Literatura y compromiso, adi¨®s a mi modelo
Cada vez que muere una persona a la que quiero y admiro, me toca pensar cu¨¢nto m¨¢s habr¨ªa podido dec¨ªrselo y demostr¨¢rselo de lo que lo hice en vida. Y el malestar que siento, unido al dolor, me da la medida de su clarividencia y de su coraje. Y tengo la impresi¨®n de que, siendo como son dos cualidades que considero esenciales en una persona, sobre todo si es escritor o escritora, me falt¨® talento para darle la importancia que le doy ahora que el tiempo se ha acabado y el error o el descuido ya no pueden ser reparados.
Dulce Chac¨®n ten¨ªa ese coraje y esa clarividencia. Eran su bagaje, junto con el de su quehacer literario. Y los mostraba de forma tan natural que, vi¨¦ndola y oy¨¦ndola, parec¨ªa que hab¨ªa nacido con esos dones, como si una mano m¨¢gica, un hada o un ¨¢ngel le hubieran concedido esa transparencia en el conocimiento de la realidad que llamamos inteligencia, de la que los dioses son tan celosos que apenas la otorgan a algunos de los humanos.
No tuvo reparos en buscar la inspiraci¨®n y la voz en la libertad, la igualdad y la justicia
La injusticia de la historia deb¨ªa de ser lo que m¨¢s mella hab¨ªa dejado en su personalidad, porque, cuando en p¨²blico declaraba, por ejemplo, que el miedo a¨²n subsiste y que impide a tantas personas de nuestro pa¨ªs hablar con claridad no s¨®lo del pasado reciente y del lejano, sino incluso del presente, m¨¢s que denunciarlo estaba protestando por una situaci¨®n que se hab¨ªa anquilosado en nuestro pa¨ªs hasta el punto de que la mayor¨ªa de nosotros apenas hab¨ªa reparado en ello.
Dulce Chac¨®n nos ha dejado una obra extensa en la que ha sabido como pocos tejer y mezclar los hilos de la imaginaci¨®n literaria con los del compromiso, sin que en ning¨²n momento podamos acusarla de poner la una al servicio del otro. La mirada de Dulce Chac¨®n sobre la realidad se deten¨ªa en el rostro y en el paisaje de la vida de sus personajes y poco a poco iba reconstruyendo con una artesan¨ªa delicada, casi de orfebre, el mundo en el que viv¨ªan y pululaban esos personajes, tan condicionados por la brutalidad de la situaci¨®n que sus esfuerzos por enfrentarse a sus necesidades y apetitos casi siempre estaban abocados al fracaso. S¨ª, Dulce cre¨ªa que las circunstancias hist¨®ricas acababan venciendo a los individuos, y, por eso, en un alarde literario riguroso, nos mostraba, sin necesidad de gastar una palabra para convencernos, que la responsabilidad era siempre de los que hab¨ªan movido los hilos del delito, los mismos que acabar¨ªan contando la historia como mejor les conviniera.
Novelas como aquella maravillosa titulada Alg¨²n amor que no mate nos dan la medida de su capacidad dram¨¢tica en unas cuestiones candentes que nos siguen agobiando y martirizando: la de las relaciones entre hombres y mujeres. Novela cruel, como la defini¨® Saramago en la presentaci¨®n del libro, necesaria en estos tiempos f¨¢ciles, falsos, de fachadas que se pueden ense?ar y que por detr¨¢s s¨®lo esconden ruinas y nada m¨¢s que ruinas.
?No es un don saber desgranar la realidad y leer lo que esconde un pa¨ªs, una ¨¦poca o la desdichada situaci¨®n de una persona, d¨¢ndole un sentido dram¨¢tico que es capaz de transportar una tragedia al mundo de creaci¨®n literaria?
Cielos de barro, H¨¢blame musa de aquel var¨®n, Matar al ¨¢ngel, Contra el desprestigio de la altura o Querr¨¢n ponerle nombre hablan pos s¨ª mismos de los contenidos literarios amargos que Dulce Chac¨®n ve¨ªa cuando miraba el mundo que la rodeaba.
Pero tal vez el m¨¢s doloroso de todos ellos fue La voz dormida, la bell¨ªsima historia de la resistencia de las prisioneras en las c¨¢rceles de Franco. Una espl¨¦ndida novela en la que se conjugan con maestr¨ªa las simples biograf¨ªas de cada una de ellas con la historia de la triste y desgraciada Espa?a de aquellos a?os ominosos en que esas mujeres, privadas gratuitamente de la libertad y de los m¨¢s m¨ªnimos elementos para sentirse vivas, supieron desarrollar la inteligencia para resistir y la solidaridad para ayudarse y no ser vencidas por el delito y la maldad.
Desde el d¨ªa que la conoc¨ª supe que Dulce Chac¨®n ser¨ªa mi modelo, que, siendo yo mucho mayor que ella, todav¨ªa ten¨ªa mucho que aprender de la labor que hab¨ªa hecho y que estaba dispuesta a seguir haciendo para luchar contra el olvido de los que dieron lo que ten¨ªan por una patria que no se med¨ªa entonces ni en votos ni en discursos ni en prepotencia, sino en hambre, silencio, sacrificio y muerte.
Fue una mujer hermosa y alegre, tan dulce como su nombre y dotada para el amor y la felicidad, y no tuvo reparos en buscar la inspiraci¨®n y la voz en la libertad, la igualdad y la justicia, como han hecho los grandes de este mundo, los que nos han abierto caminos y nos han ense?ado a tener el coraje que hace falta hoy para no dejarse vencer por la mediocridad y la apat¨ªa. Descansa en el amor de nuestros corazones, querida Dulce Chac¨®n.
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