Alcal¨¢ 20
Ya lo dice el tango, veinte a?os no es nada. No lo es sobre todo para aquellas vivencias cuyo impacto fue tan intenso que mantiene fresco el recuerdo casi de por vida. Desde luego, quienes vivimos de cerca lo sucedido en el n¨²mero 20 de la calle de Alcal¨¢ aquella madrugada del 17 de diciembre hace ahora veinte a?os nunca podremos olvidarlo. Ochenta y dos personas, en su mayor¨ªa j¨®venes, murieron en aquel infierno destapado por un cortocircuito en la discoteca subterr¨¢nea quince minutos antes de las cinco de la madrugada. Cerca de seiscientos seres humanos fueron atrapados por el humo y las llamas en esa ratonera. Seiscientos, entre trabajadores y clientes que unos segundos antes bailaban, beb¨ªan y re¨ªan ignorantes del horror que iban a vivir. Seiscientas personas que vieron arder como la tea el mobiliario y los elementos de decoraci¨®n y que trataron de escapar como pudieron presas del p¨¢nico desatado desde los primeros minutos. Retransmitir durante casi ocho horas las circunstancias de una tragedia de esta envergadura te hace madurar en un d¨ªa una d¨¦cada.
Al cumplirse el vig¨¦simo aniversario de Alcal¨¢ 20 he tratado de poner en orden lo que realmente qued¨® asentado en la memoria sobre esos acontecimientos de intensidad superlativa. Lo m¨¢s impresionante fue, sin duda, la salida de quienes lograban alcanzar la calle y c¨®mo su alegr¨ªa por salvar la vida se mezclaba con el dolor y la desesperaci¨®n de quienes hab¨ªan perdido dentro a sus amigos o seres queridos. Resulta dif¨ªcil describir esa mixtura ca¨®tica de sentimientos atufados por el humo negro que part¨ªa de las entra?as de esa imprevista sucursal del averno. Recuerdo la haza?a impresionante de un joven que, tras descubrir un conducto de aireaci¨®n por el que pudo acceder a la calle, no dud¨® en volver a entrar para sacar por esa v¨ªa de escape a una decena de personas que consiguieron salvarse. Durante varios a?os le vi trabajando de camarero sirviendo pizzas a una clientela que ignoraba estar siendo atendida por un aut¨¦ntico h¨¦roe. La tragedia tuvo una enorme trascendencia por los cambios que introdujo en la normativa de seguridad de los locales p¨²blicos. Todo fue revisado para que nunca m¨¢s hubiera materiales altamente inflamables, ni escaleras de caracol ni salidas de seguridad bajo llave.
Las repercusiones legales fueron igualmente tremendas, pero el proceso judicial dej¨® en evidencia la inoperancia del sistema. Catorce a?os tardaron los familiares de las v¨ªctimas en recibir los m¨¢s de mil ochocientos millones de indemnizaci¨®n por las deficiencias detectadas en la gesti¨®n e inspecci¨®n del local. Alcal¨¢ 20 se cobr¨® tambi¨¦n v¨ªctimas pol¨ªticas. El calvario personal sufrido por el entonces concejal de Seguridad, Emilio Garc¨ªa Horcajo, que fue procesado y posteriormente declarado inocente, fue realmente injusto e indecente. Juan Barranco tuvo, como alcalde, que soportar a quienes le criticaron por cubrir en nombre del Ayuntamiento la fianza millonaria exigida para que su concejal no fuera a la c¨¢rcel. Un suceso de esa naturaleza provoca las situaciones m¨¢s rocambolescas y una en particular tuvo como protagonista al entonces alcalde, Enrique Tierno, y como escenario los estudios centrales de la cadena SER. A la ma?ana siguiente del siniestro citamos all¨ª al viejo profesor, que nos lleg¨® acompa?ado de un atribulado joven. El Ayuntamiento de Madrid se hab¨ªa volcado con los familiares de las v¨ªctimas, a los que puso coche con ch¨®fer a su disposici¨®n y una habitaci¨®n de hotel si proced¨ªan de fuera. Aquel joven que dijo venir de Logro?o narr¨® con la voz entrecortada y los ojos hinchados que sus dos hermanos hab¨ªan muerto calcinados en el incendio. Tierno se emocion¨® y con dos lagrimones desliz¨¢ndose por su cara pronunci¨® unas palabras de ¨¢nimo en nombre de todos los madrile?os. La escena que conmovi¨® a los oyentes de toda Espa?a concluy¨® con un abrazo en el estudio que narr¨¦ con dificultad afectado tambi¨¦n por la emoci¨®n.
Una semana despu¨¦s pude saber que el joven ni era de Logro?o, ni sus hermanos hab¨ªan muerto en la tragedia. Es m¨¢s, ni siquiera ten¨ªa hermanos, era un trastornado mental que hab¨ªa escapado del psiqui¨¢trico y se col¨® en el operativo de ayuda dispuesto por el Ayuntamiento para vivir unos d¨ªas a cuerpo de rey. Hoy, el s¨®tano de Alcala 20 permanece tal y como lo dej¨® el fuego, porque nadie lo alquila. Veinte a?os tampoco es nada para una maldici¨®n.
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