T¨² a Zaragoza y yo a California
Si se preguntan si en el resto del mundo democr¨¢tico hay pasquales maragalles quej¨¢ndose de que han ganado las elecciones en votos, pero no en esca?os, y artures mases presumiendo de que han ganado en esca?os, aunque no en votos, la respuesta es que s¨ª. ?Qu¨¦ habr¨ªa ocurrido en Catalu?a si se hubiesen aplicado leyes electorales de otros lugares, como la de Estados Unidos, la de Israel o la del Pa¨ªs Vasco? A lo mejor habr¨ªamos tenido mayor¨ªas absolutas. Y eso, al menos, tendr¨ªa una ventaja. Nadie har¨ªa pintadas a favor del pacto nacionalista frente a la casa de los Carod Rovira, ni nadie nos enviar¨ªa esos e-mails (tan enrollados y apocal¨ªpticos) a favor del pacto de izquierdas.
El hombre que me ayuda es Joan Botella, catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, que me explica que la situaci¨®n catalana se ha dado en Estados Unidos y en Inglaterra. Entre sumas y especulaciones, me hace pasar una tarde de lo m¨¢s entretenida porque me explica curiosidades electorales. Como que en el Brasil (a pesar de su selva amaz¨®nica y sus abor¨ªgenes) en las ¨²ltimas elecciones todo el pa¨ªs ha votado por Internet. Que hay Estados donde militares y curas no votan porque se les considera de profesiones "influyentes". Que en Am¨¦rica Latina votar es obligatorio, pero inscribirse en el censo no, as¨ª que mucha gente no se inscribe. O que, hasta los a?os setenta, en los Estados racistas del sur de Estados Unidos, el requisito para votar era una pregunta dif¨ªcil (del tipo "a ver, negro, ?qu¨¦ sabes de jurisprudencia del siglo XIX?").
?Qu¨¦ ocurrir¨ªa en Catalu?a si se aplicaran leyes electorales de otros lugares? A lo mejor habr¨ªamos tenido mayor¨ªas absolutas
Imaginemos que aplicamos la ley electoral norteamericana o inglesa a Catalu?a. Dividir¨ªamos el territorio en tantos distritos como esca?os hay en el Parlamento. Inglaterra se fracciona en 635 unidades inventadas. Ya que las fronteras se crean en funci¨®n del n¨²mero de habitantes, los jueces tienen que revisar y rehacer los mapas peri¨®dicamente porque la gente cambia de lugar de residencia. En Catalu?a, el problema ser¨ªa trazar las divisiones porque hacer un mapa ya es partidista. Joan me pone un ejemplo: "Si dividimos Barcelona en distritos y, es un suponer, Nou Barris se fragmenta en dos partes, una de las cuales se une a Sant Cugat y la otra a Sant Gervasi, destruimos el voto de izquierdas de Nou Barris, lo que favorece a la derecha". Si lo hici¨¦semos a lo bestia y se votase por comarcas, siguiendo este sistema, CiU arrasar¨ªa. "Pero", me cuenta Joan, "hacer un mapa por comarcas ser¨ªa injusto, porque en el Barcelon¨¨s hay dos millones y pico de habitantes y en la Vall d'Aran, 6.000. No es que los de Barcelona no estemos representados, es que lo estamos mucho menos que los de la Vall d'Aran. En la regi¨®n 1 vivimos el 70% de los catalanes". Si a los de la Vall d'Aran les toca un diputado, a los de Barcelona les tendr¨ªa que tocar 350. "Hay una propuesta", me cuenta, "patrocinada por la fundaci¨®n Bofill, que aprovecha las 41 comarcas naturales y fragmenta las urbanas en distritos. Se podr¨ªa hacer por etapas. Por ejemplo, en una primera ronda, tomar como unidades las veguer¨ªas de la II Rep¨²blica, que part¨ªan el territorio de manera m¨¢s natural". Y a?ade: "El voto de CiU no es un voto rural. Quien manda no son los payeses de la provincia de Barcelona, sino la ciudad de Lleida. Los votos de Reus, Valls, Tarragona, Tortosa o Amposta no son rurales. Actualmente, Lleida est¨¢ beneficiada hasta en relaci¨®n con Tarragona y Girona. Al redactar el Estatuto, se quiso evitar que la mayor¨ªa de diputados fuesen barceloneses. Se quer¨ªa contentar a UCD, el partido que gobernaba y que, mayoritariamente, sacaba sus diputados catalanes de Lleida y Tarragona. Al desaparecer, CiU hered¨® su mapa electoral".
Luego tenemos el sistema de Holanda o Israel, el m¨¢s proporcional que hay, donde todo el Estado forma un solo distrito. Este sistema beneficiar¨ªa al PSC y perjudicar¨ªa a CiU. "En Israel hay tres partidos religiosos extremistas que, a pesar de ser muy peque?os, consiguen representaci¨®n", me cuenta Joan. "Un sistema como el nuestro los excluye. La contrapartida es que no hay mayor¨ªas". La propuesta del PSC es que en cada distrito votes un candidato y salga el m¨¢s votado. Luego, se sumar¨ªan los votos de toda Catalu?a y se har¨ªa un reparto proporcional. Lo que propugna ERC es el sistema alem¨¢n, que va bien a los partidos peque?os. La tercera versi¨®n es la de CiU. "Se mantiene el n¨²mero de diputados por provincia, que es lo que me parece injusto", se?ala Joan, "y encima los dividimos por comarcas. Iniciativa ha tenido diputados en Girona y Tarragona. De esa manera no tendr¨ªa ninguno porque no ganar¨ªa ninguna comarca. No modifica la desproporci¨®n". Las nuevas democracias, como Andorra o la Uni¨®n Sovi¨¦tica, combinan sistemas. "Medio Parlamento se elige como los ingleses, por peque?os distritos, y el otro medio por listas, como los holandeses".
Pero s¨ª podemos calcular los esca?os resultantes de tener un Parlamento catal¨¢n a la vasca. Todos los distritos tendr¨ªan el mismo n¨²mero de diputados, independientemente de los habitantes. En nuestro caso ser¨ªan 136 (ya que 135 no es m¨²ltiplo de 4). Con los resultados del 16 de noviembre nos saldr¨ªa este Parlamento: CiU, 51 diputados; PSC, 38; ERC, 26; PP, 14, y por ¨²ltimo ICV, 7. Eso por no hablar del sistema aragon¨¦s. El distrito m¨¢s grande (Barcelona) tendr¨ªa el mismo n¨²mero de diputados que los otros, sumados, menos uno (que son 99). Si se atreven, calculen.
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