El bombero pir¨®mano: el Plan Ibarretxe
Si hay que guiarse por los elementos externos habr¨ªa que decir que una de las habilidades pol¨ªticas del actual lehendakari radica sin duda alguna en tratar de administrar productos t¨®xicos que se ofrecen al p¨²blico a t¨ªtulo de salut¨ªfera p¨®cima. La propuesta de "libre asociaci¨®n" que el Gobierno vasco remiti¨® a su Parlamento el pasado s¨¢bado es un buen ejemplo. Lo m¨¢s curioso del producto t¨®xico que el lehendakari apadrina no es su dudosa regularidad jur¨ªdica, sino mas bien lo muy adecuadamente que pone de relieve las contradicciones internas del discurso del nacionalismo vasco. A las que corresponden las que son su consecuencia: las contradicciones internas de la propuesta misma. Mas vayamos por partes.
El postulado fundamental del discurso del nacionalismo vasco es la propia afirmaci¨®n nacional: la Naci¨®n Vasca, afirmaci¨®n que responde desde su cuna a una doble nota. De un lado, es una afirmaci¨®n etnicista: el pueblo vasco lo es en cuanto pueblo singular, esto es, distinto de los de su contexto; del otro, se trata de un etnicismo excluyente: desde su origen la afirmaci¨®n nacional se ha dirigido contra el enemigo interior. Los "nuevos vascos" que en lugar del caser¨ªo vienen de la emigraci¨®n y los "malos vascos" que los atraen y los acogen. Buena parte de las razones que permiten entender la naturaleza comunitaria del nacionalismo vasco y su incapacidad para construir un modelo nacional capaz de ser asumible por todos los vascos se hallan precisamente en ese tipo particular de afirmaci¨®n nacional, que no es la ¨²nica en el seno del nacionalismo vasco, pero s¨ª es, desde luego, la dominante. La ra¨ªz ¨²ltima de la "guerra del Norte" esto es de la guerra civil vasca, se halla precisamente ah¨ª. Ahora bien el nacionalismo vasco nunca ha tenido ni ha podido dar una definici¨®n clara del hecho nacional, abandonada la singular mixtura de integrismo y racismo de la formulaci¨®n sabiniana, cuya sombra a¨²n colea, el nacionalismo vasco ha sido incapaz de determinar de forma n¨ªtida cual es la contestaci¨®n correcta a la pregunta crucial: ?qui¨¦n es vasco? No sin raz¨®n, tomando nota de la hegemon¨ªa peneuvista, ha podido decir Javier Corcuera: "Es vasco lo que el que el PNV dice que es vasco". Claro que eso tiene un peaje. Y ¨¦ste aparece en la primera p¨¢gina del plan del lehendakari.
El punto de partida del discurso es la afirmaci¨®n del postulado: el Pueblo Vasco (may¨²scula por favor) es un pueblo "singular" cuyas ra¨ªces se hunden en la historia. Ese pueblo esta implantado en siete territorios hist¨®ricos en dos estados. Cuatro m¨¢s tres igual uno. Ese pueblo tiene derecho a decidir su propio futuro sobre la base del derecho de autodeterminaci¨®n... adoptado por el Parlamento de tres de los territorios susodichos. Ese derecho se articula en la forma de consulta, es el "derecho a ser consultados" sobre su propio futuro. Pero se trata de una consulta muy peculiar: su opini¨®n es decisi¨®n, es LA decisi¨®n para ser exactos. El titular de ese derecho son los ciudadanos y ciudadanas vascos, todos, en los siete territorios. No los nacionales vascos, los ciudadanos, y son ciudadanos los que la ley (vasca) determine como tales.
De conformidad con ese fundamento autodeterminista el pueblo de tres de esos territorios (?no eran siete?) adopta la decisi¨®n de cambiar su status mediante un pacto pol¨ªtico basado en la libre asociaci¨®n. Y en consecuencia por s¨ª solos los ciudadanos de esos tres territorios ratifican un determinado documento constitucional.
Ya s¨¦ que eso es un galimat¨ªas: que si el Pueblo Vasco tiene derecho a la autodeterminaci¨®n lo tiene como tal, y su voluntad no puede ser suplantada por la de los ciudadanos de dos o tres de los siete territorios, a no ser que lo que se reivindica es la autodeterminaci¨®n de la Comunidad Aut¨®noma Vasca, que, al hacerlo por s¨ª y ante s¨ª, destruye la naci¨®n vasca al deshacer la unidad ¨¦tnico-nacional mediante una autodeterminaci¨®n particular. Que en todo caso los llamados a decidir en nombre de la naci¨®n son los nacionales, y no s¨®lo aquella parte a la que la ley de la comunidad aut¨®noma designa como ciudadanos vascos. Que si de lo que se trata es de ofertar un pacto para que ¨¦ste exista debe haber m¨¢s de un contratante, que aqu¨ª por cierto no aparece, y si de lo que se trata de asociarse con otros la decisi¨®n final corresponder¨¢ a los vascos y a los otros, y no solo a una parte cuidadosamente indefinida de los vascos. Si se trata de alimentar los temores, incrementar las tensiones, crispar las relaciones y empeorar las cosas no cabe duda que la doctrina del pre¨¢mbulo es indicada: contiene las semillas del conflicto abierto no solo entre los nacionalistas y los que no lo son, sino sobre todo entre los nacionalistas mismos.
Como si no bastara un conflicto civil entre nacionalistas y no nacionalistas, el plan alimenta una confrontaci¨®n en el seno de la confrontaci¨®n: de las instituciones de Euzkadi con las de los territorios, las de estos entre s¨ª, y las de los nacionalistas contra los nacionalistas. Los bufidos de las instituciones de Navarra y el desmarque de las alavesas son un buen indicador: es una propuesta basada en la mayor¨ªa relativa de la poblaci¨®n de dos territorios la que pretende hablar por la del conjunto de los siete. E imponer un pacto de asociaci¨®n cuya definici¨®n se reserva. Eso es el Plan. Hab¨ªa un incendio y lleg¨® el lendahakari con su soluci¨®n: extinguirlo aliment¨¢ndolo con gasolina.
Manuel Mart¨ªnez Sospedra es profesor de Derecho de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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