La vertiginosa vida de Pancho Villa
80 a?os despu¨¦s de su muerte se publican las memorias del legendario revolucionario mexicano
Casi un siglo despu¨¦s de los sucesos revolucionarios de M¨¦xico de 1910, la Universidad Aut¨®noma de M¨¦xico y la editorial espa?ola Taurus coeditan Pancho Villa. Retrato autobiogr¨¢fico. 1894-1914, las memorias que el legendario Centauro del Norte hab¨ªa dictado en su d¨ªa a su secretario personal, el coronel Manuel Bauche. Como suele ser habitual, las autobiograf¨ªas suelen ofrecer una visi¨®n del personaje distinta de la conocida a trav¨¦s de estudios m¨¢s objetivos o m¨¢s distantes. El texto de Villa cumple la norma y se muestra muy alejado de su imagen aguerrida y cruel, defini¨¦ndose como un "patriota sincero y compa?ero leal: ¨¦sos son los ¨²nicos t¨ªtulos que s¨ª reclamo, porque me pertenecen, porque he sabido conquistarlos al precio de mi sangre".
La existencia errabunda y legendaria del revolucionario mexicano Pancho Villa comenz¨® el 22 de septiembre de 1894, a los 16 a?os de edad, cuando sorprendi¨® al hacendado Agust¨ªn L¨®pez Negrete exigiendo la virginidad de Martina, su hermanita de 12. La madre imploraba clemencia, pero el amo no la tuvo y arrebat¨® a la ni?a. Enfurecido hasta la locura, seg¨²n relata Villa en una autobiograf¨ªa in¨¦dita, corri¨® hacia una habitaci¨®n pr¨®xima, descolg¨® la pistola que pend¨ªa de una estaca, regres¨® al lugar de la afrenta y dispar¨® al hacendado de Durango. Le acert¨® en una pierna y huy¨® a la sierra.
El Centauro del Norte dict¨® los aspectos m¨¢s relevantes de su vida, encanallada a veces y siempre vertiginosa, a su secretario personal, coronel Manuel Bauche, que se hab¨ªa acercado a la campa?a del caudillo para fundar un peri¨®dico glorificador de sus gestas militares contra el dictador Porfirio D¨ªaz. Casi un siglo despu¨¦s de la revoluci¨®n de 1910, la narraci¨®n del general aparece en Pancho Villa. Retrato autobiogr¨¢fico. 1894-1914, editado por la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM) y Taurus. Dos nietas, Guadalupe y Rosa Helia Villa, prologan la obra y aportaron copias de los manuscritos de Bauche que recogen la epopeya del abuelo. En Espa?a se publicar¨¢ la pr¨®xima primavera.
"Que todos, amigos y enemigos, conozcan al Francisco Villa de verdad, al de carne y hueso, al de nervios y sangre y coraz¨®n y pensamiento, que se me conozca tal y como fue, para que se me aprecie tal y como soy". Fue cruel y vengativo, justiciero y sensible: bandido generoso y jefe guerrillero de extraordinaria audacia y valent¨ªa. El retrato autobiogr¨¢fico de Doroteo Arango, el nombre real de quien despu¨¦s decidi¨® llamarse Francisco Villa para la posteridad, marca un hito en la historiograf¨ªa mexicana. No fue la fiera sedienta de sangre, pillaje y exterminio, ni el superhombre del imaginario popular. "Patriota sincero y compa?ero leal: ¨¦sos son los ¨²nicos t¨ªtulos que s¨ª reclamo, porque me pertenecen, porque he sabido conquistarlos al precio de mi sangre".
El caso es que el 22 de septiembre del a?o 1894 abandon¨® el rancho Gogojito herido por la importancia y la rabia, porque dejaba a la hermana del alma en las garras de la bestia. "No le bastaba el sudor de sus siervos; el trabajo de sus siervos, nuestras fatigas incesantes para enriquecerle a ¨¦l, el due?o de las tierras que por nuestro esfuerzo eran productivas y fecundas", evoca en sus memorias. "Necesitaba tambi¨¦n de nuestras hembras". Despu¨¦s de haberle descerrajado un tiro, Doroteo Arango s¨®lo pens¨® en huir. Perseguido por polic¨ªas y matones de cacicazgo, se escondi¨® en la Sierra de la Silla y all¨ª conoci¨® a dos fugitivos especialmente desalmados y resueltos. "Oiga, g¨¹erito [blanquito]", le avisaron, "si usted quiere andar con nosotros, es necesario que haga todo lo que le mandemos. Nosotros sabemos matar y robar. Se lo advertimos para que no se asuste". No era Villa de asustarse y algunas reacciones de mozo lo atestiguan fiero y col¨¦rico. Yendo a visitar a su madre, se top¨® con el capataz de un rancho que le prohibi¨® el paso. Pidi¨® venia humildemente, seg¨²n afirma, pero el otro le encim¨® el caballo y le asest¨® dos cintazos. "Encendido en c¨®lera, le clav¨¦ las espuelas a mi caballo, me ech¨¦ furioso sobre aquel hombre y vaci¨¢ndole mi pistola lo dej¨¦ muerto all¨ª mismo". Villa reclut¨® a compadres y, durante un a?o, sigui¨® de bandolero o buscavidas.
