Pesimismo
La celebraci¨®n de las bodas de plata de la Consti ha supuesto para m¨ª un cambio de opini¨®n, haci¨¦ndome pasar de la esperanza al desencanto. No es que durante estos 25 a?os me sintiera demasiado entusiasta, pues al fin y al cabo la naturaleza de nuestra cultura pol¨ªtica tampoco permite hacerse ilusiones: esto es lo que hay. Pero s¨ª me sent¨ªa optimista, pues la Consti parec¨ªa un acuerdo pragm¨¢tico lo bastante amplio y abierto -flexible e incluyente- como para hacer viables las m¨¢s distintas alternativas pol¨ªticas. Pero algo ha debido cambiar, pues hoy me siento bastante decepcionado y esc¨¦ptico.
Bien es verdad que esta frustraci¨®n podr¨ªa ser una deformaci¨®n ¨®ptica, debida a mi propia perspectiva generacional. Da la casualidad que este a?o he cumplido varias bodas de plata a la vez. Ante todo celebr¨¦ con mis compa?eros el 25? aniversario de la primera promoci¨®n de Sociolog¨ªa. Luego cumpl¨ª 25 a?os como profesor universitario. Hace poco celebr¨¦ las bodas de plata con mi mujer. Y ahora acaba de cumplirse el 25? aniversario de la Consti: todo en el lapso de un a?o. Puede ser una an¨¦cdota personal tan s¨®lo, pero mis coet¨¢neos est¨¢n atravesando an¨¢logas experiencias biogr¨¢ficas, en lo que los soci¨®logos del ciclo vital denominan crisis de la mitad de la vida.
?Es la crisis de los 50 la causa de la decepci¨®n con la Consti? Es posible que parte de nuestra frustraci¨®n generacional se deba al necesario abandono de las esperanzas de juventud. Pero creo que adem¨¢s de eso hay razones objetivas que justifican nuestra decepci¨®n, haci¨¦ndonos temer que pol¨ªticamente nos enfrentemos a una oportunidad perdida. El incumplimiento de las expectativas optimistas depositadas en la Constituci¨®n, que hemos alimentado estos 25 a?os sobre su potencialidad de futuro y su efectividad pr¨¢ctica, explican perfectamente nuestro actual pesimismo, que se ha dejado traslucir en el clima crepuscular que ha presidido los recientes fastos de la celebraci¨®n.
?A qu¨¦ tipo de incumplimientos me refiero? Sin entrar en detalles t¨¦cnicos que expongo en otra parte (revista Claves, n¨²mero 137, noviembre de 2003), creo que pueden cifrarse en tres, fundamentalmente. Ante todo est¨¢ la cuesti¨®n territorial, como es evidente. Hace 25 a?os cre¨ªmos que la fundaci¨®n del Estado de las autonom¨ªas permitir¨ªa resolver de una vez por todas la sempiterna lucha entre los nacionalismos central y perif¨¦ricos. Pero no ha sido as¨ª, pues, una vez vencido el terrorismo que hasta ahora desfiguraba el planteamiento del problema, la cuesti¨®n de las nacionalidades regresa al primer plano del escenario, amenazando con hacer imposible nuestro futuro com¨²n. Carece de sentido discutir qui¨¦n es el culpable: si quien dej¨® fuera al PNV de la ponencia constitucional, quien impidi¨® la discusi¨®n del plan Ardanza en la Mesa de Ajuria Enea o quien firm¨® el Pacto de Lizarra para sofocar el esp¨ªritu de Ermua. Pues lo importante es que la Consti ya no parece un marco capaz de resolver la cuesti¨®n: ha dejado de ser la soluci¨®n para convertirse en el problema -lo que aconseja su pr¨®xima reforma-.
El segundo factor de frustraci¨®n es la baja calidad de la democracia alumbrada por la Consti. La clandestina conexi¨®n entre las tramas constructoras e inmobiliarias y la opaca financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos que controlan autonom¨ªas y ayuntamientos (art¨ªculo 148, CE) ha hecho que el nivel de impunidad con que se extiende la corrupci¨®n clientelar haya destruido la confianza de los ciudadanos en la clase pol¨ªtica. Pero eso no es todo, pues todav¨ªa parece m¨¢s grave el tercer factor de decepci¨®n, que es el abuso de poder del presidencialismo absoluto -sin separaci¨®n de poderes ni rendici¨®n de cuentas- que la Consti hace posible. Inevitablemente, las mayor¨ªas absolutas degeneran en caudillismos arbitrarios, que instrumentan el poder judicial y medi¨¢tico disponi¨¦ndolo a su servicio discrecional. Y as¨ª se incumple la principal funci¨®n de toda Constituci¨®n, que es el control del poder para evitar que se extralimite: como sucedi¨® con Gonz¨¢lez y sucede con Aznar todav¨ªa m¨¢s, sin que la Consti lo pueda evitar.
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