Poder y debilidad
Leo el libro de Edurne Uriarte titulado Cobardes y rebeldes. "Te cita", me dicen algunos compa?eros de la Universidad. "Ser¨¢ para bien", les respondo, sabiendo que no es as¨ª. En efecto, me cita. Lo hace al analizar la reacci¨®n ciudadana contra el terrorismo, en concreto, las diferencias entre Gesto por la Paz y Foro de Ermua o ?Basta Ya! Uriarte utiliza un pincel fino para hacer este an¨¢lisis, lejos de la brocha gorda que ha caracterizado la mayor¨ªa de los intentos de afirmar, frente a Gesto, las nuevas formas de movilizaci¨®n ciudadana contra ETA. Plantea, pues, cuestiones interesantes y acertadas. As¨ª y todo discrepo de sus conclusiones, escasamente fundadas y b¨¢sicamente ideol¨®gicas. Pero no es esto de lo que quiero hablar, pues no es lo que m¨¢s me ha preocupado.
Lo m¨¢s preocupante es que todo el libro est¨¢ orientado a la desmitificaci¨®n de una sociedad civil que, ensalzada generalmente como vivero de luchadores por la libertad y los derechos humanos, es desvelada por la autora como un espacio en el que predominan la indiferencia y la cobard¨ªa. "Hemos alimentado esa mentira entre todos. A veces es incluso alentada por los movimientos sociales que m¨¢s se movilizan contra el terrorismo. Porque desear¨ªan creer que toda la sociedad est¨¢ detr¨¢s, y que, si no lo est¨¢ todav¨ªa, pronto lo estar¨¢". Pero no es as¨ª. Ni toda la sociedad est¨¢ detr¨¢s de la lucha contra ETA ni, lo que es peor, cabe esperar que lo est¨¦ en el futuro.
Fanatismo, comprensi¨®n, indiferencia, cobard¨ªa y rebeld¨ªa: vascos y espa?oles se dividen, en lo que tiene que ver con el terrorismo, en cinco grupos definidos por la presencia de una de esas actitudes. A excepci¨®n de la rebeld¨ªa, todas las dem¨¢s contribuyen a explicar la pervivencia del terrorismo. Seg¨²n Uriarte la rebeld¨ªa ciudadana es la actitud de s¨®lo una parte "notablemente limitada de la poblaci¨®n". Ni siquiera es asumida por todos los ciudadanos constitucionalistas: aquellos que conf¨ªan en las posibilidades de enmienda del nacionalismo vasco no acaban de asentarse en el terreno de la rebeld¨ªa. ?Cu¨¢ntos ciudadanos han adoptado claramente esa actitud? "A falta de encuestas que nos puedan dar una idea m¨¢s aproximada, y a partir de la observaci¨®n de las movilizaciones sociales contra el terrorismo y de las actitudes de la vida cotidiana, me atrever¨ªa a hablar de un 20 o un 25 por ciento de la poblaci¨®n vasca". Y esto no es algo que pueda modificarse en el futuro: "No cabe esperar ya ning¨²n cambio sustancial en la actitud de los j¨®venes vascos y, en general, de los j¨®venes espa?oles. El miedo, la comodidad y la seguridad ofrecida por los valores m¨¢s pol¨ªticamente correctos los han sumido en el conformismo y en la huida respecto a la defensa de las libertades amenazadas". Conclusi¨®n harto extra?a viniendo de quien viene, la presidenta de una organizaci¨®n ciudadana que acaba de embarcarse en una ambiciosa campa?a de deslegitimaci¨®n social del plan Ibarretxe con el fin de promover la sustituci¨®n en el poder del nacionalismo gobernante.
Pero, si tan poco cabe esperar de la sociedad civil, ?qu¨¦ hacer? "Tenemos un Estado eficaz, pero no tenemos una sociedad eficaz, al menos en el Pa¨ªs Vasco". Edurne Uriarte hace suyas las tesis del ide¨®logo del poder norteamericano Robert Kagan, quien desde la muy conservadora fundaci¨®n Carnegie Endowment se ha convertido en el principal legitimador de la guerra de Irak con su conocido libro titulado Poder y debilidad, en el que contrapone la perspectiva americana sobre el mundo, desconfiada y dispuesta a recurrir siempre a su potente m¨¢quina militar, con la europea, m¨¢s dialogante, cooperativa y renuente al ejercicio del poder armado. Uriarte apuesta por una matchpolitik para Euskadi, por una pol¨ªtica de poder sin complejos, que supere definitivamente la estrategia de la debilidad para con el nacionalismo vasco que, en su opini¨®n, ha caracterizado al Estado espa?ol hasta la llegada de Mayor Oreja al Ministerio del Interior. Tenemos poder: utilic¨¦moslo. Y si hace falta se encarcela a Ibarretxe. Aunque acaben convirtiendo en un Mandela a quien no es otra cosa que un enredador. Es lo que tiene el principismo, aunque se salpimente de princesismo: que acaba por no sacarle gusto a una sociedad bastante m¨¢s compleja de lo que algunos an¨¢lisis pretenden. Pero hay ejercicios de poder que no hacen sino debilitar a la sociedad, en la que reside el aut¨¦ntico poder para cambiar las cosas.
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