Descontextualizar
La obra de arte posee un aura que la diferencia de los objetos cotidianos. El aura se manifiesta f¨ªsicamente en el aislamiento que le proporciona el marco dorado que separa el cuadro de la pared o el pedestal que eleva la escultura del suelo y, en cualquier caso, la inserci¨®n de la obra en un museo. Cuando en 1917 Marcel Duchamp toma un vulgar urinario de loza y lo coloca sobre un pedestal en una exposici¨®n de arte moderno est¨¢ poniendo a prueba el poder de las convenciones culturales y sociales que sustentan la idea de arte y est¨¢ reclamando una mirada est¨¦tica para un objeto cuya funci¨®n higi¨¦nica lo convierte en irrelevante. Pero el efecto de aquella decisi¨®n de descontextualizar un objeto cotidiano trajo consecuencias inesperadas, por ejemplo, el que hoy se contemple con ojos est¨¦ticos en un museo cualquier objeto funcional de uso cotidiano. No me refiero ahora a los actos neodada¨ªstas que proponen como obra de arte una plancha o un aspirador, sino al vaso campaniforme o a la punta de flecha neol¨ªtica que se exhiben en los museos arqueol¨®gicos.
LA MIRADA A ESTRATOS
Museo de Zamora
Plaza de Santa Luc¨ªa, 2
Zamora. Hasta enero de 2004
El arte contempor¨¢neo ha
ayudado a desprejuiciar la mirada y a contemplar como arte aquello que no es m¨¢s que vestigio antropol¨®gico o testigo de la historia de la vida cotidiana. Por eso parece interesante la propuesta de Estrella de Diego y Sergio Rubira de introducir obras actuales en el ¨¢mbito de la arqueolog¨ªa y la historia, en un intento de dar una nueva vuelta de rosca a la descontextualizaci¨®n. En este caso se trata de invitar a seis artistas actuales a ubicar su obra entre piezas arqueol¨®gicas del Museo de Zamora. El inter¨¦s de esta muestra es doble, por un lado est¨¢ el experimento de la re-descontextualizaci¨®n, es decir, de someter a unas obras cuya cualidad aur¨¢tica se consigue por su contextualizaci¨®n en el conjunto de obras de la contemporaneidad, reubic¨¢ndolas ahora en el caudal de unos objetos de inter¨¦s cient¨ªfico que se hallan en las vitrinas del museo no por sus cualidades art¨ªsticas, sino por haber resistido el paso del tiempo.
Por otro lado, el inter¨¦s radica en comprobar qu¨¦ es capaz de hacer un grupo heterog¨¦neo de artistas actuales en semejante situaci¨®n. En este sentido, los artistas han optado por la soluci¨®n f¨¢cil, mimetizando, ilustrando o comentando las piezas del museo. As¨ª, Jos¨¦ Luis Moraza ha realizado un reloj de sol en el que el paso del tiempo se ilustra con grabados de utensilios de distintas ¨¦pocas, desde la prehistoria hasta la actualidad; Eva Lootz deja escuchar la supuesta voz de los objetos, que surge de un altavoz al ser contemplados; Mateo Mat¨¦ marca en el suelo y recoge en registro videogr¨¢fico las huellas de la humanidad; Alicia Mart¨ªn presenta unas fotograf¨ªas de enclaves arqueol¨®gicos de los que emergen libros; Marina N¨²?ez forra el suelo de la gran sala con unas baldosas de PVC que reproducen un yacimiento de objetos supuestamente cibern¨¦ticos y, por ¨²ltimo, Sergio Belinch¨®n sustituye un cuadro de la pinacoteca por una fotograf¨ªa tomada en la excavaci¨®n de Pozonuevo.
Si bien el experimento muse¨ªstico es interesante y positivo por las preguntas que sugiere, la respuesta de los artistas puede ser juzgada de t¨ªmida y de escasamente imaginativa; en cualquier caso, parece la respuesta a un ejercicio escolar, dada la ausencia de riesgo y el exceso de formalismo.
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