Territorios por paz
La conocida f¨®rmula se hab¨ªa convertido en un mantra: Paz por Territorios. Los palestinos aceptaban la legitimidad de Israel, cesaban en su combate y el Estado sionista evacuaba los territorios para que en ellos se edificara una entidad pol¨ªtica, presuntamente un d¨ªa, la Palestina independiente. Pero, con el desarrollo del proceso de paz de Oslo, los t¨¦rminos han ido cambiando, de manera que lo que hoy tampoco se negocia es, en realidad, Territorios por Paz. Los palestinos son los que tendr¨ªan ahora que renunciar a gran parte de los territorios para que Israel aceptara la firma de la paz. Y todo ello lleva a la patente imposibilidad de poner fin al estado de guerra en Oriente Pr¨®ximo.
La firma del acuerdo de autonom¨ªa palestina y negociaci¨®n de una paz futura, de septiembre de 1993 en Washington, se basaba en un fenomenal equ¨ªvoco del que, sin embargo, las partes eran bien conscientes. Israel entend¨ªa que negociaba con la OLP el reparto de los territorios ocupados en la guerra de 1967, de forma que obtuviera la paz a cambio de la devoluci¨®n de s¨®lo una parte de los mismos; y los palestinos que, como en los textos firmados se basaba la soluci¨®n del conflicto en las resoluciones de la ONU 242 y 338, y ¨¦stas, inequ¨ªvocamente, afirman la obligaci¨®n de la retirada total israel¨ª, iban a recuperar Cisjordania, Jerusal¨¦n-Este y Gaza con, a lo sumo, retoques fronterizos, negociados por las partes.
El equ¨ªvoco era p¨²blico, pero unos y otros prefirieron embarcarse en aquella charada, confiando en que una nueva din¨¢mica de paz les har¨ªa porosos a la concesi¨®n rec¨ªproca y santas pascuas. En semejante tesitura, Israel segu¨ªa colonizando esos territorios-almoneda ampar¨¢ndose en una teor¨ªa, que no respalda en el ancho mundo ni siquiera Washington, de que las 242 y 338 no exigen una retirada completa, sino que ¨¦sta puede ser a la carta. Mientras, a trancas y barrancas, se negociaba, Israel se iba comiendo la materia prima de la negociaci¨®n, la tierra palestina, lo que hac¨ªa la paz, literalmente, imposible.
Es perfectamente argumentable, de otro lado, que cualesquiera que fuesen las concesiones israel¨ªes -devoluci¨®n de territorios-, una parte del movimiento palestino no se sentir¨ªa nunca satisfecho, puesto que su objetivo es el de la destrucci¨®n del Estado sionista, pero el tronco esencial del mismo, representado por la Autoridad Nacional y su presidente, Yasir Arafat, s¨ª que aceptaba ese plan de Paz por Territorios, y ser¨ªa la frustraci¨®n de ver que no se avanzaba, sino que se retroced¨ªa, con la colonizaci¨®n israel¨ª, en la recuperaci¨®n de los mismos, lo que llevaba al desencadenamiento del terrorismo suicida y masivo en 1996, y a la segunda Intifada, de fin de 2000.
Ariel Sharon, elegido primer ministro en febrero de 2001, daba otra vuelta de tuerca a la situaci¨®n, poniendo en pr¨¢ctica, como el presidente Bush posteriormente en Irak, el llamado castigo preventivo: la muerte a domicilio de los presuntos asesinos, unos m¨¢s o menos probados y otros, simplemente, que estaban por all¨ª. Y todo ello orlado de exacciones extremas sobre el pueblo palestino, como la demolici¨®n de viviendas por simple parentesco de sus moradores con los terroristas y, en general, una tentativa de rapar al cero los territorios ocupados. Finalmente, el l¨ªder israel¨ª completaba el cuadro exigiendo a la Autoridad Palestina que liquidara los circuitos del terror como condici¨®n previa a cualquier negociaci¨®n, que ¨¦l mismo proclamaba que nunca llevar¨ªa a un desmantelamiento extenso de las colonias; es decir, reclamaba que la AP se embarcara en una guerra civil a cambio de no se sabe qu¨¦, pero s¨ª se sabe que muy poco. Todo ello tiene como fin la maduraci¨®n de una Palestina sin futuro para hacerla avenirse alg¨²n d¨ªa, bajo alg¨²n jefe, cualquier jefe, pero siempre sucesor de Arafat, a una transacci¨®n territorial leonina. Y eso tampoco parece conducente a la paz.
Cuando Israel protesta contra los resultados de una reciente encuesta de alcance europeo, en la que se le califica de grave amenaza para la paz mundial, alguien deber¨ªa caer en la cuenta de que puede que todo lo anterior tenga algo que ver con la opini¨®n que refleja la consulta. Y eso, contrariamente a lo que dice el Gobierno de Sharon, no es antisemitismo; es que a la opini¨®n europea no le gusta la pol¨ªtica del Estado jud¨ªo. ?Y por qu¨¦ no ha de poderse?
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