Lograr una apertura pol¨ªtica
Como toda religi¨®n monote¨ªsta revelada, el islam da por sentado que la verdad no depende de los hombres y considera que su vida debe regirse por las leyes de Dios. Por consiguiente, la democracia no forma parte integrante de ¨¦l, como tampoco del catolicismo o el juda¨ªsmo. Sin embargo, el islam experiment¨®, durante un breve periodo, una verdadera sociedad pol¨ªtica bajo la ¨¦gida del ¨²ltimo profeta, Mahoma, y sus cuatro sucesores. A partir de esa experiencia, numerosos juristas sun¨ªes construyeron el modelo de lo que ser¨ªa el ideal pol¨ªtico del islam: el califato, una sociedad sujeta a la ley isl¨¢mica y a cuyo jefe, poseedor, a la vez, del poder espiritual y temporal, lo escoger¨ªan los creyentes entre los hombres en virtud de unos criterios determinados.
El problema es la utilizaci¨®n ideol¨®gica del islam en las sociedades modernas
Se puede debatir hasta el infinito si este modelo concilia la ley de Dios y la libertad de los seres humanos (como pretenden los defensores modernos del Estado isl¨¢mico), o si no es m¨¢s que la expresi¨®n de una r¨ªgida teocracia. Pero dicho debate no tiene ning¨²n inter¨¦s por un motivo muy sencillo: el califato no se hizo nunca realidad tras la muerte del ¨²ltimo sucesor del Profeta. El islam no ha definido jam¨¢s un sistema pol¨ªtico concreto, sino que siempre ha sido objeto de instrumentalizaci¨®n por parte de los poderes de facto (emir, rey, sult¨¢n, presidente o general) que pretenden dotarse de legitimidad pol¨ªtica a cambio de una aplicaci¨®n m¨¢s o menos estricta de la sharia.
No es la primera vez, ni la ¨²ltima, que un poder autoritario instrumentaliza una religi¨®n, incluso aunque afirme ser laico (en la Argelia actual, es el partido "laico" del FLN el que volvi¨® a introducir la sharia en el estatuto legal de la mujer en 1984). La peculiaridad del mundo musulm¨¢n contempor¨¢neo es que ciertos opositores a los reg¨ªmenes autoritarios han buscado en el islam una respuesta ideol¨®gica a la opresi¨®n, casi de la misma forma que los comunistas del siglo XX en Europa hallaron su instrumento de lucha contra la explotaci¨®n no en la democracia de las luces, sino en una ideolog¨ªa radical (el marxismo-leninismo).
El peligro que representa el islam no procede de que sea parte del problema (que no lo es), sino, por el contrario, de que muchos musulmanes consideran que es la soluci¨®n contra la dictadura. El problema no es el papel del islam en las sociedades tradicionales, sino su utilizaci¨®n ideol¨®gica en las sociedades modernas. Los lemas de las manifestaciones a favor del FIS a comienzos de los a?os noventa eran "el islam es la soluci¨®n", "el Cor¨¢n es nuestra constituci¨®n". Pero esta ideologizaci¨®n es una ruptura con el islam tradicional y es obra -como es sabido desde hace tiempo- de intelectuales modernos, y no de ulemas tradicionales; adem¨¢s de que es un pr¨¦stamo, tard¨ªo y desfasado, del siglo XX europeo.
De ella surgi¨® la gran oleada islamista que sacude Oriente Pr¨®ximo desde hace 25 a?os. Sin embargo, el islamismo no ha sabido formar una alternativa cre¨ªble a la dictadura laica ni a las monarqu¨ªas conservadoras. Tanto en la oposici¨®n como en el poder, los islamistas se han vuelto m¨¢s vulgares, para mal (corrupci¨®n y dictadura entre los conservadores iran¨ªes) o para bien (los "musulmanes dem¨®cratas" del Partido de la Justicia y el Desarrollo, AKP, hoy en el poder en Turqu¨ªa). Los dirigentes de ese partido incluso se niegan a ser calificados de "islamistas moderados" y prefieren que se les llame "conservadores". La sinceridad de los viejos islamistas plantea interrogantes, pero hay que valorarla con el mismo rasero que la de los viejos trotskistas: aparte de que la sinceridad no es un concepto pol¨ªtico, ese proceso de intenciones ignora precisamente la contribuci¨®n del tiempo y la experiencia de un pol¨ªtico, es decir, la pr¨¢ctica del poder. Los liberales iran¨ªes son, todos, viejos revolucionarios islamistas que aprendieron de lo que es preciso llamar el fracaso de la revoluci¨®n isl¨¢mica en Ir¨¢n. Los conservadores iran¨ªes, en cambio, se gu¨ªan por la l¨®gica de conservar las ventajas adquiridas, como los dirigentes chinos o cubanos, pero su ideolog¨ªa est¨¢ totalmente muerta. Los j¨®venes dirigentes del AKP turco, como el primer ministro Erdogan, deben su experiencia al "islamismo municipal": gracias a la democracia turca han podido obtener, en 10 a?os, la experiencia de la gesti¨®n y la complejidad de una sociedad moderna, y saben ya que la ideolog¨ªa no es una respuesta, sino un obst¨¢culo.
Moraleja: la democracia no es una ideolog¨ªa, es una pr¨¢ctica pol¨ªtica. Si echa ra¨ªces, en un principio, es porque existe un espacio pol¨ªtico abierto. Y lo que hace al dem¨®crata no es la fe, sino la pr¨¢ctica. Decir que la democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo supone una reforma religiosa no tiene sentido. La democracia cristiana no naci¨® de una relectura de los evangelios, sino del realismo pol¨ªtico de unos dirigentes cat¨®licos que llegaron a la conclusi¨®n de que la Rep¨²blica era inevitable. Lo que es preciso lograr, a falta de unas elecciones libres y generales ma?ana mismo, es la apertura del terreno pol¨ªtico en los pa¨ªses musulmanes.
Ahora bien, la contradicci¨®n de Occidente es que, pese a estar convencido de que no hay democratizaci¨®n sin secularizaci¨®n, siempre ha apoyado a una dictadura laica (Argelia, T¨²nez) frente a una alternativa isl¨¢mica, con la disculpa del mal menor. Lo malo es que esa pol¨ªtica impide precisamente abrir el espacio pol¨ªtico, que es la condici¨®n fundamental para que nazca la democracia. La democracia es una apuesta que hay que hacer siempre, en vez de encerrarse en falsas analog¨ªas pol¨ªticas. Estamos viendo en qu¨¦ callej¨®n sin salida se encuentra Estados Unidos en Irak, por haber cre¨ªdo que se trataba de la Alemania nazi y que iba a reconstruirlo como en 1945. Que es, por otro lado, todo el inter¨¦s de la ocupaci¨®n militar estadounidense en Irak: ahora, Occidente debe mostrar su coherencia y devolver la soberan¨ªa al pueblo iraqu¨ª.
Olivier Roy es autor de El islam mundializado (Bellaterra). Traducci¨®n de M? L. Rodr¨ªguez Tapia
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