"El Dios reaccionario nos jodi¨® vivos"
Arturo P¨¦rez-Reverte es de esos personajes que o te caen muy bien o te caen muy mal. A este periodista, que lo conoci¨® en el Beirut de los a?os ochenta, cuando ambos eran corresponsales de guerra, le cae muy bien, pero comprende perfectamente que haya quien le deteste. Como persona, P¨¦rez-Reverte es una especie de ardilla: flaco, vivaz, nervioso, fulgurante, divertido e irritable; como escritor, es tan radical y apasionado en sus opiniones como entretenido en sus argumentos y brillante en su manera de narrar. Pero, sobre todo, P¨¦rez-Reverte ha tenido ¨¦xito, y esto provoca mucha envidia en Espa?a. Nacido en Cartagena en 1951, miembro de la Real Academia Espa?ola y autor de novelas de aventuras muy populares en muchos pa¨ªses, P¨¦rez-Reverte presenta ahora El caballero del jub¨®n amarillo, la quinta entrega de las aventuras del capit¨¢n Alatriste.
"Con los Alatriste quer¨ªa contar la Espa?a del Siglo de Oro. El primer libro era la pol¨ªtica; el segundo, la Inquisici¨®n; el tercero, la guerra de Flandes; el cuarto, el oro de Am¨¦rica; este quinto es el teatro"
En este episodio del follet¨ªn, los escritores y las mujeres -una en particular, amante al mismo tiempo de Alatriste y del rey Felipe IV- son los protagonistas del enredo. Sobre unos y otras, y en general sobre el Siglo de Oro, se desarrolla esta conversaci¨®n, en el madrile?o caf¨¦ Gij¨®n.
PREGUNTA. Esta vez, el capit¨¢n Alatriste no lleva una espada, lo que lleva es una guada?a. Hiere y mata a diestro y siniestro, incluso a un par de amigos. ?Qu¨¦ le pasa?
RESPUESTA. Que est¨¢ encabronado. El tiempo pasa y el capit¨¢n cada vez es mayor y m¨¢s l¨²cido, y se da cuenta de que ¨¦ste es un pa¨ªs de hijos de puta. Ser l¨²cido y espa?ol es muy jodido, cr¨ªas muy mala leche. En el siglo XVII y en el XXI. Y Alatriste es muy espa?ol en ese sentido. Alatriste tiene ese rencor del l¨²cido que mira alrededor y ve este pa¨ªs con tanta mierda; y ese rencor, en el siglo XVII, era muy f¨¢cil expresarlo matando. Era muy f¨¢cil matar, sal¨ªa muy barato. En este libro Alatriste se desahoga matando. Manifiesta su lado m¨¢s oscuro, m¨¢s turbio, de m¨¢s mala leche. Sin embargo, a m¨ª como autor, no s¨¦ al lector, no me cae antip¨¢tico. Le sigo queriendo.
P. Alatriste sigue siendo el amigo que le hubiera gustado tener.
R. S¨ª, claro; y t¨² sabes a lo que me refiero. ?Te acuerdas de cuando estuvimos juntos en el bar del Alexandre, en Beirut, hace casi veinte a?os? Pues a ese tipo de amistad me refiero. Esa amistad es ir a la barra de un bar de Beirut y estar sin decir nada con ese t¨ªo con el que has pasado algo muy gordo. Tom¨¢is una copa y los dos sab¨¦is, sin nombrarlo, lo que hab¨¦is vivido juntos. No ten¨¦is que hablar, os pod¨¦is emborrachar en silencio. Yo recuerdo m¨¢s el silencio de mis amigos que sus palabras. En cierta forma, me he fabricado literariamente con Alatriste un amigo con el que me gusta estar, pero que tambi¨¦n es el resumen de todos los amigos que he tenido y tengo en la realidad.
P. De todos los Alatriste, ¨¦ste es el que contiene m¨¢s cr¨ªtica literaria. Puede leerse como un peque?o ensayo sobre la literatura espa?ola del siglo XVII. Arranca con la representaci¨®n de La huerta de Juan Fern¨¢ndez, una comedia de Tirso, y ello le permite hablar del momento teatral: Lope de Vega est¨¢ en el esplendor de su gloria, Tirso empieza a consagrarse y Calder¨®n despunta en el horizonte.
