La multiplicaci¨®n de la novela
?ste es un libro central, dentro de la cuantiosa producci¨®n de Andr¨¦ Gide (premio Nobel de Literatura en 1947), sin duda el escritor franc¨¦s m¨¢s influyente de la primera mitad del siglo XX. Para empezar, fue el ¨²nico que su propio autor calific¨® como "novela", dentro de una bibliograf¨ªa de m¨¢s de 80 t¨ªtulos, de los que 32 fueron narrativos, con lo que sin duda ya quiso decir algo. A los dem¨¢s los llam¨® "relatos", "tonter¨ªas" ("bromas", soties en franc¨¦s) o "textos l¨ªricos", y as¨ª aparecen en el volumen que los recoge en la Biblioteca de La Pl¨¦yade, el gran mausoleo franc¨¦s de las letras universales, donde tambi¨¦n se publica este de Los monederos falsos bajo la solitaria denominaci¨®n de "novela". De ah¨ª que muchos hayan negado a Gide la cualidad de "novelista", para dejarlo en "escritor" sin m¨¢s, y hasta ¨¦l mismo lo dudaba muchas veces: yo no s¨¦ "inventar", repet¨ªa, para descubrir al final su modelo de novelista: "El gran novelista de nuestro tiempo es Georges Simenon" -repet¨ªa sin parar-, y una buena correspondencia mutua atestigua la estima que se tuvieron ambos, lo que no deja de ser curioso, dadas las contrapuestas caracter¨ªsticas respectivas de sus obras, una la de un escritor riguroso, minoritario, elitista y formalista, y otra la de un narrador de consumo a ultranza y derrochado.
Es el retrato de una generaci¨®n perversa, de una corrupci¨®n interior generalizada
Los monederos falsos (1925- 1926) es una novela muy compleja, la m¨¢s complicada de su autor y la m¨¢s "total" tambi¨¦n, pues en ella Gide (que alcanzar¨ªa en la segunda posguerra el Premio Nobel de Literatura, no sin protestas, pues no dejaba de ser un modelo de "malas costumbres", casi un contramaestre de las juventudes de su tiempo, pol¨ªticamente bastante incorrecto), quiso ponerlo todo. Nacido en Par¨ªs en una familia de la buena burgues¨ªa, hijo ¨²nico, pronto hu¨¦rfano de padre, educado severamente en el protestantismo m¨¢s austero, onanista infantil y "uranista" (t¨¦rmino que siempre prefiri¨® al de homosexual) durante toda su vida, sus tempranos viajes a T¨²nez y Argelia, la pronta muerte de su madre y un matrimonio "blanco" con una prima le permitieron una lenta liberaci¨®n literaria y personal desde su simbolismo inicial (de Mallarm¨¦ a Pierre Louis y Paul Val¨¦ry) del que se separ¨® en Paludes, hasta una profunda rebeld¨ªa total de afirmaci¨®n de la naturaleza (Los alimentos terrenales) contra los dogmas (El inmoralista, La puerta estrecha, Los s¨®tanos del Vaticano), mientras colaboraba en la fundaci¨®n de dos instituciones tan importantes como la Nouvelle Revue Fran?aise (NRF) y la editorial Gallimard, que marcaron profundamente la cultura de su tiempo. Naturalista, entom¨®logo, buen pianista, ecologista avant la lettre, defensor de la homosexualidad (Corydon) y memorialista excepcional (Si la semilla no muere y su monumental Journal, que algunos consideran su obra maestra), buen traductor (de Virgilio, Conrad y Shakespeare), dramaturgo de calidad aunque de escaso ¨¦xito, cr¨ªtico de gran finura, se hizo anticolonialista con su Viaje al Congo y Regreso del Tchad, se acerc¨® despu¨¦s al comunismo en el periodo de entreguerras, pero rompi¨® pronto con ¨¦l con su Regreso de la URSS, huy¨® de la Francia ocupada por los alemanes y tras la liberaci¨®n pudo retomar sus actividades, recibir el Premio Nobel, escribir un testamento espiritual excepcional (Teseo) y fallecer cargado de honores en 1951.
La complejidad de Los monederos falsos reside en su ambici¨®n de totalidad, que a Gide le inspir¨® no tanto su complicada trama -retrato de una generaci¨®n perversa, de una corrupci¨®n interior generalizada, aun repleta a veces de buenas intenciones- como el m¨¦todo con que la escribi¨®, que ya hab¨ªa utilizado muchos a?os antes, cuando describi¨® en una de sus primeras soties a un escritor que estaba escribiendo un libro titulado Paludes, y volvi¨® a poner de moda el procedimiento que hoy se conoce como mise en abyme (el de nuestra botella de "an¨ªs del mono", donde vemos a un mono que tiene en sus manos una botella de "an¨ªs del mono", y as¨ª sucesivamente). Se trata de la novela dentro de la novela, de una metanovela que trata de s¨ª misma y as¨ª la multiplica, del mismo modo que en Los monederos falsos leemos el "diario" de ?douard que est¨¢ escribiendo una novela del mismo t¨ªtulo, tal como Cervantes (a quien Gide admiraba, pues todo est¨¢ en ¨¦l) hizo a Cide Hamete Benengeli autor del Quijote. As¨ª se pod¨ªa contar una historia contra las familias ("os odio", les dijo Gide 30 a?os antes en Los alimentos terrestres), las educaciones (cat¨®lica y protestante), los amores peores o mejores, matrimonios falsos, las monedas aut¨¦nticas o falsificadas (que sustituyen a las verdaderas, lo que le oblig¨® a situar la acci¨®n de la novela antes de la primera gran guerra, pues despu¨¦s desaparecieron las monedas de verdad), contra la literatura de su ¨¦poca (hasta retrata muy bien a Alfred Jarry, que todo lo barri¨®) y contra la novela de su tiempo. Hasta se dice que imagin¨® a sus falsificadores en el conde de Passavant, que quiz¨¢ represent¨® a Jean Cocteau, su rival en la escritura y el sexo, mientras discut¨ªa contra Marcel Proust aconsej¨¢ndole que no hablara nunca en primera persona para as¨ª dejar de disimular de una vez. Y hasta imagin¨® al diablo cuando hizo pensar a uno de sus personajes que por qu¨¦ le tem¨ªa sin creer en ¨¦l.
Proust no le hizo caso pero as¨ª triunf¨®, porque su novela pudo m¨¢s que la insinceridad de su autor. Andr¨¦ Gide fue siempre con la sinceridad por delante y triunf¨® como escritor y como conciencia moral de las rebeld¨ªas de su tiempo; pero no como novelista, donde el triunfo fue para el monedero falso Simenon, cosa que Andr¨¦ Gide siempre supo. Pero si la potencia de su arte convirti¨® en pol¨ªticamente correctas todas sus malas costumbres, legitimando la naturaleza y la ecolog¨ªa, el anticolonialismo, el antiautoritarismo, hasta el comunismo y su temprana disidencia, la verdad es que la literatura escribe siempre derecho con renglones torcidos. Aunque hoy, por desgracia, la moneda falsa ha sustituido en la sociedad a la verdadera en todos los terrenos, en el arte, en los sentimientos, en la literatura y en la cultura en general.
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