Encuentro en Ginebra
El 1 de diciembre, por la ma?ana temprano, una delegaci¨®n israel¨ª formada por unas ciento cincuenta personas se encontraba en el aeropuerto de Ben-Guri¨®n para viajar a Ginebra con ocasi¨®n de la ceremonia de puesta en marcha el "documento de Ginebra". En la delegaci¨®n hab¨ªa pol¨ªticos, actores, hombres de negocios y escritores. A veces, algunos israel¨ªes que estaban en ese momento en el aeropuerto nos insultaban: "?Traidores! No ten¨¦is ninguna autoridad para firmar un acuerdo con los palestinos. Vosotros no represent¨¢is al Gobierno". Por otra parte, entonces, se o¨ªan muestras de apoyo y solidaridad. Algunos israel¨ªes se acercaban a nosotros, nos daban la mano y nos dec¨ªan: "?Ojal¨¢ os salga todo bien. Por lo menos, intentad cambiar algo las cosas; no podemos seguir as¨ª".
No nos fue f¨¢cil marchar a Europa. Todos los que firmamos ese documento creemos que lo mejor hubiera sido que se firmase aqu¨ª, en la misma zona del conflicto. Dese¨¢bamos que esa propuesta, destinada a curar, a sanar las heridas, se presentase precisamente en el mismo lugar donde est¨¢n los enfermos y se causan las heridas. Quer¨ªamos un encuentro al que asistiese el mayor n¨²mero posible de israel¨ªes y palestinos, de la gente que sufre en su misma carne las consecuencias de la ocupaci¨®n, del terrorismo y de la violencia. So?¨¢bamos con un encuentro multitudinario, no oficial, entre israel¨ªes y palestinos que, por ejemplo, hubiera tenido lugar en el valle entre Bet-Yala y el barrio de Gilo en Jerusal¨¦n, en la zona que a principios de la Intifada se convirti¨® en un aut¨¦ntico campo de batalla. Desgraciadamente, no hab¨ªa ni hay ninguna posibilidad de hacer un encuentro as¨ª en la zona y por un motivo que simboliza el callej¨®n sin salida en el que estamos: no hay forma de que representantes palestinos hablen con israel¨ªes sin ser detenidos en los numerosos controles del Ej¨¦rcito destinados a impedir la entrada de terroristas en territorio israel¨ª.
No nos fue f¨¢cil marchar. En el documento de Ginebra tanto israel¨ªes como palestinos hacen concesiones muy dolorosas para ambos. No hay ninguno entre nosotros al que no le duelan esas concesiones. Ojal¨¢ hubiera una realidad donde no fueran necesarias esas concesiones para solucionar esta situaci¨®n tan complicada. Aunque, de hecho, esa realidad existe: es una realidad en la que cada parte se sienta y juega al juego de "me parece" y pensando s¨®lo en sus aspiraciones e ilusiones sin pararse a pensar en la voluntad de la otra parte. Pero las personas que han hecho posible este documento, tanto israel¨ªes como palestinos, no han jugado a ese juego tan facil¨®n y populista. Y es que toda persona cabal y sensata comprende que s¨®lo puede haber un acuerdo de paz estable si ¨¦ste tiene en cuenta los l¨ªmites que cada una de las partes no pueden traspasar, las concesiones que por l¨®gica no pueden hacer.
No nos fue f¨¢cil marchar. El primer momento de alegr¨ªa se produjo cuando nos encontramos con la delegaci¨®n palestina, que lleg¨® a Ginebra en un avi¨®n desde Jordania. Es la alegr¨ªa que sienten personas que llevan trabajando juntas a?os, incluso decenas de a?os, pagando por ello un precio muy alto. Para convencer a sus respectivos pueblos de que existe una alternativa a la violencia, esas personas se han reunido miles de veces, han discutido, se han enfadado, se han reconciliado, hasta conseguir elaborar un documento como el actual, que es realmente el documento m¨¢s detallado y completo de todos los que han salido de las conversaciones entre israel¨ªes y palestinos. Este documento es diferente de todos los anteriores, pues trata adem¨¢s de proponer una soluci¨®n razonable a todos los problemas dif¨ªciles que hasta ahora han impedido que ambos pueblos llegasen a un acuerdo o incluso dialogasen entre s¨ª.
