"Al que haga una llamada, le corto el cuello"
Trece representantes de los medios de comunicaci¨®n acompa?aron a George W. Bush en sus 30 horas de escapada a Bagdad del D¨ªa de Acci¨®n de Gracias. A todos ellos se les hizo jurar silencio absoluto sobre el viaje: ni sus familias ni sus jefes pod¨ªan saber nada. Los cinco reporteros, cinco fot¨®grafos y tres t¨¦cnicos formaban el pool de la Casa Blanca que estaba de guardia el pasado mi¨¦rcoles, unos en Washington y otros en Tejas. Mike Allen, de The Washington Post, fue uno de los 13. En su relato de los preparativos se?ala que fue avisado menos de cuatro horas antes de la partida del avi¨®n del aeropuerto de Waco, en Tejas. Allen estaba con los dem¨¢s periodistas en el centro de prensa que se organiza cerca del rancho de Bush. La Casa Blanca, que hab¨ªa dicho p¨²blicamente dos horas antes que el presidente iba a cenar con su familia en Crawford, secuestr¨® a Allen y a otros seis de los seleccionados y les condujo a un aparcamiento de una universidad cercana. Varios de los periodistas estaban convencidos, en los minutos de espera, de que eran v¨ªctimas de una broma organizada por funcionarios del servicio de prensa de la Casa Blanca para animar un poco la aburrida guardia del D¨ªa de Acci¨®n de Gracias. Cuando el grupo fue conducido al avi¨®n presidencial, se dieron cuenta de que la cosa iba en serio.
Ninguno de los concentrados vio a Bush subir a bordo del Air Force One. Cuando el avi¨®n lleg¨® a la base a¨¦rea de Andrews, en las afueras de Washington, se dirigi¨® a un gigantesco hangar en el que estaba el otro 747 que se usa alternativamente en los desplazamientos presidenciales. Estaba listo para salir hacia Bagdad. Al cambiar de avi¨®n, el presidente vio a los periodistas: ya estaban los 13, porque a los que ven¨ªan de Tejas se les hab¨ªan unido un equipo de la cadena de televisi¨®n Fox y dos reporteros de agencias. El ruido era ensordecedor, y por eso Bush se dirigi¨® gritando y por se?as a los periodistas, que no le o¨ªan bien, pero que le entendieron perfectamente, seg¨²n Allen: "Hizo, con el pulgar y el me?ique, el gesto de llamar por tel¨¦fono, y dijo bromeando: 'Nada de llamadas, ?est¨¢ claro?'. Para subrayarlo a¨²n m¨¢s, cruz¨® los brazos una y otra vez. Hizo el gesto de degollamiento en su garganta y repiti¨® otra vez: 'Nada de llamadas".
El procedimiento utilizado ha abierto un debate sobre lo adecuado del comportamiento del entorno de Bush -que dio una informaci¨®n falsa sobre las actividades del presidente, y que lleg¨® a detallar el men¨² de la cena que nunca cen¨® Bush- y tambi¨¦n sobre los periodistas, que aceptaron el compromiso de silencio para no arriesgar la seguridad de la operaci¨®n. Algunos cr¨ªticos y responsables de medios condenaban ayer la maniobra, pero, seg¨²n Howard Kurtz, responsable de medios de comunicaci¨®n en The Washington Post, "aunque la Casa Blanca enga?¨® a la mayor¨ªa de los periodistas al ocultar la visita de Bush a Bagdad, muchos periodistas y expertos se sienten inclinados a justificar a la Administraci¨®n en este caso". Tambi¨¦n hay alguna cr¨ªtica a los periodistas por haber aceptado formar parte de la maniobra, pero la mayor¨ªa entiende que era dif¨ªcil -para pol¨ªticos y profesionales- dejar escapar la oportunidad.
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