Responsables
Cuando los resultados electorales son decepcionantes, cuando los votos apoyan opciones que no parecen justas, solemos buscar responsables. ?Qui¨¦n se ha equivocado? Analizamos el papel de los l¨ªderes, el programa de los partidos, los pactos, los errores de comunicaci¨®n, las posibles disputas internas. Sin embargo, casi nunca nos atrevemos a afirmar que se han equivocado los votantes. Y la gente se equivoca, s¨ª, tambi¨¦n se equivoca la gente. El t¨®pico de que el electorado siempre tiene raz¨®n, igual que los clientes en los bares, s¨®lo sirve para asumir que los espejos devuelven la imagen del rostro que se mira en ellos, aunque el rostro sea un horror, una mezcla de fealdades naturales y maquillajes corridos. El sentido democr¨¢tico obliga a respetar la opini¨®n de la mayor¨ªa, pero no a darle la raz¨®n. El que miles de honrados espectadores se lancen a las aguas brillantes de la telebasura para asistir a la bochornosa miseria de la indignidad humana no significa que el gusto de esos espectadores sea un modelo de actuaci¨®n. Ocurre lo mismo con los resultados electorales. Es muy importante que un partido procure ganar las elecciones, pero no a toda costa, renunciando a su propia honradez pol¨ªtica. Hay tendencias sociales que no se pueden apoyar para ganar votos, porque la realidad pasa luego factura. El porvenir es largo, la paciencia una virtud, y no conviene abandonarse demasiado a las autocr¨ªticas o a los nervios.
El PSOE est¨¢ nervioso porque esperaba m¨¢s satisfacciones electorales. Incluso parece dispuesto a olvidar que hace unos a?os la izquierda viv¨ªa una situaci¨®n bastante peor. Las opciones socialistas sobre los problemas internacionales y nacionales (desde la defensa de los valores democr¨¢ticos hasta el di¨¢logo con las otras fuerzas de izquierda, desde sus propuestas para articular el Estado espa?ol hasta su apoyo a la paz y a la ONU) me parecen correctas y mucho m¨¢s sensatas que las del PP. El PSOE ha evitado la demagogia nacionalista que est¨¢ destruyendo la naci¨®n y la grandilocuencia internacional que ha descompuesto los intereses internacionales de Espa?a. Por eso oigo ahora con preocupaci¨®n un anuncio radiof¨®nico del PSOE-A en el que se afirma que el PP desprecia a Andaluc¨ªa, que ni quiere ni se interesa por Andaluc¨ªa. ?Es necesario imitar en Andaluc¨ªa la demagogia espa?olista del PP? ?Hay que alentar las identificaciones de un territorio y de unas se?as de identidad con un partido? ?Vamos a negarle la condici¨®n de andaluces a los que no piensan como nosotros, igual que el PP quiere negarnos la condici¨®n de espa?oles a los que no participamos de sus manipulaciones patri¨®ticas? Echarle carnaza a los sentimientos irracionales quiz¨¢ sea rentable en votos, pero ayuda poco a organizar la convivencia en Espa?a y en Andaluc¨ªa. Prefiero que las discusiones se centren en el terreno de la pol¨ªtica, en el sectarismo de un Gobierno que apoya a los suyos y castiga a los otros, en la incapacidad del PP para distinguir la gesti¨®n p¨²blica y los intereses partidistas. Pero esto ocurre en Andaluc¨ªa, Extremadura o Arag¨®n, y no es una cuesti¨®n de se?as de identidad, sino de la actitud antidemocr¨¢tica de la derecha. Hay argumentos que no deben utilizarse para ganar audiencia.
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