar el campamento-base del nacionalismo a 7.500 metros de altura, una cota sumamente interesante, no s¨®lo porque sit¨²a a la expedici¨®n nacionalista fuera del alcance del Estado espa?ol y sin riesgo, aparente, de ser excluida de la Uni¨®n Europea -ya dice el lehendakari que fuera de Europa hace mucho fr¨ªo-, sino tambi¨¦n porque dejar¨ªa expedita la v¨ªa de la cumbre a las generaciones venideras. As¨ª, cuando los vientos de la Uni¨®n soplen favorablemente y el cielo aparezca despejado de nubarrones, nada impedir¨¢ entonces enviar una nueva cordada que haga cima y plante la ikurri?a entre las dem¨¢s banderas de la comunidad internacional. Curiosamente, esta met¨¢fora monta?era, infantil en lo que tiene de gesta so?ada, suscita el asentimiento y la aprobaci¨®n, incluso entusiasta, en militantes bastante serios que miden cautelosamente sus palabras a la hora de hablar para un medio no nacionalista.
El partido de la doble faz autonomista e independentista, el de la ret¨®rica radical y la pr¨¢ctica moderada, el del esencialismo doctrinario y el pragmatismo pol¨ªtico, abandona la calculada ambig¨¹edad que lo ha caracterizado en su trayectoria hist¨®rica, precisamente en el momento en el que las generaciones que no conocieron el franquismo toman posesi¨®n de las instituciones y de los ¨®rganos de poder interno. Lo hace resueltamente y sin romperse por dentro, como si los sectores pactistas y fundamentalistas, los veteranos y los j¨®venes, hubieran llegado a un pacto impl¨ªcito que les compromete a marchar juntos hasta alcanzar, al menos, esa cota 7.500 del plan Ibarretxe. Unos y otros creen que el proceso de "cada vez menos Espa?a" les asegura su perpetuaci¨®n en el poder, prefigura el reencuentro de los "aut¨¦nticos vascos" en el camino hacia la ansiada cota soberanista y, quiz¨¢, quiz¨¢, termine convenciendo tambi¨¦n a ETA de que ya no tiene sentido seguir matando.
S¨®lo tablas
Fuera del c¨ªrculo de militantes marginados, orillados o expulsados, ahora es casi imposible encontrar a un autonomista en el PNV. "Con el Estatuto hay una sensaci¨®n de agotamiento, un hartazgo enorme como cuando llegas a un punto de bloqueo en el ajedrez y ya s¨®lo puedes hacer tablas. Por eso hay que sacar un nuevo tablero, nuevas piezas, y jugar una nueva partida", comenta Unai Grajales, estudiante de ¨²ltimo curso de derecho, que con s¨®lo 25 a?os es ya concejal de Vitoria y presidente de la junta municipal del PNV de esa capital. M¨¢s improbable todav¨ªa es hallar a un autonomista dentro del Gobierno y del resto de las instituciones vascas. No deja de tener su l¨®gica, puesto que en un quiebro hist¨®rico sin precedentes, el Ejecutivo nacionalista vasco se ha apoderado del programa del PNV, no para aligerarlo, relativizarlo en aras de la convivencia y el inter¨¦s general, sino para recrearlo, potenciarlo y aplicarlo en clave exclusivamente nacionalista.
Tan evidente resulta esa matriz nacionalista, apenas maquillada con el concurso inerte e inerme de la IU vasca de Madrazo, que casi nadie se toma la molestia de negar que el plan Ibarretxe, programa estrat¨¦gico del nacionalismo vasco para los tiempos venideros, es exclusivamente un programa de los nacionalistas para los nacionalistas. Hace mucho que el tiempo de los consensos qued¨® periclitado en Euskadi y empez¨® a ser sustituido mentalmente por la b¨²squeda de la mitad m¨¢s uno de los votos. "?Que qu¨¦ pasa con los vascos no nacionalistas? A nadie se le obliga a ser vasco si es andaluz o gallego", indica Xabier Ormaza. Ya ha dicho Arzalluz que no le quedan l¨¢grimas y que s¨®lo cabe optar entre el plan Ibarretxe y la independencia pura y dura. Y es que este PNV que asiste satisfecho al impacto de su ofensiva soberanista se pinta un panorama sumamente halag¨¹e?o. "Con Batasuna ilegalizada, podemos alcanzar perfectamente los 700.000 votos y la mayor¨ªa absoluta en las pr¨®ximas auton¨®micas".
