Una Liga de campeonato
Despu¨¦s de su deslumbrante excursi¨®n por Europa, vuelve la Liga con sus ocho supervivientes intactos, su falso jet lag y su inseparable rueda de emociones. Sin tiempo para valorar la indolencia del Madrid o los asombrosos cambios de fortuna en la vida de la Real, el Deportivo y el Celta, seremos testigos de minutos febriles, goleadas de v¨¦rtigo, tropezones del ¨¢rbitro, desmayos del presidente y otras conexiones del azar y el esfuerzo. Conforme se acerca la hora del partido, cada pieza va encontrando su lugar en el laberinto de la jornada, de modo que el agitado pueblo de los competidores viste su mono de espuma, sube al autob¨²s, mide sus ojeras en el cristal de la ventanilla, irrumpe en los vest¨ªbulos, toma el ascensor, escucha m¨²sica ratonera y se pierde tras el cartel de No molesten con la vana esperanza de escapar a nuestra curiosidad.
En los reservados de Can Bar?a, mientras espera la orden de partir, Ronaldinho se viste para el duelo de Montjuic, invoca al hechicero y repasa su repertorio de habilidades bajo la mirada triste de Frank Rijkaard. Primero carga la pelota con una misteriosa energ¨ªa gravitatoria y la convierte en un p¨¢jaro redondo. Luego la hace volar de hombro a hombro, la baja por el espinazo, la recoge con la corva de la pierna derecha, la marea con el empeine, la pincha con la puntera, la eleva hasta la coronilla y la recoge en el hoyo de las cervicales con una suavidad muy especial, como quien pone el huevo en el nido. Sabe que la afici¨®n le ha asignado el papel de redentor, y por eso se concentra, medita sobre la distancia que separa la ca¨ªda y la resurrecci¨®n, hace recuento de s¨ª mismo y se juramenta para encajar todos los efectos de magia en la pauta del juego. Finalmente levanta la cabeza, mira con la fijeza del mu?eco, nos ense?a la dentadura sin mover un solo m¨²sculo de la cara y provoca en nosotros un ineludible sentimiento de confusi¨®n: nunca sabemos si est¨¢ contento o si, como el Joker de Batman, tiene una sonrisa de escayola.
Puesto que Ronaldinho es, m¨¢s que una figura, un compendio de personajes, en ¨¦l pueden representarse todas las pasiones, altas o bajas, de la Liga. Personifica, por ejemplo, la fragilidad de Jesuli, ese tirillas capaz de regatear sobre el pasamanos de la azotea, o la violenta propulsi¨®n de Ronaldo, un ariete con el trap¨ªo de un Murube, o la voluble punter¨ªa de Salva Ballesta, o el f¨²tbol transparente del ni?o Torres, o la sabidur¨ªa l¨¢nguida de Juan Carlos Valer¨®n. O, por supuesto, la pasi¨®n turca de Nihat.
Son nuestros juguetes vivos; los ¨²ltimos sobrinos de Diego Maradona. Es grato reconocerlos, admirarlos y sentir, con una mirada infantil y un ingenuo reflejo de entusiasmo, que hoy volver¨¢n a jugar a la pelota en nuestro propio comedor.
Seamos indulgentes si rompen alg¨²n cristal.
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