El camarote marxiano para la nueva UE
El Consejo Europeo alumbrar¨¢ o abortar¨¢, el pr¨®ximo fin de semana, una Constituci¨®n Europea o, m¨¢s correctamente, un Tratado Constitucional. Todas las miradas est¨¢n centradas en el pulso sobre el sistema de votaci¨®n en el Consejo. Con serlo, no es lo m¨¢s importante de la nueva arquitectura institucional que, si se aprueba tal cual, llevar¨¢ a situaciones dignas del camarote de los hermanos Marx. El riesgo hoy, tras la Convenci¨®n y las rebajas y los cambalaches en la Conferencia Intergubernamental, es que, sin que se tenga clara una idea de cu¨¢l debe reemplazarlo, se rompa un esquema institucional original, pensado para seis que se ha estirado a 15 y no sirve para 25 miembros y nuevos cometidos.
Se va a crear un ministro europeo de Asuntos Exteriores con un pie en el Consejo y otro, como vicepresidente y caballo de Troya, en la Comisi¨®n, lo que rompe el equilibrio institucional. Se le suma un presidente del Consejo Europeo -justificado en la continuidad frente a la presidencias rotatorias (pero ¨¦stas se mantienen de un modo a¨²n m¨¢s complicado para los consejos ministeriales)-, que competir¨¢ con su propio ministro en cuanto se percate de c¨®mo se logra notoriedad. Y ambos rivalizar¨¢n con el presidente de la Comisi¨®n que, adem¨¢s, tendr¨¢ que lidiar con un colegio superpoblado, si se garantiza a cada pa¨ªs (es decir, a 25) un comisario o, peor a¨²n, si los grandes conservan dos, lo que llevar¨ªa a una mesa con 35 comisarios m¨¢s el ministro de Exteriores. No hay trabajo para tantos, con lo que muchos no tendr¨¢n otra cosa que hacer que conspirar, con posibilidades de ¨¦xito si el colegio de comisarios mantiene la mayor¨ªa simple en sus decisiones. Volver a la f¨®rmula emanada de la Convenci¨®n -15 comisarios, es decir, 10 menos que el n¨²mero de pa¨ªses-, llevar¨ªa a un ¨®rgano aut¨¦nticamente supranacional.
Junto con un derecho sin polic¨ªa (aunque ahora con multas) y la soberan¨ªa compartida, la Comisi¨®n Europea es el invento m¨¢s original de este nuevo objeto pol¨ªtico, identificado pero no fijado ni nombrado, que es la Uni¨®n Europea. Es la piedra de toque del proyecto, la tejedora del inter¨¦s general europeo, garant¨ªa de los pa¨ªses peque?os frente a los grandes, con el instrumento b¨¢sico del monopolio en la presentaci¨®n de propuestas legislativas: puede presentarlas, cambiarlas y retirarlas en cualquier momento antes de que vote el Consejo de Ministros (y posteriormente el Parlamento Europeo), que son los que deciden, cada vez m¨¢s por mayor¨ªa cualificada, lo que refuerza la importancia de ese monopolio que, sin embargo, se va erosionando.
La Comisi¨®n Europea se est¨¢ convirtiendo en mera intendente del Consejo. Su erosi¨®n viene de la convulsi¨®n del Tratado de Maastricht, en 1992, en un deslizamiento del poder desde esta instituci¨®n hacia el Consejo, hacia lo intergubernamental. Bien es verdad que, llegada a este punto en su historia, tras la moneda ¨²nica y el Banco Central, la integraci¨®n europea empieza a pinchar en los huesos m¨¢s duros de la soberan¨ªa nacional: el gasto p¨²blico, los impuestos y el Ej¨¦rcito. ?sta puede ser la raz¨®n principal de que los Gobiernos est¨¦n dispuestos a ejercer m¨¢s en com¨²n su soberan¨ªa en estas materias, pero no a cederla.
Pero la Comisi¨®n, que no ha vuelto a tener un buen presidente desde Delors, tiene tambi¨¦n una parte de culpa en su propio declive. No ha sabido utilizar y gestionar con tacto y transparencia sus competencias. As¨ª, Schr?der tiene suficientes problemas internos para sacar adelante unas reformas que a todos interesan pues abren la v¨ªa a la recuperaci¨®n econ¨®mica alemana, como para que le tiren de las orejas desde Bruselas por incumplir en materia de d¨¦ficit p¨²blico. En esto, aunque haya tapado otras cuestiones, la Comisi¨®n se ha equivocado de estrategia. Har¨ªa bien en releer lo que se?ala el rey de El principito de Saint-Exup¨¦ry: A los astros s¨®lo hay que darles ¨®rdenes razonables, que puedan cumplir.
aortega@elpais.es
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