En contraste con los Gabinetes "de gesti¨®n" precedentes, en los que el lehendakari Ardanza predicaba que, a la hora de gobernar, la ideolog¨ªa cab¨ªa en la punta de la servilleta, el Ejecutivo actual de Ibarretxe aparece rebosante de doctrina, iluminado por la tarea hist¨®rica asumida. "Hoy hay que ser soberanista para poder aspirar a un puesto institucional", indica un responsable guipuzcoano que, como buena parte de los afiliados consultados para este reportaje, nada alejados por lo dem¨¢s de la ortodoxia oficial, agradece que no se publique su nombre. "En mi partido no gusta que las opiniones personales se aireen p¨²blicamente, aunque sean completamente inocuas. Estamos muy imbuidos de la consigna de que los trapos sucios se lavan en casa".
Sin el debate que exigir¨ªa una decisi¨®n tan trascendental, sin traumas aparentes ante la divisi¨®n pol¨ªtica y social que va labr¨¢ndose d¨ªa a d¨ªa, sin inquietud alguna ante un futuro que sus oponentes pol¨ªticos juzgan, por el contrario, tenebroso, el PNV se ha despojado de su faz autonomista para abrazar en bloque la causa del soberanismo. El mismo vac¨ªo dial¨¦ctico y argumental acompa?¨®, a?os atr¨¢s, la sorprendente decisi¨®n del PNV de renunciar a la ideolog¨ªa cristiano-dem¨®crata, verdadera se?a identitaria de este partido que se sit¨²a hoy en un limbo ideol¨®gico de dif¨ªcil catalogaci¨®n puesto que todas las etiquetas, incluida la de "social conservadora", resultan m¨¢s o menos forzadas. Desde la perspectiva que ofrece la agitada trayectoria centenaria de este partido, no deja de ser extravagante que el golpe pendular del nacionalismo -denominado moderado por contraste con el nacionalismo violento- se est¨¦ produciendo en la Espa?a de las autonom¨ªas del siglo XXI, tras cinco lustros de ejercicio continuado del poder auton¨®mico y en una Euskadi m¨¢s real que nunca en la historia, dotada de unas competencias que envidia cualquier otro nacionalismo sin Estado.
No estamos, en efecto, en los albores del nacionalismo vasco forjado a finales del XIX en el rechazo a la "invasi¨®n maqueta" espa?ola, ni tampoco en los ep¨ªgonos de la II Guerra Mundial, cuando el PNV crey¨® que los aliados derribar¨ªan a continuaci¨®n el r¨¦gimen franquista y avalar¨ªan la creaci¨®n de un Estado independiente vasco, en correspondencia con los servicios prestados. Pero ahora, como entonces, el "p¨¦ndulo patri¨®tico" que Sabino Arana puso en marcha en 1896 ha vuelto a detenerse en su extremo soberanista y nadie sabe si volver¨¢ a oscilar en un futuro pr¨®ximo, de la misma manera que nadie conoce tampoco el desenlace real de esta apuesta.
Porque lo que se deduce de las opiniones recabadas por este peri¨®dico es que la cuidadosa estrategia largamente dise?ada por el Gobierno de Ibarretxe a lo largo de los ¨²ltimos a?os se interrumpe en el momento del proceso en el que el lehendakari pueda enarbolar el apoyo plebiscitario a su proyecto y alzarse con la mayor¨ªa en el Parlamento de Vitoria. Entonces podr¨¢ oponer la "legitimidad vasca" a la "legalidad espa?ola" y obligarle al Estado a negociar. Es la etapa a cubrir en el a?o y medio pr¨®ximo.
