Mohamed Chukri, el m¨¢s grande escritor de Marruecos
Mohamed Chukri fue un gran escritor y una persona maravillosa. Este marroqu¨ª, que hasta pasados los 20 a?os de edad fue analfabeto y cuya infancia y juventud transcurrieron en una miseria y una violencia tremendas, fue un autor de la estirpe de los malditos, con una obra corta, intensa, repleta de amor a la humanidad y odio a las injusticias. Como persona, Chukri fue un gran amigo de sus amigos, con su rico coraz¨®n y su modesta casa siempre abiertos a aquel que no fuera un gilipollas. Sus amigos llevaban meses esperando la noticia que les lleg¨® ayer por la tarde: la muerte de Chukri, como consecuencia de los m¨²ltiples c¨¢nceres con que su cuerpo hab¨ªa terminado respondiendo a tanto alcohol y tanta vida golfa, tanto sufrimiento y tanto gozo.
Chukri ten¨ªa 63 a?os. Hab¨ªa nacido en una pobre aldea rife?a, en la ¨¦poca del Protectorado espa?ol sobre el norte de Marruecos, y eso explicaba su excelente manejo del castellano, aunque no el cari?o que siempre sinti¨® por los espa?oles y su literatura. Su padre era un desertor del Ej¨¦rcito colonial que ataba al ni?o Chukri a un ¨¢rbol y le azotaba con un cintur¨®n de cuero. Ese padre era tan brutal que un d¨ªa mat¨® al hermano de Chukri: lo estrangul¨® en un arrebato de c¨®lera. Chukri nunca olvid¨®, ni perdon¨®, a su padre. Y si nunca quiso tener hijos fue, seg¨²n explicaba, por el temor a reproducir con ellos lo que su progenitor les hab¨ªa hecho a ¨¦l y a su hermano.
Analfabeto hasta los 21 a?os, pero dotado de una inteligencia y una sensibilidad innatas y extraordinarias, Chukri fue un autodidacta. Cont¨® su infancia y juventud en El pan desnudo, uno de los libros m¨¢s importantes de la literatura ¨¢rabe contempor¨¢nea. Libro duro, muy duro, El pan desnudo es un ejemplo de literatura descarnada y directa, la que practicar¨ªa el marroqu¨ª hasta el final de sus d¨ªas. Su ¨²ltima obra traducida al castellano, Rostros, amores y maldiciones, participa de ese mismo esp¨ªritu: escenas brutales contadas de un modo tan sencillo, con tal aparente objetividad y desapego, que su eficacia estremecedora sale redoblada. Por ejemplo, en Rostros, un hombre le hace una felaci¨®n a su anciano padre para que ya no necesite mujeres, para que no se case de nuevo y ¨¦l no tenga que compartir con nadie su herencia. Y eso est¨¢ contado escuetamente, sin comentarios ni efectismos de ning¨²n tipo.
La ¨²ltima vez que nos vimos, en T¨¢nger, donde Chukri viv¨ªa desde hac¨ªa d¨¦cadas, el escritor me confirm¨® que la historia del hijo que le hace la felaci¨®n al padre era ver¨ªdica, era algo que hab¨ªa ocurrido en una aldea del norte marroqu¨ª, era un crudo trozo de realidad como todo lo suyo, desde sus aventuras con prostitutas de los cabar¨¦s de T¨¢nger hasta su amistad con muchos de los escritores internacionales que recalaban por esa ciudad: Paul Bowles, Tennessee Williams, William Burroughs, Jean Genet, Allen Ginsberg, Juan Goytisolo, Tahan Ben Jelloun...
En ese encuentro, Chukri me anunci¨® tambi¨¦n que no ser¨ªa un integrista fan¨¢tico el que le matar¨ªa -¨¦l estaba en la lista negra del islamismo-, sino el c¨¢ncer. Me lo cont¨® con mucha serenidad y hasta con una pizca de humor. Y es que el descubrimiento de que Chukri sufr¨ªa esa enfermedad hab¨ªa llevado al rey Mohamed VI a cuidar de ¨¦l, cubri¨¦ndole la atenci¨®n m¨¦dica en un hospital militar de Rabat y creando una fundaci¨®n para atesorar y preservar su obra. "Ahora que me estoy muriendo", dijo sin rencor, "se dan cuenta de que soy un escritor marroqu¨ª".
Era el m¨¢s grande de los escritores marroqu¨ªes. No deja esposa ni hijos ni fortuna material de ning¨²n tipo, pero s¨ª unos textos impresionantes. Su obra El pan desnudo ha sido traducido a 40 lenguas, incluido el hebreo, y entre la literatura ¨¢rabe difundida internacionalmente s¨®lo es superado en celebridad por los de Naguib Mahfuz. Pero ese libro estuvo prohibido a los lectores marroqu¨ªes hasta hace bien poco, por la sencilla raz¨®n de que era demasiado realista. En ¨¦l Chukri retrat¨® un lugar y un tiempo desde el lado de los que limpiaban botas, vend¨ªan cigarrillos de contrabando, trapicheaban con kif, comet¨ªan peque?os hurtos o se prostitu¨ªan con extranjeros. Luego, en Tiempo de errores, segunda entrega de la trilog¨ªa autobiogr¨¢fica iniciada con El pan desnudo y culminada con Rostros, Chukri cont¨® su extraordinario esfuerzo para convertirse en escritor desde su condici¨®n inicial de p¨ªcaro.
En una entrevista que sostuvimos para Babelia, el suplemento de libros y cultura de EL PA?S, en el oto?o del pasado a?o, Chukri declar¨®: "Yo estoy comprometido socialmente. Me inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas. No soy Espartaco, pero creo que todas las personas tienen una dignidad que tiene que ser respetada. Aunque no hayan tenido oportunidades en la vida".
Digno, muy digno: as¨ª fue Chukri hasta el final. Un gran se?or en los m¨¢rgenes, y por ello m¨¢s raro y apreciado; un escritor y un amigo irrepetibles.-
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