R. Con los Alatriste yo quer¨ªa contar la Espa?a del Siglo de Oro, que no est¨¢ tan lejos de la Espa?a de ahora. Somos como somos porque fuimos como fuimos: unos cabrones y unos t¨ªos estupendos. Las dos cosas, luz y sombra. El primer libro era la pol¨ªtica; el segundo, la Inquisici¨®n; el tercero, la guerra de Flandes; el cuarto, el oro de Am¨¦rica; este quinto es el teatro, y despu¨¦s habr¨¢ otro sobre la pintura. Poco a poco, voy d¨¢ndole al lector un panorama completo de nuestra historia en aquel siglo que nos marc¨® tanto. Para lo bueno y para lo malo; y sobre todo para lo malo.
P. Cuando leo los Alastriste, pienso que ojal¨¢ mis hijas, en la escuela, pudieran estudiar la historia y la literatura espa?olas con este tipo de textos.
R. Bueno, quiz¨¢ no sepas que Alatriste est¨¢ en muchos colegios, como libro de texto. A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ¨¦tica. Y ha habido ya diez mil chicos que han pasado por una especie de cursos que hacemos con la editorial Alfaguara sobre las aventuras de Alatriste. En realidad, ¨¦ste era el objetivo original. Estos libros los escrib¨ª para explicarle nuestra historia a la generaci¨®n de mi hija. A los chavales de ahora se les est¨¢n escamoteando la memoria. ?ste es un pa¨ªs tan cabr¨®n que, sin memoria, no tiene ninguna explicaci¨®n. Sin memoria no se entiende nada: lenguas, razas, odios, guerras civiles, cainismo, porque ¨¦ste es el pa¨ªs del cainismo, Ca¨ªn era espa?ol, evidentemente. Si le escamoteas a un chaval la historia, le dejas sin explicaciones. Sin memoria, un chaval catal¨¢n, vasco, andaluz y extreme?o tienen poco o nada que les una. Nos disgregamos.
P. En una entrevista, usted habl¨® de "algunas virtudes del siglo XVII que nos hemos dejado en el camino". ?Cu¨¢les?
R. Pues, mira, una han sido las maneras. En el XVII la gente iba al teatro; la gente del pueblo, la chusma, iba al teatro. Y quer¨ªa imitar maneras dignas, quer¨ªa parecer culta, educada. Ahora hacemos gala de ordinariez. Los patanes que nos gobiernan son ordinarios, son analfabetos y, adem¨¢s, hacen gala de ello, alardean de incultura. Hemos perdido eso. Antes la gente se mataba en la puerta de un teatro por entrar; ahora el pueblo ve Salsa rosa y Cr¨®nicas marcianas. Eso es lo que ha cambiado.
P. Volvamos a su repaso de la literatura del XVII. En esta novela don Francisco de Quevedo sigue siendo un personaje positivo. A usted, Quevedo le gusta un mont¨®n.
R. Me gusta mucho. Quevedo es un poeta extraordinario y un t¨ªo de una humanidad extraordinaria, que tambi¨¦n pastele¨® y traicion¨®, no era perfecto. Quevedo describi¨® perfectamente lo espa?ol. T¨² te lees ahora sus versos y te est¨¢ hablando de la Espa?a de ahora: el querer aparentar, el desprecio al trabajo verdadero, la insolidaridad, el rencor, el querer entonces un coche de caballos y hoy un Audi, BMW o Mercedes... Leyendo a Quevedo, aprend¨ª muchas cosas sobre m¨ª mismo, como espa?ol, y sobre los espa?oles. Por eso convert¨ª a Quevedo en el amigo de Alatriste.
P. Aunque G¨®ngora es un personaje negativo en estas novelas, usted le rinde homenaje en esta entrega. G¨®ngora y Quevedo, escribe, "renovaron el castellano, dot¨¢ndole de riqueza culterana y gallard¨ªa conceptista".
R. Admiro a G¨®ngora y a Quevedo, pero uno tiene que elegir. Yo ser¨ªa amigo de Quevedo, no de G¨®ngora. G¨®ngora era un esnob y as¨ª le fue. Era un inmenso poeta y un poquito gilipollas como persona. Yo prefiero emborracharme e irme de putas con Quevedo.
P. En El caballero del jub¨®n amarillo tambi¨¦n sale Cervantes. Ya ha muerto en el a?o, 1626, en el que transcurre la historia y sigue siendo poco valorado. Hay un momento en que Lope de Vega "enarca una ceja desde?osa" cuando sus interlocutores dicen que El Quijote no es tan mala novela.
