Diamanda Gal¨¢s, la voz de los condenados
La voz es un instrumento de tortura". La definici¨®n parte de Diamanda Gal¨¢s, vocalista excepcional, con registros sonoros que viajan desde el quej¨ªo g¨®tico hasta el lamento, la euforia y el desenfreno teatral. "Hay cosas que la gente no quiere o¨ªr y les duele escucharlas. Pero no importa. Tienden a ser enemigos y es bueno que se molesten", explica en Londres. De herencia griega-ortodoxa y cuna estadounidense, Gal¨¢s ha convertido los temas tab¨²es del presente y pasado en cantera de su creatividad. Desde su deb¨², en 1977, construye en sus composiciones y ciclos musicales poemas sobre mujeres torturadas, enfermos de sida y comunidades condenadas y olvidadas por la historia. "Todo mi trabajo gira en torno a personas que por diversas causas se ven en situaciones de aislamiento extremo".
El ¨²ltimo ciclo, Defixiones, Will and Testament, que lleva cinco a?os desarrollando y acaba de lanzar en un doble compacto junto a otra entrega adicional, La Serpenta canta, versa sobre el genocidio turco de armenios, asirios y griegos entre 1914 y 1923. Es un cap¨ªtulo negro de la historia que corre por las venas de la compositora. "Mi padre pertenece a esa comunidad que enviaron a la senda de la muerte a trav¨¦s de Turqu¨ªa. Es un trauma que rememora d¨ªa tras d¨ªa. He escuchado estas historias desde ni?a y sab¨ªa que en alg¨²n momento de mi vida tendr¨ªa que sacarlas a la luz", cuenta.
"De estos genocidios no se habla debido a la identidad y conexiones de sus autores. Se encubren, por los intereses pol¨ªticos de Estados Unidos en Turqu¨ªa y la relaci¨®n entre Estados Unidos e Israel", critica. "Cuando miras al pasado, ves el presente. La historia se repite y los grandes poderes siguen explotando y destruyendo hasta la muerte a los ciudadanos de otros pa¨ªses. Pero se debe hablar con el enemigo. Preferentemente en su propia cara; algo que en muchas comunidades no es posible. Yo en cambio s¨ª puedo. Vivo en Estados Unidos, la tierra de la libertad, y puedo decir lo que quiero sin que me maten. Mi padre tiene miedo por m¨ª. Cree que corro peligro con mis obras sobre los turcos. Pero es algo que debo hacer".
A Gal¨¢s le come la pasi¨®n. De 48 a?os, tez p¨¢lida y larga melena del color del azabache, gesticula con el cuerpo y echa pestes en castellano e ingl¨¦s. Contra sus compatriotas que se quejan de los recortes de libertad en la era Bush e ignoran la realidad en Irak, Chipre, ?frica...
"Siempre ha habido altibajos en Estados Unidos, pero nunca sufriremos la situaci¨®n de muchos otros pa¨ªses", puntualiza. Y se alborota con la idea de que Turqu¨ªa pueda promocionar su ingreso en la Uni¨®n Europea con el m¨®vil de la religi¨®n. "Turqu¨ªa es un pa¨ªs incivilizado, donde mucha gente va a la huelga de hambre para llamar la atenci¨®n sobre la situaci¨®n de los presos, de las mujeres. El islam nada tiene que ver con el acceso a la UE", dice enfurecida.
Encuentra refugio en los poetas. "Nunca entend¨ª la cultura pop, el mundo de la televisi¨®n o de los Beatles. Todav¨ªa me pongo nerviosa cuando veo a masas de gente en un mismo lugar pas¨¢ndoselo en grande. Pienso que algo err¨®neo est¨¢ sucediendo. No digo que yo lleve la raz¨®n. Los poetas que me interesan tienen el mismo problema. Son una banda de antisociales. Aman y odian a la raza humana; lo conocen todo sobre la raza humana y no son de ninguna utilidad para la raza humana", explica.
En la preparaci¨®n de Defixiones, Will and Testament rebusc¨® en la obra de bardos que conocieron el exilio, como el armenio Siamanto, el sirio Adonis, el asirio Friedoun Bet-Oraham, el belga Henri Michaux o el peruano C¨¦sar Vallejo. "Vallejo es mi favorito de entre todos lo poetas. Es tan sofisticado y describe tantas emociones que te ves transportada entre los dioses y, en la estrofa siguiente, te hace sentirte como una bestia del mundo animal. No comprendo algunos de sus poemas por innumerables veces que los lea. Los releo como otras personas revisan la Biblia", admite.
Nada es casual en la m¨²sica de Gal¨¢s. Indaga en la memoria personal y colectiva, cediendo su voz a los oprimidos, olvidados y repudiados. Reescribe fragmentos de la historia universal en una cruzada contra la apat¨ªa y los prejuicios sociales. Ha titulado su trabajo sobre el genocidio turco con la palabra griega Defixiones que hace referencia a leyendas inscritas en plomo para ahuyentar a los saqueadores de tumbas. "Es una marca en una sepultura. Un maleficio, pero tambi¨¦n una se?al de algo que sucedi¨®. En cierta forma yo estoy haciendo lo mismo. Marcando un hecho del que quiz¨¢ nadie m¨¢s escribir¨¢. As¨ª, cuando me muera, tendr¨¦ la satisfacci¨®n de haber marcado algo que necesitaba ser marcado. Una de mis ambiciones fundamentales es morir con la sonrisa en mi rostro", desvela en Londres.
Todav¨ªa le quedan monta-
?as por ascender hasta llegar a su destino final. A nivel social, sigue luchando contra la discriminaci¨®n que sufren los enfermos de sida y otros males contagiosos. Ha compuesto una trilog¨ªa sobre el tema, Masque of the Red Death, editada a finales de los ochenta, cuya relevancia se puso recientemente de manifiesto. "Hace un par de a?os contraje hepatitis C y, en plena gira, me somet¨ª a un dur¨ªsimo tratamiento de quimioterapia. La discriminaci¨®n que sufr¨ª es incre¨ªble. Hombres, muertos de p¨¢nico, no quer¨ªan acercarse ni a varios metros. Me re¨ªa de ellos y, pese al da?o sentimental que me estaban causando, les dec¨ªa: 'qu¨¦ porquer¨ªa m¨¢s t¨ªpica sois", recuerda en Londres. A nivel familiar tambi¨¦n tiene cuentas por saldar. En la mentalidad ortodoxa de su padre, un m¨²sico de profesi¨®n, se proh¨ªbe cantar a las mujeres. Diamanda Gal¨¢s se rebel¨® d¨¦cadas atr¨¢s y ahora sue?a con "seguir cantando cumplidos los 80 y pagando todav¨ªa mi renta". "A ver qu¨¦ me dicen entonces", les reta con desparpajo.
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