El nuevo antisemitismo europeo
En los atentados de la Intifada turca y de la Intifada francesa se evidencia de forma estridente por qu¨¦ se est¨¢ escribiendo un nuevo cap¨ªtulo en la historia del antisemitismo, qu¨¦ es lo que hace que ¨¦ste sea tan peligroso y en qu¨¦ sentido debe interpretarse como una manifestaci¨®n de la globalizaci¨®n. El contexto hist¨®rico nacional es completamente distinto en ambos casos, pero el mensaje de estos actos demenciales es el mismo, a saber, la supresi¨®n de las fronteras de la Intifada: las acciones del Ej¨¦rcito israel¨ª en Palestina tienen como consecuencia actos terroristas contra jud¨ªos en cualquier lugar.
Hasta donde se puede saber en estos momentos, los sangrientos atentados contra dos sinagogas en Estambul se dirigen contra muchas cosas a la vez: contra los jud¨ªos turcos y, contra la occidentalizaci¨®n del islam a la que aspira el Gobierno turco, pero tambi¨¦n contra las relaciones turco-israel¨ªes que cultiva el Gobierno de Turqu¨ªa en contraste con otros pa¨ªses musulmanes, relaciones de las que forma parte la cooperaci¨®n militar contra el enemigo com¨²n, Siria.
Francia tiene las mayores comunidades jud¨ªa y musulmana de Europa, con 600.000 y 5 millones de miembros, respectivamente. La postura del presidente Chirac contra el bombardeo de Irak dio rienda suelta al odio a los jud¨ªos de los j¨®venes franco¨¢rabes, y ese odio acab¨® desencaden¨¢ndose en forma de actos violentos contra los jud¨ªos franceses, el ¨²ltimo de ellos contra un colegio jud¨ªo de Par¨ªs.
La deslocalizaci¨®n de la Intifada quiere decir: lo exterior es interior; el conflicto israel¨ª-palestino exterior irrumpe en el "interior" de los pa¨ªses de la UE y amenaza el compromiso nacional de equilibrio entre jud¨ªos y no jud¨ªos.
A todo esto subyace algo que podr¨ªamos denominar la globalizaci¨®n de las emociones. La teor¨ªa de la identidad, de la sociedad y de la pol¨ªtica seg¨²n la cual seguimos viviendo en contenedores claramente delimitados, organizados en Estados nacionales, deviene hist¨®ricamente falsa. En la cultura televisiva globalizada, la compasi¨®n tampoco est¨¢ ligada al esquema nacional amigo-enemigo. Desde que las im¨¢genes televisivas de las operaciones b¨¦licas y sus v¨ªctimas se reciben en todas partes se comprende que la violencia en un rinc¨®n del globo puede producir una disposici¨®n a la violencia en muchos otros rincones del mundo. Si civiles y ni?os sufren y mueren en Israel, Palestina, Irak o ?frica y este sufrimiento se presenta en im¨¢genes desgarradoras a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, surge una compasi¨®n cosmopolita que fuerza a tomar postura.
La globalizaci¨®n de las emociones que desencadena la interiorizaci¨®n transnacional del conflicto israel¨ª-palestino socava tambi¨¦n en Alemania el compromiso hist¨®rico, siempre l¨¢bil, de convivencia pac¨ªfica y aspiraci¨®n a la reconciliaci¨®n entre jud¨ªos y no jud¨ªos.
La mayor¨ªa de los alemanes (y de los europeos) no acepta la distinci¨®n entre israel¨ªes y jud¨ªos, tan esencial para la reconciliaci¨®n entre jud¨ªos y alemanes. Tras uno de los discursos del ex presidente de Israel Ezer Weizman, Ignaz Bubis, que entonces presid¨ªa el consejo central jud¨ªo de Alemania, tuvo que escuchar el siguiente cumplido: "Su presidente ha pronunciado un buen discurso". "Naturalmente", contest¨® Bubis, "Roman Herzog [entonces presidente de Alemania] siempre pronuncia buenos discursos.", "No", replic¨® su interlocutor, "yo me refer¨ªa a su presidente, Weizman, Weizman". En esta equiparaci¨®n esencialista de jud¨ªos e israel¨ªes los jud¨ªos alemanes vuelven a sentirse marginados cuando se critica a Israel: la cr¨ªtica a esa naci¨®n se transforma en cr¨ªtica a los jud¨ªos, aislamiento de los jud¨ªos, hostilidad a los jud¨ªos. Se cumple as¨ª de forma subrepticia la transici¨®n de los jud¨ªos alemanes como figura simb¨®lica de la mala conciencia a la figura de los jud¨ªos como extranjeros. Aumenta el riesgo de que se produzcan experiencias cotidianas de marginaci¨®n (y cosas peores).
