Una calma sonriente
Bastaron unos segundos, solamente unos segundos, el tiempo necesario para que el tenor peruano Juan Diego Fl¨®rez dijese "Ridente la calma" (las primeras palabras de la conocida aria de Mozart del mismo t¨ªtulo), para intuir que se iba a vivir una tarde m¨¢gica. El color vocal era de una hermosura sobrenatural; el fraseo, de una elegancia suprema; la dicci¨®n, perfecta. Y adem¨¢s se contaba con una ac¨²stica c¨¢lida, la del encantador teatro Carri¨®n de Valladolid, que favorec¨ªa la comunicaci¨®n inmediata, y con un p¨²blico que arropaba con afecto al tenor: los forasteros, de Madrid, Galicia y otros lugares, que siguen al cantante all¨¢ donde vaya; los locales, orgullosos de tener en su ciudad al tenor m¨¢s carism¨¢tico de la actualidad. Los primeros indicios se fueron confirmando conforme la noche transcurr¨ªa. El recital fue, sencillamente, memorable, muy superior al que los mismos artistas dieron en la pasada Quincena de San Sebasti¨¢n.
Juan Diego Fl¨®rez
Juan Diego Fl¨®rez (tenor). Con Vincenzo Scalera (piano). Arias de Mozart, Cimarosa, Rossini, Ayarza de Morales, Chabuca Granda, Massenet, Faur¨¦, Bizet y Donizetti. Asociaci¨®n Cultural Salzburgo. Teatro Carri¨®n. Valladolid.
En la primera parte, Juan Diego Fl¨®rez y su pianista Vincenzo Scalera (estupendo tambi¨¦n durante toda la velada) se movieron entre Mozart y Rossini, con Cimarosa de puente. Dos hitos: 'Si spande al sole', de Il re pastore, de Mozart, y 'Che ascolto, ohim¨¨', de Otelo, de Rossini. Su Mozart fue, a mi modo de ver, la sensaci¨®n de la noche: refinado, humanista, de una calma sonriente. En 2006, en el 250? aniversario del nacimiento del compositor, Fl¨®rez va a participar en Cos¨¬ fan tutte en Salzburgo bajo la direcci¨®n de Simon Rattle. Tomen nota, puede ser una bomba. En cuanto al Rossini ya se sabe que es la especialidad de la casa. Fl¨®rez lo rubric¨® una vez m¨¢s, aplicando hasta las ¨²ltimas consecuencias la consigna del maestro -"melod¨ªa sencilla, ritmo claro"-, con una enorme habilidad para que pareciese f¨¢cil lo m¨¢s dif¨ªcil.
Hasta el delirio
Del bloque en espa?ol fue emocionante Hasta la guitarra llora y espectacular La flor de la canela. En cuanto al franc¨¦s destac¨® la intensidad de su Massenet y la pericia de su Bizet. Al final, la traca. Inconmensurable su A mes amis, de Donizetti, con la que se cerr¨® el programa oficial del concierto: el tenor lo repiti¨® como primera propina ante el delirio de la sala. Y para que no bajase el tono de la fiesta, versiones impolutas de Una furtiva lacrima o La donna ¨¨ mobile. La exhibici¨®n de agudos casi era lo de menos. Lo importante era la manera de extraer la musicalidad de estas piezas, que en la mayor parte de las ocasiones son ¨²nicamente un pretexto para la pirotecnia. Fl¨®rez termin¨® con una romanza de zarzuela. Hab¨ªa quien se secaba las l¨¢grimas al abandonar la sala. Fue una noche m¨¢gica, de una calma sonriente, casi irreal.
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