Nuevas elecciones
"Lo previsible es que el Gobierno de Madrid y las Cortes rechacen el plan, pero nosotros tenemos que seguir nuestro camino de una manera u otra. Habr¨¢ seguramente nuevas elecciones auton¨®micas que se convertir¨¢n en un plebiscito sobre el plan, y el Gobierno vasco que se forme contar¨¢ entonces con una legitimidad enorme aunque el Estado espa?ol no se la reconozca. A partir de ah¨ª, s¨®lo podemos ganar, porque el Estado espa?ol deber¨¢ dar muchas explicaciones en el terreno internacional por no querer respetar la voluntad del pueblo vasco. Al final tendr¨¢ que aceptar un debate de igual a igual", sostiene Xabier Ormaza.
Si el invento funciona y no hay obst¨¢culos mayores, el nacionalismo se deslizar¨¢ decididamente por el tobog¨¢n soberanista, aunque este viejo partido guarda siempre los reflejos posibilistas. "Yo estoy por la independencia, pero, claro, depende de las circunstancias. ?Qu¨¦ circunstancias? Hombre, si Espa?a y Francia me ponen una alfombra para ir a Bruselas, digo que s¨ª a la independencia ma?ana mismo, pero si me dicen que la econom¨ªa se va a ir a pique o que van a llegar los tanques, entonces, claro, yo voto en contra", apunta un representante de la Administraci¨®n vasca. "No nos hemos vuelto locos. Queremos ser soberanos como Francia o Espa?a, pero el plan Ibarretxe es un planteamiento de m¨ªnimos, no es un planteamiento secesionista", subraya Unai Grajales.
El futuro es, pues, un terreno ignoto, una inc¨®gnita sujeta a m¨²ltiples variables en funci¨®n de la reacci¨®n del Estado, de la actitud de ETA, del grado de enfrentamiento y radicalizaci¨®n pol¨ªtico, de la capacidad de las fuerzas no nacionalistas para convencer a la ciudadan¨ªa vasca. Lo que s¨ª parece evidente, y la actualidad confirma a diario, es que el nacionalismo va a aplicarse con ah¨ªnco a la tarea de derruir la credibilidad del Estado y muy particularmente de la justicia, el gran obst¨¢culo de la aventura soberanista. Ciertamente, ¨¦sa es una tarea imprescindible si se quiere conseguir que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n vasca termine por aceptar con naturalidad la pol¨ªtica de desacato institucional y desobediencia civil, la pr¨¢ctica cotidiana del soberanismo de facto previsto en el programa.
En la catarata de declaraciones que agitan el nacionalismo vasco hay una palabra que se repite ¨²ltimamente con especial ¨¦nfasis. Es la palabra irreversible. La pronuncia, por supuesto, Batasuna, pero tambi¨¦n EA y algunos dirigentes del PNV. "El proceso soberanista debe ser irreversible", subrayan, como si el lehendakari no hubiera ido ya demasiado lejos, como si a estas alturas tuviera todav¨ªa un terreno de f¨¢cil retroceso. El t¨¦rmino irreversible marca la diferencia entre aquellos militantes del PNV que quieren ir r¨¢pidamente hasta el final, sin hacer ascos a la colaboraci¨®n con Batasuna, y aquellos que, igualmente aferrados al p¨¦ndulo, no descartan ret¨®ricamente, pese a las evidencias, que en caso de necesidad pueda darse un giro para alcanzar alg¨²n acuerdo circunstancial con los socialistas.
