Las urnas tambi¨¦n son cosa de dos
Dentro de la lucha de la mujer por la igualdad de los g¨¦neros, la consecuci¨®n del derecho al sufragio es un cap¨ªtulo de gran relevancia. Para resaltar este proceso, la Fundaci¨®n Pablo Iglesias ha organizado una exposici¨®n titulada El voto de las mujeres: 1877-1978 en la Biblioteca Nacional de Madrid, cuya comisaria es Rosa Mar¨ªa Capel.
Fue en 1877 la primera vez que se propuso que las mujeres pudieran votar. Lo hizo el diputado neocat¨®lico Alejandro Pidal y Mon en el debate de la ley electoral de la Restauraci¨®n, pensando que los partidos m¨¢s conservadores mejorar¨ªan sus resultados en las urnas. El primer pa¨ªs en reconocer este derecho fue Nueva Zelanda en 1893, seguido en 1906 de Finlandia, la URSS y el Reino Unido (1918), Alemania (1919), EE UU (1920). Las mujeres francesas tuvieron que esperar hasta 1944, y un a?o m¨¢s, las italianas.
Clara Campoamor, en las Constituyentes de 1931: "Resolved lo que quer¨¢is, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del g¨¦nero humano en la pol¨ªtica"
En Espa?a, el gran debate sobre el voto de la mujer se inicia en los primeros a?os del siglo veinte. La Asociaci¨®n Nacional de Mujeres Espa?olas organiz¨® un acto a favor del voto femenino en 1918. Sin embargo, la socialista Margarita Nelken se quejaba en 1920 de que "todos los partidos de izquierdas han descuidado el buscar el apoyo de la mujer".
En v¨ªsperas de la d¨¦cada de los treinta, la opini¨®n p¨²blica se fue concienciando del problema. La revista Mujeres Espa?olas recogi¨® algunas opiniones favorables al voto de la mujer, entre ellas las de personajes p¨²blicos como Gabriel Maura y Pedro Mu?oz Seca, poco sospechosos de favorecer las actitudes extremas. Un panel de la exposici¨®n reproduce las citas textuales, que dan idea de la sociedad de entonces. Por ejemplo, las de dos mujeres de corte tradicional. Bernardina Geribes, miss Valencia 1931, se?alaba: "Me parece admirable, mucho m¨¢s no causando desavenencias matrimoniales". O la de la escritora Carmen D¨ªaz: "Para la mujer todo, siempre que la dignifique en su santa misi¨®n de madre". Y tambi¨¦n la reticente del torero Juan Belmonte: "Conforme en que le den el voto a la mujer. Y si quieren darle algo m¨¢s, todo se lo merece".
Las primeras diputadas
El voto de la mujer fue reconocido en 1931 por la Constituci¨®n de la II Rep¨²blica. En ese r¨¦gimen brillaron como diputadas la radical Clara Campoamor; la radical-socialista Victoria Kent; las socialistas Nelken, Mar¨ªa Lej¨¢rraga, Matilde de la Torre, Julia ?lvarez Resano y Veneranda Garc¨ªa-Blanco; Dolores Ib¨¢rruri, del PCE, y Francisca Boh¨ªgas, de la CEDA; sin olvidar a la primera mujer que desempe?¨® un ministerio, la anarquista Federica Montseny.
En las Constituyentes se desarrollaron amplios y agrios debates sobre este asunto. Clara Campoamor (1888-1972) se levant¨® en su esca?o -entonces no se estilaba la tribuna- el 30 de septiembre de 1931 para defender el art¨ªculo 34 del proyecto de Constituci¨®n que, por primera vez en la historia de Espa?a, consagraba la igualdad de los derechos electorales entre ambos sexos. Parad¨®jicamente, las mujeres no hab¨ªan podido votar en los comicios de 1931, pero s¨ª pod¨ªan ser elegidas.
Campoamor, Clarita, como era popularmente conocida, quer¨ªa oponerse a una enmienda del diputado republicano federal Manuel Ayuso, que hab¨ªa solicitado elevar la edad electoral de las mujeres hasta los 45 a?os, porque "los cient¨ªficos estiman que antes de esa edad cr¨ªtica las mujeres latinas no estaban perfectamente capacitadas". ?ste y otros argumentos se manejaban entonces porque una buena parte de los republicanos tem¨ªan que si se conced¨ªa el voto a las mujeres, ¨¦stas dieran el triunfo a la derecha o a los partidos opuestos a la Rep¨²blica.