R. Cervantes no estaba nada reconocido. En aquel momento la novela era una cosa para doncellas, puro entretenimiento a lo Cor¨ªn Tellado. Lo que daba prestigio era la poes¨ªa y lo que daba dinero era el teatro. Y como nadie est¨¢ contento en este pa¨ªs con nada, Lope, que era el autor que ganaba dinero con el teatro, quer¨ªa ser considerado poeta y no lo consegu¨ªa; G¨®ngora, que era gran poeta, quer¨ªa ser autor teatral y no lo consegu¨ªa, y Cervantes quer¨ªa ser poeta y autor de teatro y no lo consegu¨ªa. El pobre Cervantes, como no consigui¨® ni el dinero del ¨¦xito teatral ni el prestigio como poeta, era despreciado. Para sus contempor¨¢neos, era un novelista de chichinabo, y muri¨® sin un duro y con esa pena.
P. Un elemento que vuelve a salir en esta novela, es aquello de "qu¨¦ buen vasallo ser¨ªa si tuviera buen se?or".
R. Esa frase del an¨®nimo escritor del poema del Cid es la que mejor define al espa?ol. La historia de Espa?a se resume en ese verso. Espa?a ha sido un pa¨ªs que ha tenido muy buena gente, gente noble y dispuesta a sacrificarse, pero siempre ha habido el cura fan¨¢tico, el ministro corrupto, el rey incapaz que le ha enviado a la c¨¢rcel, a la hoguera o a la miseria. Desde el Concilio de Trento hasta aqu¨ª, ¨¦ste es un pa¨ªs con muy mala suerte con sus gobernantes. Una suerte p¨¦sima, salvo rar¨ªsimas excepciones.
P. Esta novela se sit¨²a a 17 a?os de la derrota decisiva de Rocroi, cuando sobre el imperio espa?ol "a¨²n no se pon¨ªa el sol, pero estaba a punto". Usted sostiene que nos hemos autoflagelado demasiado con nuestro imperio.
R. Aqu¨ª ha habido dos posturas pol¨ªticas. Hemos tenido la historia imperial franquista, con los yugos y las flechas, los Tercios, los h¨¦roes de Lepanto, Pav¨ªa, San Quint¨ªn y Otumba, Dios, la Virgen y Santiago Matamoros, el ¨¦ramos la pera, el ¨¦ramos la raza elegida; y hemos tenido el otro lado, el fuimos una mierda como dice el ingl¨¦s tal y el alem¨¢n cual, el adoptar el punto de vista del enemigo hist¨®rico. Hemos pasado de la gloria a la flagelaci¨®n, pero jam¨¢s hemos hecho el ejercicio objetivo de decir: fuimos oscuros e inquisidores, pero tambi¨¦n fuimos muchas otras cosas.
P. ?Qu¨¦ fuimos?
R. ?Co?o, cuatrocientos millones de personas hablan una cosa que se llama la lengua espa?ola! Fuimos Cervantes, Vel¨¢zquez, Lope de Aguirre... Fuimos la gran potencia mundial. Espa?a ten¨ªa a Europa agarrada por los cojones y Europa se hizo contra Espa?a. Los ingleses y los norteamericanos hacen novelas y pel¨ªculas de piratas y colonizadores; los espa?oles no. Hemos ido poniendo cemento encima de la historia. Nos han hecho avergonzarnos de ella, y eso no pasa en ning¨²n otro pa¨ªs de Europa. Mirar hacia atr¨¢s con las gafas de lo pol¨ªticamente correcto es de gilipollas. T¨² no puedes mirar la conquista de Am¨¦rica o la guerra de Flandes con esas gafas. Era otro mundo y t¨² no puedes aplicar los criterios pol¨ªticamente correctos del siglo XXI al mundo de los siglos XV, XVI y XVII. Eran otros valores, y aun as¨ª sale Bartolom¨¦ de las Casas. Si ves a Espa?a en su contexto, con Inglaterra, Francia y los dem¨¢s jugando el mismo juego y con las mismas reglas, fuimos como todos, ni m¨¢s buenos ni m¨¢s malos. S¨®lo que tuvimos mala suerte.
P. ?Mala suerte?
R. S¨ª, mientras los del Norte optaron por un Dios pr¨¢ctico, moderno, que permite el comercio y tal y cual, un Dios que permit¨ªa evolucionar, aqu¨ª nos quedamos con un Dios reaccionario, oscuro, cerril, de sacrist¨ªa y confesionario, de cura mandando lo que ten¨ªamos que hacer. ?Nos han hecho tanto da?o los curas! Aqu¨ª siempre ha habido un cura al lado de cada rey, dici¨¦ndole al o¨ªdo a qui¨¦n ten¨ªa que quemar. Ese Dios nos jodi¨® vivos. No s¨¦ si me explico.
P. Perfectamente. Sigamos, pues, con El caballero del jub¨®n amarillo. La mujer es su otra gran protagonista. Alatriste tiene un lance con una actriz, Mar¨ªa de Castro, de la que el rey Felipe IV se ha encaprichado, y ah¨ª empieza el l¨ªo.