La ceremonia, como suele ocurrir en todas las ceremonias, fue demasiado larga, pero aun as¨ª hubo momentos emocionantes. Por ejemplo, cuando el general palestino Zuheir al-Manasra y el antiguo general israel¨ª Amnon Lifkin Shajak hablaron uno tras otro de la necesidad de superar los resentimientos del pasado, y se record¨® que Lifkin Shajak, cuando era jefe superior de las Fuerzas Armadas, firm¨® una orden de arresto que le imped¨ªa a Al-Manasra volver a su casa en los territorios ocupados; otro momento conmovedor fue cuando Yaser Abd Rabu, al final de un enfervorecido discurso, cogi¨® de la mano al israel¨ª Yosi Beilin y ambos alzaron sus manos unidas, y el auditorio, emocionado y deseoso de gestos de acercamiento y reconciliaci¨®n, se levant¨® y aplaudi¨® por un largo rato. Emocionante fue tambi¨¦n ver a un grupo de rock israel¨ª tocando con un grupo palestino, record¨¢ndonos que se puede vivir de otra forma, de una forma que hoy en d¨ªa casi no tiene cabida en nuestra realidad.
El acuerdo de Ginebra no es oficial. Las personas que lo han firmado no representan a sus gobiernos ni pueden comprometerlos a nada. Pero no se puede negar la enorme influencia que ya est¨¢ teniendo en Israel y en la Autoridad Palestina. Incluso aquellos que critican la manera en que se ha firmado o se oponen a algunos de sus puntos se ven obligados a reconocer su influencia y que tal vez este documento est¨¦ llenando el hueco dejado por la falta de liderazgo en ambos lados, adem¨¢s de saciar la sed de soluci¨®n que siente la mayor¨ªa de los israel¨ªes y palestinos, hartos de los mutuos derramamientos de sangre.
Los extremistas de ambos lados est¨¢n que arden. 250 rabinos de Israel han sacado un decreto por el que proclaman "traidores" a los firmantes del acuerdo. Un decreto como ¨¦se fue el que hubo hace ocho a?os en contra de Isaac Rabin, llam¨¢ndolo traidor en la ¨¦poca en que firm¨® el acuerdo con los palestinos. Por la otra parte, los islamistas han decretado una fatwah en contra de los palestinos que han firmado el documento de Ginebra. M¨¢s que nunca queda claro que la lucha ahora no es s¨®lo entre israel¨ªes y palestinos, sino entre los moderados y los radicales de ambos lados.
Y hubo, en fin, un momento que recordar¨¦ especialmente. Mientras conversaba con Yael Day¨¢n, antigua diputada de izquierdas de gran coraje, hija de Mosh¨¦ Day¨¢n, tal vez el militar m¨¢s famoso de Israel , se acerc¨® a nosotros un joven vestido con un elegante traje, le tendi¨® la mano a Yael y suavemente le dijo: "Me llamo Abed al-kader al-Husseini, hijo de Faisal, y me alegro de encontrarla aqu¨ª". Su padre, Faisal Husseini, ya fallecido, fue uno de los dirigentes palestinos que mantuvo numerosas conversaciones con israel¨ªes en los a?os 80 y 90. Su abuelo era Abed al-kader al-Husseini, un luchador que adquiri¨® gran fama entre los palestinos y que entre los israel¨ªes simbolizaba la crueldad y la sangrienta lucha que hubo entre ambos pueblos cuando se establecieron las fronteras de unos y otros en la guerra de 1948.
Ya hemos vuelto de Ginebra. En el avi¨®n israel¨ª hubo bastantes discusiones. Hab¨ªa quienes estaban enfadados porque los discursos de los palestinos hab¨ªan presentado el conflicto como si s¨®lo fuera fruto de la violencia de Israel, ignorando por completo la parte de responsabilidad de los palestinos y los pa¨ªses ¨¢rabes en la actividad terrorista contra Israel y en la creaci¨®n de un sentimiento de hostilidad contra los israel¨ªes. Y hubo tambi¨¦n quienes prefirieron ver el gran logro que se hab¨ªa conseguido, pues, pese a los peligros y las amenazas a los que estaban expuestos los representantes palestinos, se hab¨ªan mantenido fieles a su compromiso de hacer las concesiones que se recogen en el documento de Ginebra.
En mi opini¨®n, fue un d¨ªa importante, un paso m¨¢s en el agotador camino hacia la paz, una muestra m¨¢s de que los israel¨ªes y los palestinos que fuimos a Ginebra mantenemos el compromiso de no dejar ni una sola piedra por remover para intentar mejorar un poco la realidad en la que vivimos.
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