"Al contrario que Joseba Egibar, que se presenta como fact¨®tum de la unidad abertzale, yo no me veo gobernando con Batasuna", dice un cargo institucional. "Sinceramente", a?ade a rengl¨®n seguido, "espero que el proceso se detenga cuando obtengamos la mayor¨ªa absoluta y que el Gobierno de Madrid se avenga a negociar". La posici¨®n oficial del partido es que no puede haber alianza con Batasuna mientras esta formaci¨®n no se despegue de ETA, pero aunque el asunto de la pacificaci¨®n sobrevuele fantasmalmente el proceso, ¨¦se sigue sin ser el n¨²cleo del proyecto soberanista. "No sabemos qu¨¦ es lo que va a hacer ETA. El problema pol¨ªtico no es ETA, es el propio nacionalismo vasco que surgi¨® cuando a los vascos se nos introdujo con calzador en Espa?a en el siglo XIX", indica Unai Grajales, que, como otros j¨®venes peneuvistas, tiene bien aprendida la particular versi¨®n de la p¨¦rdida foral. As¨ª como ETA se erigi¨® en su d¨ªa en problema para poder exigir la soluci¨®n interesada que pusiera t¨¦rmino a sus propios desmanes, el nacionalismo institucional vasco crea hoy el conflicto para poder negociar desde una posici¨®n de fuerza.
El caso es que nadie en el PNV parece creer que este proceso conduzca al desastre. Como se sabe, la perspectiva del enfrentamiento m¨¢s bien estimula a los amigos de las emociones fuertes que cuentan con que la piedra caer¨¢, como siempre, en cabeza ajena, pero tampoco asusta en este caso a los posibilistas de buena conciencia que creen haber encontrado en Ibarretxe al exorcista ideal y al campe¨®n electoral de la temporada.
"No habr¨¢ C¨®digo Penal que pueda parar a la sociedad vasca, que tiene la renta familiar m¨¢s alta del Estado y dispone del mejor palacio de congresos del mundo", dijo el otro d¨ªa, euf¨®rico, el diputado general de Vizcaya, Jos¨¦ Luis Bilbao. No todos, sin embargo, se sienten tan c¨®modos en el agrio enfrentamiento verbal desatado. "El plan hay que verlo como un proyecto negociable; es para ser debatido, no para ser impuesto", destaca, por su parte, la diputada del Congreso Margarita Ur¨ªa, una persona de talante conciliador que ser¨¢ sustituida en los pr¨®ximos comicios generales. Todos hacen abstracci¨®n de la ruptura unilateral de las reglas del juego, del temor a la marginaci¨®n pol¨ªtica y social que el plan suscita entre los vascos no nacionalistas, de la amenaza latente de ETA, del hecho, poco cuestionable, de que las cosas no habr¨ªan llegado hasta aqu¨ª y en estos t¨¦rminos si el terrorismo no hubiera marcado a sangre y fuego el proceso pol¨ªtico vasco. Nadie habla de las consecuencias que acarrea el embarcar al conjunto del nacionalismo vasco en una traves¨ªa que parece condenada a la frustraci¨®n.
Sindicatos separados
"Eso de la divisi¨®n social est¨¢ por ver, yo no me lo creo", repiten, como si se tratara de temores gratuitos aventados con aviesas intenciones, como si ignoraran los efectos perversos de todo "choque de patrias", como si no supieran, por ejemplo, que el pasado d¨ªa 22, en Arrasate (Mondrag¨®n), los sindicatos nacionalistas ELA-LAB y los estatales CC OO-UGT se manifestaron por separado para protestar por la muerte en accidente laboral de un trabajador de la construcci¨®n de origen marroqu¨ª. "?El hecho de que nosotros no estemos perseguidos nos incapacita para plantear nuestro proyecto?", se pregunta Margarita Ur¨ªa.
Pero la pregunta sigue siendo c¨®mo es posible que un partido como el PNV se haya lanzado a la aventura sin que chirr¨ªen sus cuadernas internas. Una respuesta posible es que la doble faz del nacionalismo convive oportunistamente en gran parte de sus militantes. Otra es que al no haberse desprendido del dudoso legado sabiniano, ese partido ha seguido cultivando el antiespa?olismo y mitificando una supuesta soberan¨ªa originaria asentada en unos "derechos hist¨®ricos" inventados con anterioridad a la conquista de la democracia.
