El buen gestor
Por lo que parece, no mengua la tensi¨®n, y los roces entre Francisco Camps y Eduardo Zaplana se repiten e incluso se agravan. Pero, como revela el caso de Jos¨¦ Luis Olivas y otros tantos de que dan cuenta los cronistas, la liza se libra tambi¨¦n en el segundo nivel de los cargos auton¨®micos, en el de esos empleos que en la jerga administrativa forman el personal eventual. Es en ese momento, en la ejecuci¨®n de las decisiones, cuando se facilita o se entorpece una gesti¨®n y cuando las hipotecas humanas contra¨ªdas se saldan o se agigantan. Seg¨²n leemos en la ley de la funci¨®n p¨²blica valenciana, el personal al servicio de la administraci¨®n se clasifica en funcionario de carrera, funcionario interino, laboral y personal eventual. De todos ellos, es una categor¨ªa aparte el denominado personal eventual: lo constituyen quienes, en virtud de libre nombramiento y en r¨¦gimen no permanente, ocupan un puesto de trabajo que no est¨¢ reservado a funcionarios. De acuerdo con lo previsto, este personal eventual s¨®lo podr¨¢ desempe?ar los empleos en que expresamente se requieran las funciones de confianza o asesoramiento especial. La designaci¨®n de los cargos ser¨¢ libre y corresponder¨¢ al presidente de la Generalidad Valenciana, a los consejeros o a las restantes autoridades institucionales. En todo caso el personal eventual cesar¨¢ autom¨¢ticamente cuando decaiga la autoridad a la que preste su funci¨®n asesora, de confianza. Hasta aqu¨ª, la par¨¢frasis de la prosa legal. De ese l¨¦xico pesadamente administrativo me gustar¨ªa retener estos datos: el personal asesor es de libre nombramiento en virtud de la confianza que le presta una autoridad. Analicemos ese aspecto.
La vida es una sucesi¨®n de acuerdos entre partes. O, en otros t¨¦rminos: la existencia es siempre un repertorio de convenios que se establecen entre dos o m¨¢s individuos sometidos a ciertas obligaciones rec¨ªprocas, a ciertas formalidades, con el fin de obtener ventajas mutuas. La obligatoriedad es el requisito b¨¢sico para el cumplimiento de esos acuerdos, requisito que, en principio, se basa en la confianza personal. Ahora bien, como no siempre podemos depositar nuestro cr¨¦dito en alguien a quien no conocemos e incluso como no siempre ese a quien conocemos es fiel a su palabra, necesitamos instituciones y compromisos formales que garanticen el cumplimiento de las obligaciones. Por eso, la confianza institucional es b¨¢sica y constituye el elemento fundamental en un gran n¨²mero de actividades humanas y sociales. En toda relaci¨®n de cooperaci¨®n entre dos o m¨¢s individuos es necesario el cr¨¦dito rec¨ªproco, saber qu¨¦ cabe aguardar del otro, su buen hacer. Confiar es esperar que el otro respete la palabra dada, esperar que se cumplan la obligaci¨®n que nos hemos prometido o la expectativa que sensatamente nos hemos hecho de las personas y de las cosas. Cuando esto no se verifica, cuando no hay un sistema eficaz de sanciones para quien incumple sus funciones, entonces la confianza se deteriora, la irresponsabilidad se premia y el cr¨¦dito p¨²blico se deteriora. Hasta aqu¨ª, la par¨¢frasis de la prosa sociol¨®gica. Deber¨ªa pedirles disculpas por hablar tanto y tan seguido con estos terminachos, entre administrativos y abstractos, propios quiz¨¢ de una erudici¨®n est¨¦ril, pero el asunto o el ejemplo que les propongo lo merecen.
Si no estoy equivocado, el actual jefe de gabinete de Rafael Blasco es Herminio Garc¨ªa Cuadra. No s¨¦ si lo conocen. Don Herminio fue el director general de centros docentes con el anterior consejero de Educaci¨®n, Manuel Taranc¨®n, y en fecha previa fue, si no ando errado, gerente econ¨®mico del Hospital Arnau de Vilanova. Ahora, pasada la can¨ªcula, y por Resoluci¨®n de 12 de septiembre de 2003, del consejero de Territorio y Vivienda, se nombraba a Herminio Garc¨ªa personal eventual a su servicio. ?Por qu¨¦ digo todo esto? Porque, para empezar, sorprenden la procesi¨®n o, mejor, la elasticidad del gestor y la capacidad para cobijarse en sitios tan distintos y tan distantes: Hospitales, Colegios, Viviendas: eso s¨ª, todos a cubierto, todos bajo techo. No s¨¦, la verdad, c¨®mo explicar este caso: o es un eficaz t¨¦cnico, competente para enfrentar lo que sea, diestro en ramos dispares, o es un asesor habil¨ªsimo que sabe hacer valer con arte e influencia la confianza, la confidencia de sus superiores. ?Confianza? ?No es eso lo que justifica la designaci¨®n del personal eventual? Al poco de su nombramiento como consejero de Educaci¨®n, Esteban Gonz¨¢lez Pons hizo alguna declaraci¨®n manifestando su prop¨®sito de acabar con los barracones instalados en colegios e institutos por el anterior gabinete, esos contenedores met¨¢licos con ventanucos en los que se agolpan los muchachos. Admitir que es posible alcanzar dicha meta, admitir que es posible redimir a los ni?os liber¨¢ndoles de esas aulas que les oprimen, supone reconocer que tal vez los gobiernos de Eduardo Zaplana desatendieron culpablemente la educaci¨®n p¨²blica. ?Quiz¨¢ por la inacci¨®n del anterior director general de centro docentes? ?Qu¨¦ vaticinar, pues, de su nueva gesti¨®n, ahora que se pone al frente del departamento de... barracones, perd¨®n, de Territorio y Vivienda? Quienes piensen mal dir¨¢n que hay lastre que arrastrar, compromisos ineludibles de antiguos beneficiados, tan serviciales. No s¨¦. Lo cre¨ªamos amortizado, cesante, crucificado; lo pens¨¢bamos dedicado a su profesi¨®n, y, de repente, descubrimos que resucita, que regresa o, mejor, que nunca se march¨®, que cambia de competencias, que se desplaza de Consejer¨ªa, pero, eso s¨ª, que sobre ¨¦l se deposita, se renueva, la confianza, justamente por querer ser el buen gestor. Am¨¦n.
Justo Serna es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Valencia.
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