Al Celta le puede la vulgaridad
El conjunto vigu¨¦s empata con el Brujas en otra nefasta actuaci¨®n y se lo jugar¨¢ todo en Mil¨¢n
Se jugaba el Celta todo, la vida casi. Su futuro en el torneo pend¨ªa de un hilo, necesitado como estaba de no pinchar ante el Brujas, el m¨¢s d¨¦bil de sus rivales. Pinch¨® el Celta. Y lo hizo al ejecutar un partido espantoso. Pudo salvarle una jugada puntual, un detalle de Gustavo L¨®pez al que Mostovoi puso la firma. Pero en el tiempo de prolongaci¨®n encontr¨® el justo castigo a su falta de imaginaci¨®n firmando un empate que no le despide de la competici¨®n, pero que le obliga a ganar al Milan, en San Siro, en la ¨²ltima jornada.
Es el Celta el conjunto que m¨¢s toca el bal¨®n en la Liga espa?ola. As¨ª lo atestiguan las estad¨ªsticas. Pero de bien poco le sirve. Porque o cae aqu¨¦l en los pies de Mostovoi o Jesuli o en el c¨¦sped no pasa nada. Nada de inter¨¦s, se entiende. Circula la pelota en horizontal, en distancias cortas, all¨¢ en el centro del campo, bostezando si ello fuera posible. Nadie rompe desde posiciones traseras, nadie arriesga un pase largo. Se siente as¨ª inc¨®modo el equipo de Lotina. Y cuando los futbolistas descubren que la v¨ªa del toque da poco r¨¦dito optan por el arrastre, por aventurarse al ataque con el bal¨®n mal cosido a la bota.
CELTA 1 - BRUJAS 1
Celta: Cavallero (Pinto, m. 62); ?ngel, Sergio, Berizzo, Sylvinho (Gustavo L¨®pez, m. 46); Jesuli, Luccin, Jos¨¦ Ignacio, Juanfran; Mostovoi (Jandro, m. 78); y Milosevic.
Brujas: Verlinden; Martens, Simons, Rozehnal, Gvozdenovic (Lange, m. 81); De Cock, Clement, Englebert, Ceh (Roelandts, m. 85); Verheyen y Saeternes.
Goles: 1-0. M. 74. Jos¨¦ Ignacio centra raso para que Mostovoi empuje.
1-1. M. 91. Centro sobre el ¨¢rea, Pinto se precipita en la salida y Lange peina el bal¨®n.
?rbitro: Eric Poulat (Francia). Amonest¨® a Sylvinho, Verlinden, Englebert y Saeternes.
Unos 23.000 espectadores en Bala¨ªdos.
Con el Celta sin saber si ir o venir, el Brujas se encontr¨® en su escenario favorito, con un adversario tan dominador como inocente. Y se relami¨® inventando contragolpes. Le sac¨® Cavallero el bal¨®n de los pies a Martins, que llegaba solo, y tuvo el meta argentino que estirarse en otro par de ocasiones con el acierto que parec¨ªa haberle abandonado. Su mala suerte, sin embargo, no le dej¨® en paz y una lesi¨®n le despidi¨® del partido.
No es que hiciera nada del otro jueves el Brujas, tal vez porque no sabe, pero se sent¨ªa tan a gusto que prob¨® fortuna cada vez que pudo. Quiz¨¢ record¨® su victoria en Mil¨¢n, donde sorprendi¨® al mism¨ªsimo campe¨®n de Europa. Sus m¨ªnimas posibilidades de clasificaci¨®n pasaban por una victoria en Bala¨ªdos y a la tarea se pusieron los animosos belgas. A su modo, eso s¨ª, demostrando una cierta alergia al bal¨®n que no les impidi¨® encadenar contras con reiteraci¨®n.
Se encomend¨® el Celta a Jesuli y a Milosevic. Aqu¨¦l hizo la guerra por su cuenta, cierto, pero al menos sus caracoleos al borde del ¨¢rea sembraban cierta inquietud en el Brujas, poco acostumbrado quiz¨¢ a devaneos de ese tipo. Cosa distinta fue su aportaci¨®n defensiva, sencillamente inexistente. Mientras tanto, Milosevic bajaba a recibir, se echaba a las bandas, abr¨ªa huecos en el coraz¨®n del ¨¢rea por los que ning¨²n compa?ero se dignaba aparecer. Y a¨²n ten¨ªa tiempo para acudir al remate, como en aquella jugada al inicio del segundo tiempo en la que su disparo desde el ¨¢rea peque?a se estrell¨® en el pecho del meta Verlinden
Ya por entonces estaba en escena Gustavo L¨®pez, que en su primera aparici¨®n dispar¨® a romper y Verlinden se estir¨® con una agilidad que hace dudar de sus 40 a?os. Se espabil¨® el Celta, que en medio del aguacero que inund¨® Bala¨ªdos vio la luz. Encontr¨® por fin a un jugador que se atrevi¨® a inventar en medio de aquella sinsustancia de partido. Fue Gustavo L¨®pez, que se pase¨® con la pelota por el borde del ¨¢rea grande, a la espera de que alg¨²n socio se decidiera a moverse. Lo hizo Jos¨¦ Ignacio y al hueco le mand¨® el bal¨®n. El centro de aqu¨¦l encontr¨® a Mostovoi, que fusil¨® desde cerca. El ruso, otrora intocable, fue silbado por la afici¨®n en varios momentos, quiz¨¢ por aquello de que en los ¨²ltimos tiempos se prodiga m¨¢s en espantadas y en insultos a la prensa que en dejar correr su ilimitada imaginaci¨®n. Se encar¨® Mostovoi con la grada y ¨¦sta, que lo que quer¨ªa era celebrar el tanto, le despidi¨® con una pitada. Poco despu¨¦s, un bal¨®n colgado sobre el ¨¢rea fue cabeceado por Lange, con Pinto, sustituto de Cavallero, saliendo de mala manera a por el bal¨®n.Fue el triste colof¨®n a un partido en el que el Celta le falt¨® lo que siempre le falta: f¨²tbol.
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