Textos surrealistas, o la locura del corrector autom¨¢tico
El pasado domingo, los lectores de Madrid y Barcelona se quedaron at¨®nitos al leer la p¨¢gina 27 de Espa?a, que publicaba una entrevista con Manuel Montero, rector de la Universidad del Pa¨ªs Vasco, titulada Soy un precad¨¢ver. Las barbaridades que salpicaban la mitad del texto eran tan evidentes, "Abarrotes" y "plan Abar¨¢tese" por Ibarretxe y plan de Ibarretxe; "abracadabra" por precad¨¢ver, "pilotaria" por filoetarra, entre otras, que algunos lectores abandonaron su lectura indignados, y otros se han dirigido a esta Defensora para protestar por semejante atentado ling¨¹¨ªstico.
?Qu¨¦ hab¨ªa pasado? Algo muy sencillo, se hab¨ªa aplicado el corrector ortogr¨¢fico autom¨¢tico y la locura del resultado estaba a la vista. EL PA?S, dada la gravedad de las alteraciones registradas, rectific¨® inmediatamente el error y el mismo lunes volvi¨® a publicar ¨ªntegra la entrevista en las ediciones afectadas, con una explicaci¨®n de lo sucedido.
Pueden ustedes decir muy bien que las m¨¢quinas no son locas, ni listas, ni tontas. Muy cierto, son s¨®lo m¨¢quinas. Y las que somos listas, tontas o locas somos las personas que las usamos. Y reconozcan conmigo que todos tenemos ratos tontos, incluso muy tontos. El caso es que cuando el despiste, las prisas o la negligencia se unen a la m¨¢quina, por muy sofisticada que sea, los resultados pueden ser funestos. Y en el caso del corrector ortogr¨¢fico autom¨¢tico la m¨¢quina "enloquece" y el resultado son unos textos surrealistas o humor¨ªsticos, dignos de las mejores antolog¨ªas del g¨¦nero.
Este peri¨®dico ha tenido se?alados antecedentes. Fue memorable la sustituci¨®n del nombre de Garc¨ªa Lorca por "Gracia Loca", por citar s¨®lo uno. Pero no somos los ¨²nicos. Recientemente, mi colega de La Vanguardia, tambi¨¦n obligado a tratar este tema por un art¨ªculo "enloquecido" de las p¨¢ginas de Cultura, recordaba una cr¨®nica de su corresponsal en Mosc¨², de 1998, en la que, entre otros disparates, el corrector autom¨¢tico hab¨ªa rebautizado al primer ministro ruso Yevgeni Primakov como "Vagina Permisivo".
Los lectores que se han dirigido a esta Defensora han identificado inmediatamente el equ¨ªvoco. Est¨¢ claro que trabajan con ordenadores y conocen bien lo que significa un corrector autom¨¢tico. Pero no pueden entender que un problema t¨¦cnico logre traspasar todas las barreras de seguridad del peri¨®dico. "Admito que un corrector inform¨¢tico se haya puesto a hacer la guerra por su cuenta, pero ?no ha habido nadie que haya mirado el texto antes de publicarlo?", dice Juan F. Moreno, de Moralzarzal (Madrid). "He abandonado la lectura del art¨ªculo. El relato de la grave situaci¨®n personal que vive el rector de la Universidad del Pa¨ªs Vasco se convierte en una cruel caricatura o en pasto de cazadores de gazapos. Sus enemigos deben de estar tronch¨¢ndose con el texto", apunta Olga Garc¨ªa, de Torrelodones (Madrid). "Un n¨²mero importante de lectores nos hemos indignado, intentando decodificar un texto aberrante. La ¨²nica duda que nos quedaba era si el ataque corrector hab¨ªa sido perpetrado por el se?or Ordaz o por alguien de la secci¨®n de Espa?a, que lo retoc¨® a posteriori", dice Rafael Ribas. Las protestas se resumen en las palabras de otro lector, Ferm¨ªn Miranda, de Pozuelo de Alarc¨®n: "Aunque se puede echar la culpa a los correctores autom¨¢ticos de los procesadores de textos, creo que la responsabilidad ineludible del redactor y/o corrector es comprobar que el art¨ªculo llegue a la impresi¨®n en el estado que merece, y las prisas o el despiste no parecen excusa suficiente".