Aunque Margarita Ur¨ªa y otros militantes ven una evoluci¨®n positiva en el antiespa?olismo cong¨¦nito de su partido, hay detalles, y m¨¢s que detalles, que permiten cuestionar esa creencia. En la nueva ponencia pol¨ªtica que el PNV debe aprobar en enero se indica textualmente lo siguiente: "Pero los godos pasan y los vascos siguen. As¨ª ha sido hasta ahora. Y no vamos a ser nosotros quienes, en una historia tan larga y tenaz de resistencia, vayamos a ceder ante el ¨²ltimo godo". Ese p¨¢rrafo, que fuentes del PNV atribuyen al pu?o y letra de Xabier Arzalluz, sucede a la expresi¨®n "Madrid ladra y rompe lo prometido cuando se siente fuerte". ?Explica todo esto la incapacidad del PNV para hacer frente a la presi¨®n ideol¨®gica, pol¨ªtica y social de ETA, su tormentosa relaci¨®n amor-odio con el nacionalismo violento, su negativa a aceptar la condici¨®n vasca de cuerpo entero de los no nacionalistas y la significaci¨®n pol¨ªtica de las v¨ªctimas, su rechazo a extraer conclusiones pol¨ªticas ante la depuraci¨®n terrorista?
Se van de Euskadi
Porque el silencioso goteo de bajas prosigue invariable en la Euskadi presoberanista. Por prescripci¨®n policial, sin anuncios, ni despedidas, casi clandestinamente, una familia de cinco miembros acaba de abandonar su tierra. Haber combatido al franquismo y haber pagado con la c¨¢rcel, defender el euskera y la cultura vasca no contabilizan en el haber de ETA cuando el terrorismo se marca un objetivo. As¨ª se obtiene el desistimiento que se persigue, as¨ª avanza la causa, as¨ª se labra el futuro vasco, cinco votos menos para cuando llegue el gran d¨ªa. Se dir¨ªa que el nacionalismo ha acabado por convertirse en reh¨¦n de sus propias contradicciones y que no ha encontrado m¨¢s salida que la huida pol¨ªtica hacia delante que ETA-Batasuna lleva proponi¨¦ndole desde hace cinco lustros.
Hay otras explicaciones, m¨¢s pedestres, para esa unanimidad general que muestra el nacionalismo. "El poder es una argamasa muy potente y mi partido lleva 23 a?os ejerci¨¦ndolo ininterrumpidamente", apunta un militante cr¨ªtico que reconoce
"la presi¨®n soberanista" desplegada por el t¨¢ndem sindical ELA-LAB en los ¨²ltimos tiempos. "Adem¨¢s", a?ade, "a estas alturas somos ya maestros del victimismo, aprovechamos muy bien los errores y la sobreactuaci¨®n del PP para justificar decisiones adoptadas con anterioridad". A su juicio, la unanimidad que se exhibe es m¨¢s aparente que real. "Hay mucha gente que no cree verdaderamente en el plan Ibarretxe, pero como tampoco cree en nada, no quiere aparecer como tibio y arriesgarse a que lo lapiden y le dejen sin trabajo. Todo el mundo maneja varias m¨¢scaras y m¨²ltiples tarjetas de visita, a utilizar seg¨²n el interlocutor. Si perdemos el poder", dice, "nos quedaremos en chasis".
Por mucho juego que d¨¦ la invocaci¨®n al bloqueo estatutario, argumento principal de la "reforma estatutaria" en curso; por grandes que sean los reproches al poder central en esta materia, tan leg¨ªtimos como discutibles seguramente, lo que subyace en el plan de Ibarretxe es una cuesti¨®n de oportunidad y de temor a perder el poder acumulado en estas d¨¦cadas. Tener que entregar ese poder a los espa?olistas act¨²a como coartada a?adida que gana cuerpo en la medida en que se presenta a los partidos no nacionalistas, e impl¨ªcitamente a sus votantes, desnaturalizados, despojados de su condici¨®n real de vascos.