Algunas de las revelaciones del libro explican su cambio de nombre: pas¨® a llamarse Francisco Villa porque su padre, Agust¨ªn Arango, fue hijo ileg¨ªtimo de Jes¨²s Villa. El mexicano de la leyenda hubiera querido ser carnicero o alba?il, pero la ley no le daba tregua. Capturado en dos ocasiones, descalabr¨® a su guardi¨¢n con un metate: la piedra que le hab¨ªan dado sus captores para moler ma¨ªz antes de ser pasado por las armas. Salt¨® sobre un caballo y lo cabalg¨® a pelo. En la segunda, siete hombres le sorprendieron dormido. Fingi¨® sumisi¨®n, pero ten¨ªa una pistola debajo de la manta. Dispar¨® a discreci¨®n, pudo alcanzar su montura y vol¨® hacia la sierra.
Despu¨¦s conocer¨ªa a Abrah¨¢n Gonz¨¢lez y la bravura del insurrecto de Durango encontr¨® en el mensaje de aquel ap¨®stol revolucionario el destino que habr¨ªa de ennoblecerlo. Gonz¨¢lez lo convoc¨® a la cruzada contra el tirano D¨ªaz, al alzamiento por los derechos ultrajados del pueblo, y Villa atendi¨® el llamamiento al sentir que su rebeld¨ªa contra la opresi¨®n y el vasallaje cobraba forma y orientaci¨®n. Hab¨ªa escuchado, seducido, "el nombre venerado de Francisco I. Madero", uno de los principales ide¨®logos de la revoluci¨®n, y sus arengas por la liberaci¨®n de los pobres, los oprimidos y los despojados.
Madero conoci¨® de su destreza militar y lo salud¨® en la Hacienda de Bustillo. "?Hombre, Pancho Villa, qu¨¦ muchacho eres!, me dijo al verme". "?Cu¨¢nta gente tienes?". "Setecientos hombres mal armados, se?or presidente". La capitan¨ªa de Villa hab¨ªa prendido entre las resentidas peonadas de M¨¦xico, organizadas en un ej¨¦rcito que bati¨® frecuentemente a las tropas federales y lleg¨® a cruzar la frontera con Estados Unidos, el 9 de marzo de 1916, para atacar Columbus, en el Nuevo M¨¦xico. Las tropas gringas entraron en M¨¦xico en su persecuci¨®n, sin lograr atraparle. Este episodio, sin embargo, no aparece en las memorias.
Todo el libro autobiogr¨¢fico est¨¢ plagado de episodios en los que su autor describe escaramuzas, batallas y decisiones desesperadas. Una de sus temeridades le enfrent¨® con una columna que le superaba 30 veces en hombres, armamento y pericia militar. "Comprend¨ª la inutilidad de que todos nosotros muri¨¦ramos all¨ª sin provecho alguno y, reuniendo a la gente que me quedaba, me ech¨¦ con ella furiosamente para romper el cerco por el lado norte". Escap¨® con vida. "Yo llevaba la pierna izquierda perforada por un balazo".
Otros m¨¢s certeros lo asesinaron el 20 de julio de 1923, mientras el general Francisco Villa, agricultor entonces, viajaba a Parral, en el Estado de Chihuahua.
Garibaldi indultado
El australiano Giuseppe Garibaldi, nieto del h¨¦roe del mismo nombre que luch¨® por la unidad italiana, se sum¨® a la causa revolucionaria de Francisco I. Madero y tuvo un choque con Pancho Villa del que sali¨® escaldado. Garibaldi, que lideraba a 100 brigadistas italianos y norteamericanos y obtuvo el grado de general, desarm¨® a un soldado villista que cruz¨® su campamento y desat¨® la ira del caudillo.
El Centauro del Norte hizo llegar a Garibaldi una nota conmin¨¢ndole a que entregara el fusil, a lo que se neg¨® el extranjero: "Se?or Francisco Villa: no entrego nada de rifle. Si usted es hombre yo tambi¨¦n lo soy. Pase usted por ¨¦l". El mexicano acept¨® el reto de quien "ten¨ªa el atrevimiento de pretender rebajar mi reputaci¨®n de hombre valiente" y se person¨® en su campamento con un escuadr¨®n de 30 jinetes.
Presumiendo los dos de hombr¨ªa, Villa se adelant¨® en la demostraci¨®n de lo que por ella entend¨ªa. En una maniobra habitual, ech¨® el caballo encima del australiano y le golpe¨® en la cabeza con una pistola "orden¨¢ndole que me entregara la pistola que llevaba ce?ida al cinto". Garibaldi obedeci¨® y le entreg¨® pistola, fusil y espada, seg¨²n se afirma en las memorias.
"Sepa usted que nosotros los mexicanos no permitimos que ning¨²n extranjero nos ultraje. (...) M¨¦xico s¨ª cuenta con hombres de resoluci¨®n y de car¨¢cter", le amonest¨® Villa. "El castigo que hoy le he impuesto a usted, se?or Garibaldi, y que tiene que serle profundamente vergonzoso, es una lecci¨®n. (...) Lo dejo a usted en su campamento en absoluta libertad, y agrad¨¦zcame que no lo mando fusilar en el acto". Madero intervino y los dos jefes del desaf¨ªo acabaron abraz¨¢ndose.
Los mandamientos previos al asalto de trincheras no dejaban lugar a dudas. "En hora y media tenemos que tomar el pueblo, y todo el oficial y soldado que encuentre yo que no entra en batalla, tiene la pena de muerte. Ahora pregunto a los jefes y soldados: ?Est¨¢n ustedes contentos con las ¨®rdenes que he dictado? Y todos a grito abierto me contestaron: ?S¨ª!". Poco m¨¢s adelante, informa sobre el resultado del ataque. "Le tom¨¦ la poblaci¨®n a sangre y fuego en otra media hora".
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