Una conversaci¨®n
Los ¨²ltimos meses de Maria Rosa Caminals. Tal vez Pere Gimferrer escriba alg¨²n d¨ªa un libro con este t¨ªtulo. Estuvieron juntos 33 a?os, entre 1971 y este 29 de noviembre, cuando Mar¨ªa Rosa, pianista y tambi¨¦n escritora, muri¨®. Una vida bajo los tilos de la Rambla de Catalunya. Su padre ten¨ªa una escuela de m¨²sica en la esquina con Rossell¨®. Ellos dos se casaron, a pocos metros de la escuela, en la iglesia de Sant Ramon de Penyafort y cuando acab¨® la ceremonia entraron en el portal de al lado, que era el de su casa y lo ser¨ªa siempre.
De quien fue Maria Rosa Caminals da su marido algunas noticias. En la dedicatoria de Mascarada, el libro que ella prefer¨ªa entre todos: A Maria Rosa, Semper eadem, Moesta et errabunda [A Maria Rosa. Siempre t¨² misma. Triste y errabunda] El poema, febril, fue escrito en 23 d¨ªas del oto?o de 1995 como respuesta a la grave enfermedad que entonces estuvo a punto de matarla. Hay m¨¢s noticias, y m¨¢s amplias, en el cap¨ªtulo segundo de L'agent provocador, que da t¨ªtulo al libro, y donde se alude a Maria Rosa dando conciertos en el Palau de la M¨²sica y en las casas ricas de Barcelona, y donde sobre todo puede v¨¦rsela en el Par¨ªs de los sesenta, asidua de la filmoteca de la Rue d'Ulm, obrera en un taller de m¨²sica concreta, agente provocadora de hombres diversos y quiz¨¢ de Boris Vian, el ¨²nico del que nunca quiso decir nada a su marido, y durante 66 d¨ªas exactos naviera en la traves¨ªa de Marsella a Yokohama, cuando el capit¨¢n del barco le hac¨ªa una se?al al centinela y ella entraba en el camarote nupcial, 66.
De quien fue Maria Rosa Caminals da su marido algunas noticias. En la dedicatoria de 'Mascarada', el libro que ella prefer¨ªa
Y provocadora en el piso, sobre los tilos, que los dos ocuparon durante tres d¨¦cadas, "provocadora procaz en el teatro cerrado de nuestro piso, oscuro en pleno d¨ªa, cerradas las persianas del balc¨®n, encendida la luz (...) llevas babuchas doradas y un pijama de seda floreada, ancho como el de una favorita otomana salida del serrallo c¨¢lido y lujoso del Bajazet de Racine". El piso de la Rambla. Entraban muy poco extra?os. Castellet, por ejemplo. Hab¨ªa cultos animalitos de peluche que le¨ªan con atenci¨®n y a los que c¨ªclicamente se les cambiaba el libro. Un decorado construido a lo largo de 30 a?os. Un burdel. Una iglesia. Un cine. Cuando no sal¨ªan en las pel¨ªculas, las ve¨ªan. Raras. Obtenidas en viajes ya lejanos (el ¨²ltimo viaje fue a Estocolmo, acompa?ando a Paz a recoger su Nobel) o, ahora, por amigos que iban a por ellas. Lo ¨²ltimo que vieron juntos fue Elle, de Bu?uel, que adoraban incluso por encima de El ¨¢ngel exterminador. (?ltimos, m¨¢s, las diez de ¨²ltimas, el top de la agon¨ªa, el sarc¨¢stico g¨¦nero del ep¨ªlogo: lo ¨²ltimo que ella ley¨®: Jean Cocteau: les ann¨¦es Francine Weisweiller (1950-1963). Hace tres domingos Sagarra citaba este libro y a Maria Rosa muerta, sin saber lo que hab¨ªa entre ellos, con genial instinto). El piso. El sal¨®n oscuro. Un espacio cerrado de embriaguez, escribi¨® el marido.
?Y ese decorado, ahora? ?Pintar, abrir las ventanas, cambiar los muebles, "poner visillos blancos y tomar criada", que as¨ª se imaginaba Jaime Gil la regeneraci¨®n? ?O seguir viviendo all¨ª, a riesgo de encontrarla sin respuesta, cada hora, cada noche, todo el piso convertido en el ciego espejo que la refleja? Gimferrer no sabe. Pero al hijo ¨²nico, al ni?o solitario, al experto en los rincones no parece que le angustie la posibilidad de instalarse en Pompeya y pasar cada d¨ªa el rouge ¨¤ levres por las estatuas.
Los ¨²ltimos meses. En el hospital. Cuando el poeta escriba ese libro descartar¨¢ cualquier forma de piedad. Toda la ciudad conoce su alto sentido de lo obsceno. El libro culminar¨¢, con la incomparable eficacia que la muerte desmuestra en este tipo de trabajo, el rastro de Mascarada y L'agent provocador. Tambi¨¦n podr¨ªa ser que acabara convirti¨¦ndose en un cap¨ªtulo de las memorias que el poeta ya tiene escritas. En cualquier caso dar¨¢ cuenta de esas 13 horas diarias, a lo largo de seis meses, en que marido y mujer hablaron. Una conversaci¨®n. Tan excitada y poderosa como aquellas de los primeros meses, en bares y calles ("... de l'any setanta. Morts com som/ recordem el teu xampany rosa"), con que empezaron a tantearse poco despu¨¦s de que se cruzaran en un portal de la calle de Girona, ella hacia fuera y ¨¦l hacia dentro, la leve y decisiva fricci¨®n del aire entre dos vidas.
Una conversaci¨®n. Cristaliza en los ¨²ltimos versos del recordatorio impreso de Maria Rosa Caminals, excelent¨ªsima se?ora, diploma de piano del Conservatorio Nacional de M¨²sica de Par¨ªs, fotografiada en el recordatorio por C¨¦sar Malet, un a?o despues de casarse. Los ¨²ltimos versos. Secos, libres de la sobrecarga de minerales, fuego y terciopelo que empasta el resto del poema, "aquest capvespre de tardor, caputxa/ on tant d'amor estavellat reneix" ("este atardecer de oto?o, capucha/ donde tanto amor estrellado renace"). La experiencia de recuperar al borde de la muerte el beso y la palabra. La saliva, hero¨ªna invicta de la juventud.
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