Militantes del PNV, como Andoni Unzalu, cr¨ªticos con la actual deriva de su partido, explican que la ruptura del marco estatutario empez¨® ya a fraguarse en los a?os noventa cuando el PNV comprob¨® con sorpresa que el conjunto del voto nacionalista decrec¨ªa progresivamente. "Hasta entonces est¨¢bamos convencidos de que la paulatina implantaci¨®n del euskera y una buena gesti¨®n de la autonom¨ªa con Ardanza har¨ªan que la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n se adhiriera natural y progresivamente al nacionalismo, pero entonces descubrimos que lo que nos hab¨ªan dado los no nacionalistas con el estreno del estatuto no era exactamente un voto de confianza de por vida, sino un cheque de diez a?os que empezaba a caducar. Ah¨ª empezaron los temores y los primeros movimientos, la b¨²squeda de acuerdos con Batasuna y ETA, el dise?o de una estrategia de pacificaci¨®n, la ruptura del pacto de Ajuria Enea y de la alianza gubernamental con los socialistas", se?ala Andoni Unzalu. Despu¨¦s de haber establecido en el pacto de Ajuria Enea que la violencia de ETA era "la manifestaci¨®n m¨¢s dram¨¢tica de la intolerancia antidemocr¨¢tica", el PNV regres¨® entonces a sus cuarteles de invierno para diagnosticar que el terrorismo vasco era "la expresi¨®n de un conflicto pol¨ªtico irresuelto".
Como conclusi¨®n de ese debate interno, en el que el PNV proclam¨® que su prop¨®sito era "el logro de la soberan¨ªa del pueblo vasco, el ejercicio paulatino de su autodeterminaci¨®n y la consecuci¨®n de la unidad territorial", la direcci¨®n de ese partido anunci¨® en enero de 1997 que estaba "dispuesta a arriesgar y moverse por la paz" y que tratar¨ªa de conseguir este objetivo "por el camino m¨¢s corto posible". Seg¨²n Andoni Unzalu y otras fuentes nacionalistas, las gigantescas movilizaciones ciudadanas por Miguel ?ngel Blanco (concejal del PP de Ermua secuestrado y asesinado por ETA en julio de ese mismo a?o) acrecentaron extraordinariamente esos temores y precipitaron los planes del PNV. De ah¨ª vendr¨ªa el acuerdo con ETA y el Pacto de Lizarra.
Con un constitucionalismo a la ofensiva, esos mismos temores impidieron que el nacionalismo extrajera las lecciones de la ruptura de la tregua de ETA. Y las dudas y los titubeos se esfumaron completamente en las auton¨®micas de 2001, en las que Ibarretxe mostr¨® que la v¨ªa soberanista estaba jalonada por el ¨¦xito electoral. Permisiva y condescendiente con un nacionalismo que ha obtenido su centralidad gracias al ejercicio permanente del victimismo y a la existencia del mundo nucleado por ETA, buena parte de la sociedad vasca parece como sofronizada y permeable al discurso de Ibarretxe, que envuelve h¨¢bilmente su proyecto de ruptura en el celof¨¢n de las bellas palabras: "proyecto de convivencia", "di¨¢logo", "reforma estatutaria", "relaci¨®n amable con Espa?a".
Consumado int¨¦rprete de su propio personaje, el lehendakari llega al extremo de afirmar que el objetivo de su plan no es otro que el de "incrementar la felicidad de los vascos y vascas". Con todo, al d¨ªa siguiente de participar en el acto de presentaci¨®n del XXV aniversario de la Constituci¨®n, asistencia que fue presentada como un gesto de buena voluntad y una prueba de que no alberga intenciones rupturistas, tuvo el desliz de sincerarse ante testigos inoportunos en los siguientes t¨¦rminos: "Personalmente fue muy duro, pero fue una decisi¨®n pol¨ªtica. Tenemos que mover sus posiciones y muy r¨¢pido; si no, es imposible. Tenemos que hacer as¨ª las cosas, si no lo tenemos dif¨ªcil".
Provocaciones de Arzalluz
Durante muchos a?os, particularmente por boca de Arzalluz, el nacionalismo vasco ha seguido la t¨¢ctica de provocar verbalmente al conjunto de Espa?a desde la impunidad pol¨ªtica del que sabe que esos excesos le ser¨¢n siempre perdonados en casa -"son cosas de Xabier", comentaban en el PNV ladeando la cabeza- y servir¨¢n para atraer a las fuerzas nacionalistas m¨¢s radicales. Practicado tambi¨¦n por otros nacionalismos, ¨¦ste es un juego doblemente perverso en la medida en que, a la larga, consigue suscitar entre el resto de los habitantes del Estado una reacci¨®n de rechazo gen¨¦rico hacia lo vasco que tiene, a su vez, el efecto de arropar y fortalecer el nacionalismo y de reducir el terreno de la oposici¨®n vasca al nacionalismo.
