Savater define a Robinson Crusoe como "el padre del bricolaje"
"No es libro que uno se llevar¨ªa a una isla desierta, ser¨ªa algo redundante". Desde sus primeras palabras sobre Robinson Crusoe, Fernando Savater se meti¨® en el bolsillo al numeroso p¨²blico que acudi¨® el mi¨¦rcoles en Barcelona a escucharle hablar sobre la obra de Defoe en el curso Metamorfosis de la novela del Institut d'Humanitats. Solo en la alta tarima, barbado y entusiasta, Savater compon¨ªa una imagen no muy distinta de la del inmortal n¨¢ufrago. No se llevar¨ªa Robinson Crusoe a una isla, pues, pero la consider¨® una de las 10 o 15 novelas fundamentales de nuestra tradici¨®n literaria, y anim¨® a leerla o releerla. Adem¨¢s, medit¨® humor¨ªsticamente, Robinson no deja de ser el padre de eso tan de moda que es el bricolaje.
De Defoe dijo que era un tipo extra?o por su multiplicidad de intereses, entre los que estaba la ciencia emp¨ªrica, algo que hered¨® su criatura. Aprovech¨® Savater la circunstancia de que el autor fuera muy viajero para subrayar que entonces los viajes eran de verdad. "Nosotros conocemos de los viajes la incomodidad, pero nunca la verdadera aventura, que es hacer un trayecto que nadie hab¨ªa hecho antes". Matiz¨® que Robinson Crusoe no es un libro de viajes, sino "sobre lo que le puede ocurrir a uno viajando" -en este caso pasarse 28 a?os en una isla-.
N¨¢ufrago emprendedor
Explic¨® que Defoe empez¨® su novela queriendo contar la historia real de Alejandro Selkirk y su abandono tras un mot¨ªn en el archipi¨¦lago de Juan Fern¨¢ndez en 1704. Pero al novelista le dej¨® de interesar el personaje aut¨¦ntico, que cay¨® en un estado de salvajismo a lo Ben Gunn -por no hablar de que se masturbaba contra las palmeras y sodomizaba masivamente a las cabras: v¨¦ase La isla de Selkirk, de Diane Souhami, Tusquets, 2002-. Savater explic¨® que en cambio Defoe "hizo de su n¨¢ufrago un t¨¦cnico, un hombre que al final del relato es ingeniero, arquitecto, gobernador... un colonialista en el sentido constructivo del t¨¦rmino y que no se limita a sobrevivir". Robinson "no es un intelectual ni mucho menos un m¨ªstico, sino un hombre dotado de una inteligencia pr¨¢ctica, que hace cosas y disfruta venciendo las dificultades sin dejarse abatir por un ¨¢nimo melanc¨®lico. Reinventa artes y oficios, la civilizaci¨®n entera, y hasta la pol¨ªtica a partir de su encuentro con Viernes". Savater recalc¨® que en la isla de Robinson "hay progreso" y al final, "aquello est¨¢ ya muy urbanizado".
Savater traz¨® la fecunda herencia literaria de Robinson que llega hasta el discurso del Nobel Coetzee pasando por Verne, Wys, William Golding o Michel Tournier.
La actitud de Robinson, ese amante de los inventarios que explota la naturaleza y practica el etnocentrismo ("aunque no es xen¨®fobo", precis¨® Savater, "excepto con los can¨ªbales, cosa comprensible"), puede parecer "seca y antip¨¢tica", pero tiene "una extra?a poes¨ªa", que el escritor defini¨® -citando a Calvino- como "la de la paciente lucha del hombre con la materia y la de la alegr¨ªa de ver nacer cosas de nuestras manos".
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