En el debate, Campoamor dej¨® las cosas bien claras: "Resolved lo que quer¨¢is, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del g¨¦nero humano en la pol¨ªtica, para que la pol¨ªtica sea cosa de dos, porque s¨®lo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las dem¨¢s las hacemos todos en com¨²n, y no pod¨¦is venir aqu¨ª vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer, sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras". Le hicieron muchas interrupciones ir¨®nicas con todos los t¨®picos relativos a la condici¨®n femenina a las que contest¨® con gran seguridad. En una de ellas dijo algo que caus¨® una gran estupefacci¨®n entre los diputados: "... si fu¨¦semos a deslizarnos por el camino de la broma y del ingenio m¨¢s o menos oportuno, yo propondr¨ªa muchas limitaciones para los varones. No las voy a enumerar; las dejo a la interpretaci¨®n de los presentes". Aprobada la Constituci¨®n republicana, las mujeres pudieron votar por primera vez en las generales de 1933 y en las de 1936.
Luego vinieron los 40 a?os de dictadura franquista, hasta que todos los ciudadanos y ciudadanas espa?oles fueron convocados de nuevo a una elecciones legislativas el 15 de junio de 1977, cuyos diputados electos redactaron la Constituci¨®n de 1978 que consolid¨® el sufragio universal para todas las personas mayores de 18 a?os. Aunque la exposici¨®n acaba en ese a?o, no falta un recuerdo para las 18 mujeres que han sido ministras en la democracia, para la primera presidenta del Congreso de Diputados, la primera del Senado y las dos que han encabezado Gobiernos auton¨®micos. El proceso en busca de la igualdad contin¨²a, hasta el punto de que el PSOE ha establecido la democracia paritaria en sus listas, de forma que cualquiera de los g¨¦neros tenga un m¨¢ximo del 60% y un m¨ªnimo del 40%.
El cintur¨®n de las sufragistas y el despacho de Clarita
LA EXPOSICI?N de la Biblioteca Nacional -hasta el 7 de diciembre- no se circunscribe a mostrar documentos, objetos, carteles y libros referidos a la lucha de las espa?olas por la consecuci¨®n del voto porque la intenci¨®n del equipo organizador es enmarcarla dentro de la situaci¨®n social y los avances conseguidos en la lucha por la igualdad de los g¨¦neros.
Se recuerda a Mary Wollstonecraft (1759-1797) y su obra Vindicaci¨®n de los derechos de la mujer, en la que expon¨ªa que la mujer no deb¨ªa su condici¨®n de dominada a la naturaleza, sino a su contexto. No pod¨ªa faltar tampoco la presencia de la sufragista inglesa Emmeline Pankhurst y de su hija Christabel, que estuvieron en prisi¨®n por defender la presencia de la mujer en las urnas.
No pod¨ªa faltar tampoco el recuerdo a Emily Davison, que para llamar la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica en favor de las sufragistas se arroj¨® en un hip¨®dromo al paso de los caballos y pereci¨®. Entre los objetos exhibidos de esta ¨¦poca destaca el cintur¨®n de cuero con cadenas de hierro con las que se ataban a las verjas en las manifestaciones.
Puede verse el estandarte de Florence Nightingale, reformadora del servicio de enfermer¨ªa militar en la guerra de Crimea (1854-1856). Nightingale fue un punto de referencia fundamental para el movimiento feminista por su tenaz labor frente a la oposici¨®n de los colegas sanitarios varones, que no pod¨ªan tolerar que una mujer les dijera c¨®mo ten¨ªa que estar organizado el servicio.
Se exponen los muebles del despacho de abogada de Campoamor, que muri¨® en el exilio -el r¨¦gimen franquista le impidi¨® el regreso en 1963 por pertenecer supuestamente a la masoner¨ªa, aunque tradicionalmente esta instituci¨®n ha sido poco proclive a la mujer-, y el documento por el que Gregorio Mart¨ªnez Sierra reconoce los derechos de autor de su mujer, Mar¨ªa Lej¨¢rraga, que le hab¨ªa escrito todas sus obras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.