Soledad compartida
John Surman viene a ser el Jan Garbarek brit¨¢nico. Nacidos, respectivamente, en 1943 y 1947, ambos saxofonistas han experimentado en instrumento propio las sucesivas convulsiones del jazz, la tremenda influencia de John Coltrane, la aparici¨®n del jazz libre y el nacimiento de ECM. Una analog¨ªa m¨¢s: los dos parecen m¨¢s determinados por los paisajes que por los personajes cuando componen o improvisan; ah¨ª se acaban las semejanzas. Salvo error u omisi¨®n, Surman grab¨® su primer disco en solitario en 1972 (Westering home, Island). Utiliz¨® entonces la tecnolog¨ªa disponible: sintetizadores primitivos que funcionaban todav¨ªa casi a vapor. Surman ve¨ªa en los teclados electr¨®nicos y m¨¢quinas multipistas criaturas desvalidas que todav¨ªa com¨ªan de la mano del hombre, pero ahora ha cambiado de opini¨®n. Los sigue utilizando, aunque casi como juguetes, s¨®lo para a?adir color o texturas tenues; en sus propias palabras, "para preparar el lienzo". Los contornos, la perspectiva, la pulpa de las melod¨ªas proceden directamente de su clarinete alto (una herramienta rara en el jazz) y de sus saxos bar¨ªtono y soprano.
John Surman
John Surman (flauta, clarinete alto y saxos soprano y bar¨ªtono, samplers). Auditorio San Juan Bautista. Madrid, 22 de noviembre.
Con este ¨²ltimo comenz¨® su precioso recital, no sin antes poner en marcha una m¨¢quina cuyos sonidos a veces le pasearon por los oscuros fondos marinos y otras le elevaron a la c¨²pula celeste. Al principio, pudo parecer que se estaba escuchando uno de esos discos de "m¨²sica relajante", pero esta primera charla con su rob¨®tico amigo tuvo mucho m¨¢s fondo y empaque que una simple colecci¨®n de sonidos limpiaestr¨¦s.
Rebosante de recursos
Surman lo refrend¨® en la siguiente pieza, Bar¨ªtono espa?ol, en la que sin ayuda electr¨®nica caracole¨® por nuestro sur peninsular sin trastabillar con t¨®picos o verdades a medias. S¨®lo el control de arm¨®nicos que demostr¨® en la introducci¨®n del tema bast¨® para rendirle pleites¨ªa t¨¦cnica, sobre todo porque de ah¨ª pas¨® a desarrollar lo que pareci¨® una forma de bebop casi psicof¨®nica y temiblemente alambicada. Para entonces, Surman ya hab¨ªa demostrado en las presentaciones un fino sentido del humor, no del todo ingl¨¦s, por lo que no extra?¨® que pidiera al p¨²blico que le acompa?ara imitando el sonido de la lluvia. Sobre ese fondo, describi¨® una exquisita l¨ªnea de bajo y se acord¨® del Nueva Orleans callejero. A¨²n m¨¢s lejos, al norte de la isla japonesa de Hokkaido, viaj¨® despu¨¦s para tocar una deliciosa pieza folcl¨®rica con una peque?a flauta.
Rebosante de recursos, Surman cambi¨® radicalmente de orientaci¨®n en el espl¨¦ndido An unexpected baritone blues, y termin¨® con tres canciones folcl¨®ricas. De nuevo pidi¨® colaboraci¨®n al p¨²blico, que decidi¨® cambiar espont¨¢neamente a las palmas. ?se es uno de los poderes de los grandes m¨²sicos: incitan a pensar y despiertan la imaginaci¨®n. Mientras se les escucha, todo el mundo se siente improvisador.
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