Un Estatuto para Catalu?a
EL DEBATE parlamentario sobre el Estatuto de Catalu?a, en mayo de 1932, dio ocasi¨®n a algunos de los discursos de mayor trascendencia pol¨ªtica en la historia de la Rep¨²blica, y casi podr¨ªa afirmarse que en la reciente historia de Espa?a. Algunos son sobradamente conocidos, como el pronunciado por Ortega y luego publicado en una colecci¨®n de ensayos bajo el t¨ªtulo de Rectificaci¨®n de la Rep¨²blica. Ortega arranca con una larga exposici¨®n hist¨®rica para concluir que "el problema catal¨¢n" no se podr¨¢ nunca resolver, sino tan s¨®lo "conllevar". Sus argumentos se apoyan en el genio pol¨ªtico de Castilla, en su vitalidad, incontenible dentro del estrecho espacio de las fronteras peninsulares; en definitiva, en los t¨®picos de lo que Aza?a llamar¨¢ nuestra "bisuter¨ªa hist¨®rica".
Cuando ¨¦ste se anima a tomar la palabra, ya muy avanzado el debate, lo hace fijando estrictamente los l¨ªmites de lo que se discute: los diputados hab¨ªan sido convocados no para pronunciarse acerca de una controversia hist¨®rica, sino de una controversia pol¨ªtica. Y como controversia pol¨ªtica, la autonom¨ªa catalana se resuelve, seg¨²n Aza?a, haciendo que el Estado tome en Catalu?a la forma de Generalitat, con un listado espec¨ªfico de atribuciones. "Votadas las autonom¨ªas, ¨¦sta y la de m¨¢s all¨¢", contin¨²a, "y creados ¨¦ste y los de m¨¢s all¨¢ gobiernos aut¨®nomos, el organismo de gobierno de la regi¨®n -en el caso de Catalu?a la Generalidad- es una parte del Estado espa?ol, no es un organismo rival, ni defensivo ni agresivo, sino una parte integrante de la organizaci¨®n del Estado de la Rep¨²blica espa?ola". Y concluye: "Y mientras esto no se comprenda as¨ª, se?ores diputados, no entender¨¢ nadie lo que es la autonom¨ªa".
Setenta a?os despu¨¦s de pronunciadas estas palabras, y votadas las autonom¨ªas, ¨¦sta y la de m¨¢s all¨¢, ?estamos seguros de haberlas comprendido?
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