Max en Valverde
El quiosquero recorta el cup¨®n de EL PA?S y me entrega el libro del d¨ªa con el diario levemente mutilado. El quiosco est¨¢ en la Gran V¨ªa y es un ejemplo caracter¨ªstico del gusto, mal gusto, pompier, del alcalde Manzano, una imitaci¨®n, parodia, modernista y afrancesada, hecha de un metal que parece pl¨¢stico, o de un pl¨¢stico que parece metal. El libro del d¨ªa es La calle de Valverde, de Max Aub, novela espl¨¦ndida de un escritor ¨¢cido y l¨²cido, comprometido con su tiempo, con un tiempo dif¨ªcil que le conden¨® a largos a?os de exilio, amargo y fecundo, en M¨¦xico. Aub, que defini¨® la tarea del novelista como la obra de "un periodista iluminador", plasm¨® en estas p¨¢ginas una cr¨®nica magistral del Madrid de la dictadura de Primo de Rivera, cr¨®nica m¨²ltiple cuyos personajes pululan por chiscones y buhardillas, salones burgueses y tertulias ilustradas, calles y plazas de una ciudad en v¨ªsperas de su mayor tragedia, anunciada ya en los modos del campechano dictador, censor de las libertades p¨²blicas y notorio juerguista y noct¨¢mbulo.
La calle de Valverde est¨¢ a dos pasos, se la distingue bien porque nace a un costado del edificio de la Telef¨®nica, uno de los rascacielos m¨¢s peque?os del mundo. El mayest¨¢tico edificio termin¨® de construirse en los a?os en los que transcurre la novela y merece en ella un leve comentario. Uno de los personajes pregunta a sus amigos: "?Qu¨¦ os parece la Telef¨®nica y el Madrid-Par¨ªs?". Y se contesta: "Como en Nueva York". Los almacenes Madrid-Par¨ªs, s¨ªmbolo de la modernidad neoyorquina, se convirtieron m¨¢s tarde en Sepu, establecimiento no menos emblem¨¢tico en la posguerra que ech¨® el cierre meses atr¨¢s.
La calle de Valverde sigue estando donde estaba, donde la ubica el narrador: "La calle de Valverde es una isla, o un istmo, recoleta, con Fuencarral 'a un paso'; la Corredera 'ah¨ª al lao', bajando: 'cruzas la del Barco y la de Ballesta y ya est¨¢s". La calle de Valverde sigue siendo un istmo, pero en su primer tramo, en la pendiente que baja de Desenga?o a Puebla, ha dejado de ser recoleta y de ser isla. Marcar a una de las v¨ªas dedicadas de anta?o al desempe?o peripat¨¦tico de lo que algunos llamaron el oficio m¨¢s viejo del mundo, es una de esas iron¨ªas que muy a menudo se permite el callejero madrile?o.
"A cualquier hora", escribe Aub, "la calle de Valverde parece de provincia. No es que no sea madrile?a -lo es como la primera-, pero entre la bullanguer¨ªa de la de Fuencarral, la algarab¨ªa de la Corredera, el tr¨¢fico de la Gran V¨ªa, da la impresi¨®n, a los pocos que por ella transitan, de un retorno a los tiempos pasados.
Esa calle de Valverde, recoleta y provinciana, a¨²n existe, del otro lado de esta v¨ªa en forma de valle. En la esquina con Puebla, el hist¨®rico convento y colegio de las madres mercedarias de Don Juan de Alarc¨®n trata de imponer cierta austeridad a la zona frente a los desafiantes destellos de ne¨®n de un sex-shop.
Hubo otra iglesia y otro colegio en Valverde pero un d¨ªa los padres agustinos, pioneros de la burbuja inmobiliaria, se mudaron a las afueras y en sus solares se edificaron los edificios m¨¢s feos de esta calle.
El severo inmueble de la Real Academia de Ciencias Exactas, F¨ªsicas y Naturales sirve tambi¨¦n de frontera con la Valverde cosmopolita de la inmigraci¨®n, donde abundan los supermercados orientales, los restaurantes latinoamericanos y los locutorios internacionales; una peluquer¨ªa posticer¨ªa de este tramo se define en su r¨®tulo como euro-afro-americana.
Buena parte de la acci¨®n de esta novela luminosa e iluminadora transcurre en el n¨²mero 32 de la calle. Aunque puede que la numeraci¨®n haya cambiado, la casa tiene que ser una de esta parte, una de " las casas de tres pisos" que "dan aspecto se?orial a la manzana" con sus "largos, anchos balcones de hierro sencillos; piedra gris, grandes portales: altos, hondos, anchos". En los bajos comerciales del 32 actual, en vez de la tienda de antig¨¹edades y la de pianos, hay una sauna gay y un local que pertenece, o perteneci¨®, a una oeneg¨¦. M¨¢s arriba, una placa recuerda la memoria de las grandes actrices Mercedes, Matilde y Guadalupe Mu?oz Sampedro, vecinas y contempor¨¢neas de Aub y de los personajes de su obra maestra.
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