M¨¢s oferta, m¨¢s contenido, m¨¢s investigaci¨®n
El sistema universitario espa?ol ha experimentado un enorme crecimiento a lo largo de los ¨²ltimos veinticinco a?os, desde los 600.000 alumnos del curso 1976-1977 hasta el mill¨®n y medio de la actualidad. Las universidades se han hecho m¨¢s grandes, pero, sobre todo, ha aumentado su n¨²mero, desde 28 p¨²blicas y 4 privadas hasta las 50 p¨²blicas y 19 privadas hoy. Tambi¨¦n el contenido de sus tareas se ha transformado, contribuyendo de forma significativa a una actividad investigadora cuyo peso en el conjunto de la investigaci¨®n mundial ha venido aumentando progresivamente.
La norma b¨¢sica que vino a cambiar la estructura universitaria preexistente fue la Ley de Reforma Universitaria (LRU), promulgada en 1983, que desarroll¨® el mandato constitucional de autonom¨ªa universitaria y transform¨® categor¨ªas de profesorado, planes de estudios, organizaci¨®n interna y m¨¦todos de selecci¨®n de profesores y alumnos. La Ley Org¨¢nica de Universidades (LOU), promulgada en 2001, ha introducido modificaciones en algunos puntos b¨¢sicos, por ejemplo mediante la creaci¨®n de una prueba general de habilitaci¨®n para todo el profesorado numerario cuyas disfunciones se est¨¢n poniendo de manifiesto al tiempo que se ponen en marcha las primeras pruebas. Pero la LOU no ha supuesto la completa transformaci¨®n asociada a la entrada en vigor de la LRU. A partir de mediados de los noventa se produjo adem¨¢s la transferencia de todo el sistema a las comunidades aut¨®nomas.
"ART?CULO 27, 10. Se reconoce la autonom¨ªa de las Universidades, en los t¨¦rminos que la ley establezca"
Las universidades se han ido adaptando a las condiciones externas, cambiantes desde la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n. En primer lugar, ampliando su oferta para dar satisfacci¨®n a una demanda creciente seg¨²n iban teniendo acceso a sus aulas nuevas capas de la poblaci¨®n. Y, a pesar de las carencias que siempre se producen en un proceso de r¨¢pido crecimiento de profesores e instalaciones, puede decirse que la Universidad ha respondido a la demanda social de m¨¢s estudios universitarios. Esta tendencia est¨¢ cambiando, debido a la contracci¨®n demogr¨¢fica de las nuevas generaciones en edad universitaria, registr¨¢ndose una disminuci¨®n progresiva en el n¨²mero de alumnos desde el curso 2000-2001, lo que debe suponer una nueva adaptaci¨®n todav¨ªa pendiente. En segundo lugar, transformando y enriqueciendo sus contenidos con nuevas titulaciones y cambios en las m¨¢s tradicionales. En tercer lugar, dando un papel cada vez m¨¢s importante a la investigaci¨®n cient¨ªfica y al desarrollo tecnol¨®gico.
Pero aun con todos estos esfuerzos, no acaba la Universidad de recibir el apoyo ni el reconocimiento que una sociedad moderna debe prestarle. En parte, debido a una tradici¨®n cultural poco comprometida con la ciencia y a una falta de visi¨®n estrat¨¦gica de nuestros gobernantes. Pero tambi¨¦n achacable a su propia inercia, al ensimismamiento que obstaculiza una m¨¢s amplia relaci¨®n con el entorno social y la mezcla de incapacidad y falta de voluntad para dar respuesta a los problemas tecnol¨®gicos o sociales que plantea la sociedad en la que est¨¢ inmersa. La falta de recursos suficientes, la rigidez interna y una cierta paralizaci¨®n producida por la discusi¨®n y entrada en vigor de la LOU han debilitado el dinamismo de la instituci¨®n universitaria.
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