?C¨®mo pueden suceder estas cosas sin que se fundan los plomos en la Redacci¨®n? ?sa es otra cuesti¨®n.
Para empezar, vaya por delante que el autor de la entrevista, Pablo Ordaz, es ajeno por completo a tan surrealista resultado. El texto que envi¨® desde el Pa¨ªs Vasco estaba en perfectas condiciones. El error se cometi¨® en la Redacci¨®n de Madrid. La redactora que estaba al cierre en la secci¨®n de Espa?a introdujo, pasadas las 23.30, dos correcciones en el texto original y para ello utiliz¨® el corrector autom¨¢tico. Est¨¢ claro que de forma inadecuada. Tampoco revis¨® el resultado de la p¨¢gina manipulada, ni notific¨® a los responsables los cambios realizados, con lo que el desastre estaba servido. La redactora, que ha estado tres a?os en el cierre del peri¨®dico, y que asume la responsabilidad de lo sucedido, se muestra desolada. " En la entrevista de Montero detect¨¦ dos palabras que consider¨¦ que deb¨ªa cambiar, una errata, pecad¨¢ver, y un t¨¦rmino de rugby que desconoc¨ªa, placaron, que por el contexto deduje que pod¨ªa ser "aplacaron", y para ello -como para todos los cambios de segunda edici¨®n- utilic¨¦ el corrector autom¨¢tico. Todo parece indicar que en lugar de usar la tecla "ignorar" cuando no quer¨ªa cambiar nada le di a "reemplazar", y ah¨ª se produjo el desastre. Cerr¨¦ la p¨¢gina y segu¨ª con la lectura del resto de las p¨¢ginas de Espa?a. Hacia las 24.00 horas vino el redactor jefe a pedirme que me trasladara a Internacional porque se hab¨ªa producido un atentado en Arabia Saud¨ª. Y eso es lo que hice hasta que nos fuimos hacia las 2.30 de la madrugada. Lo m¨¢s triste es que fue un exceso de celo lo que me llev¨® a corregir esa, como otras p¨¢ginas, para que saliera perfecta. Luego, al pasarme a Internacional olvid¨¦ revisar el resultado. Un error que siento profundamente".
?Es que los textos, despu¨¦s de pasar por el redactor, no son supervisados por un jefe responsable? Lo son habitualmente. Pero en la noche del s¨¢bado citado se produjeron determinadas circunstancias que hicieron que no fuera as¨ª. En principio, el cierre de la edici¨®n europea y de nacional -mucho m¨¢s fluido y tranquilo de lo habitual en s¨¢bado, lo que permite leer y controlar mejor las pruebas de p¨¢gina- se hizo en torno a las diez de la noche. A esa hora los redactores de cierre comunicaron al redactor jefe los cambios previstos para la segunda edici¨®n. En la secci¨®n de Espa?a s¨®lo hab¨ªa un cambio y no era en la entrevista a Montero. Los cambios entre ediciones son normalmente comentados entre los responsables del cierre de cada secci¨®n y el redactor jefe, y las pruebas con los cambios son luego controladas. Pero en esta ocasi¨®n no se notific¨® cambio alguno en la p¨¢gina 27, por lo que no hubo revisi¨®n. Por otra parte, las cosas se complicaron con el atentado de Riad, y dado que s¨®lo quedaban 40 minutos para el cierre de la edici¨®n, toda la atenci¨®n se centr¨® en Internacional.
Resultado, un desaguisado producto de una sucesi¨®n de errores cometidos por una persona, entre ellos, y no el menor, un mal uso del corrector autom¨¢tico. Para intentar evitar la repetici¨®n de casos similares, EL PA?S ha iniciado conversaciones con Unisys y otra empresa especializada en ling¨¹¨ªstica informatizada para la integraci¨®n en Hermes de un corrector ortogr¨¢fico con un cuidad¨ªsimo diccionario de respaldo, y que tambi¨¦n permita una ejecuci¨®n t¨¦cnica m¨¢s segura. Podr¨ªa estar disponible en los primeros meses del pr¨®ximo a?o.
A ustedes, lectores, les pedimos nuevamente disculpas, ya que es evidente que tenemos que extremar los controles para impedir semejantes estropicios. Por cierto, estoy enfadada con mi corrector autom¨¢tico. ?Maquinar¨¢ alguna venganza?
Los lectores pueden escribir a la Defensora del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensora@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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