Instalaci¨®n 1.391, c¨¢rcel secreta israel¨ª
El Tribunal Supremo ordena al Gobierno decir la verdad sobre la existencia de una prisi¨®n no declarada
El Tribunal Supremo israel¨ª ha ordenado al Gobierno facilitar toda la informaci¨®n relativa a la prisi¨®n secreta conocida como Instalaci¨®n 1.391, en la que se ha venido recluyendo a un n¨²mero indeterminado de "reclusos de alto riesgo". La existencia de este centro de detenci¨®n fue admitida por la propia Administraci¨®n israel¨ª recientemente a instancias de una demanda planteada por la organizaci¨®n de defensa de los derechos humanos Hamoked, que dirige la activista y pacifista Dalia Kerstein y que ha contado con el apoyo de varios abogados israel¨ªes. Ahora el Supremo quiere conocer toda la verdad.
"Un procedimiento de habeas corpus planteado ante el Tribunal Supremo tratando de localizar el rastro de tres palestinos en paradero desconocido y el testimonio de un hombre de negocios, Bashar Jadallah, vecino de la ciudad cisjordana de Nabl¨²s, que hab¨ªa sido recluido en el lugar, nos permiti¨® conocer la existencia oficial del centro", asegura Dalia Kerstein, de 51 a?os. La ONG Hamoked naci¨® en la primera Intifada para defender a los palestinos v¨ªctimas de la pol¨ªtica de huesos rotos con la que el primer ministro, Isaac Rabin, trataba de acabar con los lanzadores de piedras.
Las primeras informaciones oficiales permitieron descubrir que la Instalaci¨®n 1.391 es una fortaleza de cemento, construida por los brit¨¢nicos en la d¨¦cada de los treinta, que se levanta en un lugar indeterminado entre Afula y Hadera, al norte de Tel Aviv, muy cerca del kibutz de Barkan. Y que el centro, aunque es parcialmente visible desde la carretera que conduce hacia el norte, ha sido borrado de los mapas oficiales y los carteles indicadores han sido asimismo retirados.
Se supo tambi¨¦n que la Instalaci¨®n 1.391 hab¨ªa servido de prisi¨®n de m¨¢xima seguridad a presos extranjeros originarios de pa¨ªses ¨¢rabes, preferentemente jordanos o libaneses. Y que estas mismas instalaciones, en los dos ¨²ltimos a?os, han venido albergando a la poblaci¨®n reclusa palestina que, debido a la Intifada, no cabe ya en los centros oficiales.
Los testimonios de algunos ex reclusos revelaron que a los detenidos les eran vendados los ojos al entrar y salir del centro para impedir que identificaran un lugar donde menudeaban los malos tratos e incluso las torturas. O que se les obligaba a vivir en min¨²sculas celdas de menos de cuatro metros cuadrados y se les imped¨ªa todo contacto con el exterior. Y que cuando preguntaban d¨®nde se encontraban, los carceleros les respond¨ªan ir¨®nicamente en la Luna o en Honolul¨². "El hecho de no saber d¨®nde me encontraba, ni incluso de ver los ojos de mis guardianes, me daba mucho miedo. Pero lo peor era el sentimiento de que yo pod¨ªa desaparecer y de que mi familia no sabr¨ªa jam¨¢s lo que hab¨ªa pasado conmigo", asegura uno de estos ex reclusos, recogidos en la demanda que se ha presentado recientemente ante el Tribunal Supremo en Jerusal¨¦n, y en la que se pide su clausura.
Los tres magistrados del Supremo, antes de decretar el cierre del centro, quieren saber en un plazo m¨¢ximo de 45 d¨ªas qu¨¦ instituci¨®n del Estado administra esta c¨¢rcel, qui¨¦n controla su existencia y si se trata de un recinto aislado o forma parte de una red secreta. Y si es verdad que desde hace tiempo no hay ning¨²n detenido en ella. A los jueces no les sirven las explicaciones gubernamentales que aseguran que se trata de un "centro de detenci¨®n normal, pero situado en una base secreta" o que "un Estado democr¨¢tico tiene muy buenas razones para tener una prisi¨®n de estas caracter¨ªsticas".
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