Por el otro lado, teniendo en cuenta la escalada de violencia, es evidente que muchos israel¨ªes aceptan cada vez menos la diferencia entre la cr¨ªtica a Israel y el antisemitismo. ?Se critica el derecho a la existencia de ese Estado? ?O es la pol¨ªtica del Gobierno de Sharon lo que se critica? ?Y qu¨¦ quiere decir el hecho de que m¨¢s de la mitad de los ciudadanos europeos vean en Israel la primera amenaza mundial para la paz, una amenaza peor que Corea del Norte e Ir¨¢n, por no hablar de los Estados ¨¢rabes? ?Se niega la legitimidad a Israel, a Sharon o a ambos? Tras la fachada de la expresi¨®n "cr¨ªtica a Israel" hay contenidos explosivos.
Precisamente quienes combaten el antisemitismo de palabra y obra quedan atrapados en este dilema con la escalada del atavismo del conflicto israel¨ª-palestino: ni desean ni pueden criticar a la sociedad israel¨ª para no poner en peligro su anti-antisemitismo. Pero, por ese mismo motivo, se ven obligados a criticar la pol¨ªtica de Sharon para no poner en cuesti¨®n los fundamentos morales de su anti-antisemitismo. Este cl¨¢sico callej¨®n sin salida desata a su vez el antisemitismo completamente normal que puede legitimarse y desarrollarse gracias a su orientaci¨®n antiisrael¨ª. Forzando la expresi¨®n, podr¨ªa decirse que lo novedoso es que de este modo surge involuntariamente una coalici¨®n entre anti-antisemitismo y antisemitismo.
Aqu¨ª se pone en evidencia una traidora visi¨®n unilateral de los alemanes y europeos. Se protesta contra la militancia israel¨ª y se pasa f¨¢cilmente por alto el terrorismo suicida con el que los palestinos tiranizan a la sociedad civil israel¨ª. Cuando una mujer palestina se vuela en un caf¨¦ en el que tambi¨¦n est¨¢n presentes mujeres israel¨ªes con sus hijos, hay veces que se escucha -sin duda no como disculpa, pero s¨ª con comprensi¨®n- que se trata de v¨ªctimas cuyas acciones reflejan su propia historia de opresi¨®n; y, a fin de cuentas, no cabe esperar sin m¨¢s que palestinos heridos en lo m¨¢s profundo de su dignidad se den cuenta de que hacer saltar ni?os por los aires no es, en sentido estricto, admisible.
Como el fascismo en Alemania empez¨® con la quiebra de principios jur¨ªdicos fundamentales, cuando se violan estosprincipios saltan todas las alarmas y los mandarines que han combatido resueltamente al antisemitismo se encaran severos con Israel. ?Pero c¨®mo se puede distinguir entre una violaci¨®n "buena" y "mala" de los derechos humanos fundamentales? ?Entre los "buenos" terroristas suicidas palestinos que cometen un genocidio selectivo contra civiles israel¨ªes inocentes y el terrorismo estatal "malo" de Israel que ejecuta de forma selectiva a sus enemigos de Ham¨¢s, aun a costa de causar v¨ªctimas civiles?