Algo de eso est¨¢ pasando desde hace a?os y con eso cuentan no pocos dirigentes del PNV que se encuentran muy c¨®modos en esta pelea descarnada destinada a convencer a los vascos de que "como los espa?oles nos odian, no tenemos m¨¢s alternativa que la separaci¨®n". Si ¨¦sa es la t¨¢ctica, la pol¨ªtica nacionalista parece inspirada en un juego, como el del mus, basado en el enga?o y el solapamiento, que permite el intercambio de se?as c¨®mplices con la pareja y que trata de inducir al contrario al error, simulando tener poco juego o unas cartas fant¨¢sticas. Pero esta vez, lo que hay sobre la mesa es un ¨®rdago a la grande.
Arzalluz pierde, a favor de Ibarretxe, los atributos del l¨ªder carism¨¢tico
GANE O PIERDA en su apuesta sucesoria que le lleva a proponer a Joseba Egibar como sustituto o a prolongar su mandato, el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, ha dejado ya de ser la omnipotente referencia del nacionalismo, aunque sus fieles y el conjunto del partido sigan profes¨¢ndole cari?o y agradecimiento por los servicios prestados. Consciente o inconscientemente, la militancia nacionalista y, particularmente, las nuevas generaciones emergentes en la esfera p¨²blica est¨¢n despoj¨¢ndole de los atributos propios del l¨ªder carism¨¢tico: la fortaleza, la convicci¨®n, la seducci¨®n, la intuici¨®n..., para transfer¨ªrselos paulatinamente a Juan Jos¨¦ Ibarretxe. La dial¨¦ctica provocadora, hosca, soberbia, inevitablemente tronante, del todav¨ªa presidente del PNV ha dejado de encandilar en un nacionalismo que, tras las elecciones auton¨®micas de 2001, sabe que guarda el poder gracias al estilo Ibarretxe. Al fin y al cabo, el lehendakari ya ha demostrado que su audacia es ilimitada y que puede ir tan lejos como el que m¨¢s, gracias, precisamente, a sus formas conciliadoras, a su actitud bondadosa, beat¨ªfica incluso, que disipa muchas dudas, act¨²a de b¨¢lsamo eficaz en las malas conciencias y retiene a los satisfechos y bienpensantes. El estilo mirlo blanco, real o aparente, se impone decididamente en las altas esferas de representaci¨®n. A ese modelo responde Josu Jon Imaz, actual portavoz del Gobierno vasco y candidato del aparato para sustituir a Xabier Arzalluz, y tambi¨¦n su m¨¢ximo aliado, el presidente de la poderosa ejecutiva del PNV de Vizcaya, ??igo Urkullu.
De la trastienda del PNV, del aparato del partido, han surgido en los ¨²ltimos tiempos decenas de burukides (dirigentes), perfectos desconocidos de la opini¨®n p¨²blica, que est¨¢n copando los cargos org¨¢nicos y los puestos de m¨¢xima responsabilidad en el Gobierno y en el resto de las instituciones vascas. Los presidentes de las ejecutivas de Vizcaya, Guip¨²zcoa y ?lava: ??igo Urkullu, Juan Mari Juaristi, I?aki Geranabarrena, y los diputados generales de Guip¨²zcoa, Joxe Joan Gonz¨¢lez de Tx¨¢barri, y de Vizcaya, Jos¨¦ Luis Bilbao, constituyen los elementos m¨¢s destacados de ese nutrido grupo de consejeros, parlamentarios, alcaldes y concejales que, no sin resistencia, est¨¢ desplazando a la vieja guardia del partido. Es la generaci¨®n Ibarretxe, pero tambi¨¦n la generaci¨®n posterior a la del lehendakari, j¨®venes y ya no tan j¨®venes encuadrados desde la adolescencia en las juventudes del partido (EGI) que nacieron pol¨ªticamente con el Estatuto en marcha y que no han mamado m¨¢s doctrina que la destilada org¨¢nicamente dentro de un PNV hegem¨®nico, dominador, due?o y se?or de Euskadi.