R. Eso es rigurosamente hist¨®rico. Aquel rey frecuentaba mucho fregatrices, sirvientas, criadas, actrices y putas. Felipe IV era muy golfo.
P. Es el mismo monarca de El rey pasmado, de Torrente Ballester.
R. S¨ª, es el mismo rey. No he tenido que forzar la historia para escribir esta novela. Mar¨ªa de Castro, la actriz, no existi¨®, me la he inventado. Pero est¨¢ inspirado en La Calderona, que s¨ª existi¨® y tuvo un hijo con el rey.
P. Y eso le da pie a una nueva reflexi¨®n sobre las mujeres.
R. A la mujer siempre la he visto como un soldado perdido en territorio enemigo, en un mundo hostil, un mundo de hombres y con reglas de hombres. En aquella ¨¦poca s¨®lo ten¨ªa como armas su belleza y su inteligencia, y con esto o triunfaba o se iba al carajo. Era muy duro, claro. No ten¨ªa retaguardia donde replegarse. Eso hace tan interesante ver c¨®mo lo hac¨ªan las mujeres que peleaban en aquella ¨¦poca. Eran supervivientes.
P. Otro tema de esta novela, que traigo al calor de la actualidad, es la condici¨®n de "vascongado y espa?ol" de ??igo de Balboa, el joven escudero de Alatriste. ?No hab¨ªa contradicci¨®n en aquella ¨¦poca?
R. Sabino Arana se invent¨® la patria vasca -la patria vasca, ojo, que el pueblo vasco siempre existi¨® y es muy respetable-; y otros, mitad cretinos y mitad golfos interesados, la utilizaron para ponerse un piso; hasta ese momento, los vascos jam¨¢s discutieron su espa?olidad. Fueron diferentes, como los catalanes y los gallegos, pero jam¨¢s cuestionaron d¨®nde estaban. Yo manejo muchos textos hist¨®ricos y veo en Flandes, Am¨¦rica o Filipinas nombres vascos a punta de pala. La historia de Espa?a la hicieron en buena parte los vascos, y te hablo de Elcano, de Churruca, de Legazpi y tantos otros. Eran vascongados y espa?oles, no hab¨ªa contradicci¨®n. Ahora es cuando est¨¢n reescribiendo la historia para decir lo contrario. Contra eso me rebelo y contra eso hago a ??igo de Balboa vascongado y espa?ol. Como eran realmente.
P. Pero tambi¨¦n es verdad que, a partir de los Borbones y, ya no digamos, con Franco, se perdi¨® la idea de la pluralidad de Espa?a. Esa pluralidad que a usted le permite escribir, como se hac¨ªa en los siglos XVI y XVII, las Espa?as.
R. Yo hablo siempre de las Espa?as. Espa?a es una plaza p¨²blica hecha de Espa?as. Espa?a como tal no existe; Espa?a es un lugar en el cual confluyeron muchas razas, muchas lenguas, muchas religiones, muchos pueblos que tuvieron una historia en com¨²n. Lo que tenemos en com¨²n se llama Espa?a, pero esa Espa?a est¨¢ hecha de muchas otras Espa?as: la Espa?a catalana, la Espa?a aragonesa-catalana, la Espa?a vascongada, la Espa?a gallega, la Espa?a castellana, la Espa?a ¨¢rabe, la Espa?a andaluza... Y todas esas Espa?as hacen Espa?a. Volvemos a lo de siempre: el franquismo neg¨® esas Espa?as. Pero yo por eso uso alternativamente Espa?a o las Espa?as. No hablo de una Espa?a unitaria y centralista. Hablo de una Espa?a hecha de gentes muy diversas que a veces se mataron entre s¨ª y a veces se juntaron y mataron a otros.
BIBLIOGRAF?A
T¨ªtulos de la serie del capit¨¢n Alatriste escrita por Arturo P¨¦rez-Reverte:
El oro del rey.
El sol de Breda..
Limpieza de sangre.
El capit¨¢n Alatriste.
Novela y cuento:
La reina del sur (2002).
La carta esf¨¦rica (2000).
Cachito, un asunto de honor (1999).
La piel del tambor (1995).
Territorio comanche (1994).
El club Dumas (1993).
La tabla de Flandes (1990).
El maestro de esgrima (1988).
El h¨²sar (1986).
Recopilaci¨®n de art¨ªculos:
Patente de corso (1993-1998) y Con ¨¢nimo de ofender (1998-2001)
Todos los libros editados en Alfaguara, excepto de El h¨²sar, en Akal.
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