Las muecas del antisemitismo no son nuevas. Pero s¨ª es novedosa la confusi¨®n global y local de la madeja de conflictos, la glocalizaci¨®n del conflicto israel¨ª-palestino y la paradoja de que sean precisamente la sensibilidad hacia los derechos humanos y la cr¨ªtica a Israel que se basa en ella lo que ponga en peligro los muros de contenci¨®n que se levantaron contra el antisemitismo. Precisamente porque va de suyo que los europeos critiquen la pol¨ªtica del Gobierno israel¨ª, y porque va de suyo que quienes critican a Sharon no son autom¨¢ticamente antisemitas, el conflicto israel¨ª-palestino interiorizado en Europa mina las formas de convivencia multiculturales logradas durante los ¨²ltimos a?os: cuanto m¨¢s justificada moralmente se proclame o est¨¦ de hecho la cr¨ªtica a Sharon, cuanto m¨¢s at¨¢vica la espiral de violencia y odio, cuanto m¨¢s claramente adopte formas civilizatoriamente regresivas el conflicto de Oriente Pr¨®ximo, y cuanto m¨¢s se prolongue ¨¦ste, tanto m¨¢s amenazar¨¢ las formas de entendimiento y reconciliaci¨®n entre jud¨ªos y no jud¨ªos, y no s¨®lo en Alemania o en Europa.
?C¨®mo es posible oponerse a esto, actuar en contra de esto? Quiz¨¢ fuera saludable plantearse la siguiente pregunta: ?en qu¨¦ me convertir¨ªa yo si diariamente tuviera que coger el autob¨²s en Haifa para ir al trabajo? Hablando figuradamente, en Europa no se argumenta de forma diferente a como se argumenta en Israel con un billete de autob¨²s en el bolsillo. Por eso es tanto m¨¢s doloroso que, en esta situaci¨®n, precisamente aquellos que se toman en serio las obligaciones derivadas del holocausto encierren a Israel en un gueto moral. ?La cr¨ªtica a Israel tambi¨¦n es extensible a la oposici¨®n israel¨ª, que una vez m¨¢s ha expresado su opini¨®n con el Plan de Ginebra, un hist¨®rico compromiso de paz negociado subestatalmente por israel¨ªes y palestinos? ?ste es un min¨²sculo pero importante destello de esperanza, una rama de olivo que merece toda la atenci¨®n por parte del mundo. Y, exactamente a la inversa, es preciso que en Europa se retire el asentimiento t¨¢cito al terrorismo suicida palestino; es preciso condenarlo de forma expresa y ante la opini¨®n p¨²blica mundial como lo que es: un acto b¨¢rbaro que viola clamorosamente los m¨ªnimos civilizatorios y que no puede justificarse ni asumirse como "contraterrorismo".
"Israel¨ªes y palestinos son enemigos, pero no extra?os", afirma Amos Oz. Son carceleros y prisioneros encadenados los unos a los otros, que no luchan por la "reconciliaci¨®n" (¨¦sta es una palabra demasiado grande), sino por la "separaci¨®n". En esta intimidad de la enemistad y en este encadenamiento mutuo se origina la crueldad del conflicto. Los enemigos ¨ªntimos encadenados entre s¨ª conocen la vulnerabilidad del otro. ?Qui¨¦n, y c¨®mo, puede pretender juzgar en este asunto, especialmente si es un alem¨¢n sobre el que pesa la historia?
Es preciso tener o¨ªdo para el significado rec¨ªproco de las palabras clave. "Regreso" es una de esas palabras: a o¨ªdos de los palestinos, "regreso" representa de forma irrenunciable su identidad; a o¨ªdos de los israel¨ªes, no es m¨¢s que una palabra en clave para la aniquilaci¨®n de Israel y la fundaci¨®n de dos Estados palestinos sobre un mismo territorio. Est¨¢ claro que ese car¨¢cter excluyente, esa imposibilidad de comparar las perspectivas no puede resolverse desde el punto de vista europeo. Pero s¨ª puede comprenderse. Y el cambio de perspectivas es factible, no s¨®lo hermen¨¦utica, sino tambi¨¦n pol¨ªticamente, aunque sea necesario volver a convencer de eso a muchos israel¨ªes. Quien como alem¨¢n condena la pol¨ªtica militante del Gobierno de Sharon, si bien no s¨®lo esa pol¨ªtica, es muy capaz de hacerlo sintiendo una profunda solidaridad con jud¨ªos e israel¨ªes, poni¨¦ndose al servicio de la reconciliaci¨®n. Aunque para conseguirlo quiz¨¢ sea necesario sacar un billete de autob¨²s en Haifa.
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