La profesi¨®n de un independentismo sin complejos, el desprecio hacia la autonom¨ªa, el ansia de poder y, generalmente, la nula experiencia profesional en la empresa privada -llevan casi toda su vida laboral rotando en puestos de la Administraci¨®n vasca- constituyen algunos de los rasgos caracter¨ªsticos de este relevo generacional que debe culminar a finales de enero con la renovaci¨®n del EBB, el ¨®rgano de la direcci¨®n del partido. En estos momentos de refriega interna no faltan quienes les presentan como aut¨¦nticos aparatchick, gentes temibles, sin verdadera formaci¨®n, pero atribuirles la ruptura con la tradici¨®n pactista del PNV y un marcado complejo respecto al mundo de Batasuna puede resultar excesivo si se tiene en cuenta que este colectivo no deja de ser heterog¨¦neo y que el golpe pendular del nacionalismo ha sido dirigido por los anteriores dirigentes del partido. Aunque procede igualmente de EGI y su edad, 44 a?os, le equipara con las nuevas generaciones, el portavoz del PNV y delf¨ªn de Arzalluz, Joseba Egibar, es un caso diferente porque tom¨® las riendas de su partido en Guip¨²zcoa ya en 1987, cuando la escisi¨®n de EA dej¨® a la organizaci¨®n peneuvista en esta provincia reducida a la m¨ªnima expresi¨®n.
El dec¨¢logo ideol¨®gico de estas nuevas generaciones est¨¢ hecho de la convicci¨®n de que el soberanismo originario del pueblo vasco es incuestionable y que espa?ol y vasco son condiciones completamente antit¨¦ticas. As¨ª, los dirigentes del PSE-EE y del PP vasco son tachados con gran soltura de "nacionalistas espa?oles", desde la idea de que "todo el mundo es, en realidad, nacionalista". Espa?a no les ofrece nada interesante, pese a que m¨¢s de uno niega ser antiespa?ol y, como ejemplo, cita sus excursiones tur¨ªsticas por el resto de Espa?a. Aunque la pregunta de si se sienten explotados econ¨®micamente por Espa?a no recoge forzosamente una respuesta rotundamente afirmativa, est¨¢n convencidos de que tampoco en ese terreno seguir perteneciendo al Estado espa?ol les aporta algo positivo. El desafecto hacia la autonom¨ªa se agiganta cuando hablan de la democracia espa?ola. En l¨ªnea con las manifestaciones de sus l¨ªderes, Xabier Arzalluz particularmente, dudan seriamente de que exista incluso una verdadera democracia en Espa?a. A su juicio, la sociedad vasca es, naturalmente, m¨¢s tolerante que la espa?ola, y, por supuesto, la Euskadi independiente con la que sue?an ser¨¢ un ejemplo para el mundo, tambi¨¦n en lo que se refiere a los derechos humanos. Dicen compartir con Batasuna la idea de pa¨ªs, pero que les separa radicalmente la violencia, aunque, claro, con las agresiones hist¨®ricas y presentes del Estado espa?ol, ellos, los nacionalistas no violentos, se encuentran atrapados. Descalifican rotundamente a movimientos como Basta Ya o el Foro Ermua -"son instrumentos del PP", dicen, dando p¨¢bulo a la propaganda oficial-, pero admiten a Gesto por la Paz como aglutinante del testimonio humanitario de solidaridad con las v¨ªctimas. Creen a pie juntillas en la existencia de torturas y muchos de ellos no excluyen tampoco de esas pr¨¢cticas a la Ertzaintza. "No me gustan las polic¨ªas", dice m¨¢s de uno. Seguir, seguir adelante, sin perder el poder. ?se es tambi¨¦n su lema.
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