La querella antol¨®gica
Las antolog¨ªas generacionales presentan la foto fija de una creaci¨®n dispersiva y en movimiento continuo. De ah¨ª deriva la insatisfacci¨®n que nos provocan todas ellas, aun las mejores. En rigor, Veinticinco poetas espa?oles j¨®venes est¨¢ m¨¢s cerca del muestrario que de una selecci¨®n de lo m¨¢s eximio de cuanto nos ofrece el sistema. Eso, al menos, hace pensar la polaridad geogr¨¢fica de los antologados, entre los que se encuentran sus preparadores: de los 25 escogidos, 11 son de Madrid y 9 andaluces (6 de ellos de C¨®rdoba), lo que evidencia que se trata principalmente de una sociedad de conocidos y agremiados en las mismas revistas, premios o cen¨¢culos culturales. Nacidos entre 1972 y 1985, los nombres han sido en cierto modo pactados a partir de la propuesta de un grupo nuclear, y vienen con el marchamo de ser poetas del siglo XXI, pertrechados de foto, po¨¦tica y rese?a biobibliogr¨¢fica. La biso?ez editorial de varios impide saber si dejar¨¢n poso, y qui¨¦nes lo har¨¢n, aunque hay algunos en que el riesgo de una profec¨ªa venturosa es menor que en otros, tanto entre los mayores, como Pablo Garc¨ªa Casado, o de edad intermedia -Josep M. Rodr¨ªguez, Andr¨¦s Neuman o Luis Melgarejo-, como entre los m¨¢s j¨®venes: Carmen Jodr¨¢, autora de una po¨¦tica cuya displicencia practicaron antes los nov¨ªsimos, Fruela Fern¨¢ndez o la casi adolescente Elena Medel, de una frescura na?ve sostenida en una sorprendente sabidur¨ªa constructiva. No se ha pretendido aqu¨ª forzar ninguna comunidad est¨¦tica, ni del conjunto de las po¨¦ticas se deriva una visi¨®n unitaria, al margen de que pocas veces haya una relaci¨®n necesaria entre la po¨¦tica y los poemas de un mismo autor. Se agradece, en fin, que la presentaci¨®n de Jes¨²s Mun¨¢rriz no disfrace la contingencia con empinadas consideraciones te¨®ricas: he aqu¨ª, viene a decirnos sin mayores pompas, algunos autores que merecen ser le¨ªdos.
VEINTICINCO POETAS ESPA?OLES J?VENES
Ariadna G. Garc¨ªa, Guillermo L¨®pez Gallego, ?lvaro Tato
Hiperi¨®n. Madrid, 2003
480 p¨¢ginas. 12,50 euros
LA OTRA JOVEN POES?A ESPA?OLA
Alejandro Krawietz, Francisco Le¨®n
Igitur. Tarragona, 2003
276 p¨¢ginas. 18 euros
Distinto es el caso de La otra joven poes¨ªa espa?ola, que re¨²ne a 14 poetas -5 de ellos tinerfe?os- nacidos entre 1962 y 1974, con la intenci¨®n de corregir tres d¨¦cadas de falacia cr¨ªtica y de pobreza creativa. Para los ant¨®logos, y salvas las excepciones de rigor, la poes¨ªa espa?ola ha estado colonizada por el casticismo m¨¢s cerril, lo que le ha impedido conocer la Modernidad, un t¨¦rmino que, igual que el de "verdadera" tradici¨®n, repiten una y otra vez aunque no descienden a definirlo. Este pa¨ªs de cabreros habr¨ªa desaprovechado la lecci¨®n del Romanticismo europeo -no del espa?ol, cascabelero y altitonante- e ignorado la lecci¨®n de las vanguardias, y no habr¨ªa entendido "el car¨¢cter de puente que detenta la poes¨ªa juanramoniana" entre las corrientes m¨ªstico idealistas y esta "poes¨ªa de las excepciones" -en palabras de su mentor S¨¢nchez Robayna- que crece en los m¨¢rgenes de los prestigios injustamente consolidados. Tampoco habr¨ªa valorado la tarea renovadora de Cernuda, aunque, a mi juicio, la idea de su segregaci¨®n se debe m¨¢s a un conflicto narcisista del sevillano que a la hostilidad de sus compatriotas, desmentida por relevantes poetas del medio siglo -ah¨ª est¨¢ el homenaje de La Ca?a Gris en 1962, varios a?os posterior al de C¨¢ntico- y nada se diga de los del 68. Para contestar a tanta incuria, hay un grupo de estilitas aupados en su columna que, contraviniendo su condici¨®n solitaria, bajan al suelo y meten los codos entre la multitud para hacerse un sitio en el mercado de los aplausos que dicen desde?ar, e impartir all¨ª doctrina.
Seg¨²n A. Krawietz y F. Le¨®n,
preparadores de esta antolog¨ªa en cuya restricta n¨®mina se incluyen, la poes¨ªa espa?ola de los ¨²ltimos sesenta a?os oscila entre los extremos por igual reprobables de un "realismo" que ni siquiera es tal: la poes¨ªa social y la poes¨ªa de la experiencia. La selecci¨®n propuesta tiene, dicen ellos, "un coeficiente no peque?o de fiabilidad y fidelidad", y las obras de los antologados forman un conjunto de "verdaderas renovaciones hacia la ra¨ªz". Tanto hieratismo sacerdotal se pone al servicio de la tradici¨®n meditativa, algo que, como en El pensador, de Rodin, se le supone a quienes colocan estudiadamente mano en mejilla. Dicho esto, varios de los incluidos son excelentes poetas, como lo denota el objetualismo ontol¨®gico de Vicente Valero, la desnudez blanca de Ada Salas, un simbolismo de calado epistemol¨®gico de Jordi Doce, etc¨¦tera. A la introducci¨®n te¨®rica la acompa?an las po¨¦ticas de los autores, algunas de notable organizaci¨®n argumentativa, otras, en cambio, tan fluidas intelectualmente como el engrudo, y con unas bizarr¨ªas estupendas: aqu¨ª se afirma que el poema es un milagro; all¨¢, que la poes¨ªa del firmante est¨¢ cercana al pensamiento oriental (?); acull¨¢, que el reino del poeta no es de este mundo.
Coda. Si de la introducci¨®n y del t¨ªtulo, La otra poes¨ªa espa?ola, se desprende que, salvo Las ¨ªnsulas extra?as, de la que ¨¦sta se quisiera heredera, las antolog¨ªas de los ¨²ltimos decenios forman una unidad compacta y en general repudiable, convendr¨ªa poner los puntos sobre las ¨ªes: puesto que de antolog¨ªas hablamos, ¨¦sta no es "la otra", sino s¨®lo "otra", una m¨¢s: mejor que algunas, m¨¢s pretenciosa que la mayor¨ªa.
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