Balmis, en el segundo centenario de la vacuna
El autor destaca c¨®mo la expedici¨®n de Balmis difundi¨® la utilidad de la vacuna, la noci¨®n de profilaxis y la inmunizaci¨®n de un sector significativo de poblaci¨®n infantil
Los acontecimientos cient¨ªficos son siempre consecuencia y reflejo de las inquietudes y las esperanzas de una ¨¦poca. Por eso resulta dif¨ªcil imaginar la Real Expedici¨®n Filantr¨®pica de la Vacuna en un contexto distinto de la Ilustraci¨®n, ¨²nico escenario capaz de gestar la ¨²ltima gran aventura cient¨ªfica de la corona espa?ola y uno de los proyectos m¨¢s arriesgados de ciencia colonial: el primer gran proyecto mundial de salud p¨²blica. La viruela hizo estragos en las poblaciones humanas desde la antig¨¹edad (restos de sus lesiones se aprecian en la momia del fara¨®n Rams¨¦s V) y existen testimonios de su impacto en Europa desde el siglo VI. Fue devastador su efecto en la cat¨¢strofe demogr¨¢fica de la colonizaci¨®n americana. Pero su incidencia se agrav¨® en el siglo XVIII: en Francia provocaba en torno a 30.000 muertes/a?o, mientras que en Londres caus¨® cerca de 200.000 muertes a lo largo de todo el siglo.
La Real Expedici¨®n de la Vacuna tuvo una amplia repercusi¨®n en Europa y fue elogiada por las instituciones
El primer texto m¨¦dico espa?ol que defendi¨® la inoculaci¨®n es del catal¨¢n Antonio Capdevila, formado en Valencia.
1. Viruela y variolizaci¨®n en el siglo XVIII
A comienzos de 1720 los m¨¦dicos de la embajadora brit¨¢nica en Estambul introdujeron la variolizaci¨®n en Inglaterra tras haberla aprendido en Turqu¨ªa. Algunos testimonios indican que en zonas rurales espa?olas se llevaban a cabo id¨¦nticas pr¨¢cticas populares al margen de la medicina y los propios ganaderos inoculaban al ganado para prevenir la viruela. A ello hacen referencia no s¨®lo m¨¦dicos rurales sino el propio Feijoo en su Teatro Cr¨ªtico Universal, quien se mostraba partidario de extender la inoculaci¨®n preventiva con cautela. Pero el drama de la viruela desencaden¨® en 1746 una campa?a en el Reino Unido en favor de la inoculaci¨®n, que llev¨® a la construcci¨®n de hospitales rurales para propagar la profilaxis en regiones como East Anglia o Middlesex. La familia real inglesa se inocul¨® en 1754 y la Royal Medical Academy elabor¨® un dictamen favorable a la variolizaci¨®n profil¨¢ctica, de modo que a finales del XVIII la poblaci¨®n brit¨¢nica inoculada ascend¨ªa a medio mill¨®n. A finales de los 1740 la variolizaci¨®n se extendi¨® por los Pa¨ªses Bajos e inmediatamente despu¨¦s por Suiza e Italia. Espa?a no fue ajena a este suceso y en 1757 se traduc¨ªa al castellano una controvertida memoria del franc¨¦s La Condamine, con el respaldo del influyente m¨¦dico de c¨¢mara Andr¨¦s Piquer.
El primer texto m¨¦dico espa?ol que defendi¨® la inoculaci¨®n es una Disertaci¨®n De la Inoculaci¨®n del catal¨¢n Antonio Capdevila, formado en Valencia, disc¨ªpulo de Mariano Seguer y amigo de Gregorio Mayans. Es un manuscrito enviado al erudito suizo Albrecht von Haller, que localic¨¦ en la Biblioteca Nazionale Braidense, de Mil¨¢n. Escrito en la poblaci¨®n manchega de Tovarra, al ver rechazada su publicaci¨®n por los censores eclesi¨¢sticos lo mand¨® a Suiza con un colof¨®n en el que narraba a Haller su frustrado intento de edici¨®n: "El juez eclesi¨¢stico, muy ignorante y b¨¢rbaro, dijo que obra de autor espa?ol que entendiese el griego, ingl¨¦s, franc¨¦s e italiano de ninguna manera se pod¨ªa dejar imprimir y no quiso devolverme el original. Vuestra Se?or¨ªa se reir¨¢ de este pasaje. El estar los espa?oles menos ignorantes sojuzgados de gente ignorante y b¨¢rbara, es una de las causas del atraso de las buenas letras en esta Monarqu¨ªa."
El manuscrito relataba su experiencia durante la epidemia de 1756. En 1768, Manuel Serrano de la Pe?a public¨® El mejor espec¨ªfico para las viruelas, donde relataba su experiencia en la inoculaci¨®n de poblaciones de la Sierra de Buitrago. Tambi¨¦n el m¨¦dico de la familia real, Francisco Rubio, escribi¨® una Disertaci¨®n sobre la inoculaci¨®n de las viruelas (1768). Pero exist¨ªan a¨²n focos de resistencia por el temor de los profesionales y la poblaci¨®n a que la variolizaci¨®n contribuyera a extender m¨¢s la enfermedad y tambi¨¦n en sectores eclesi¨¢sticos que ve¨ªan en la enfermedad el castigo divino.
A partir de los a?os 1770 se propag¨® la inoculaci¨®n en Espa?a. Miguel Gorman, m¨¦dico militar, viaj¨® a Inglaterra a aprender el m¨¦todo de Sutton y al regresar a Madrid, en 1772, inocul¨® a familiares y miembros de la nobleza, al tiempo que informaba a m¨¦dicos de toda Espa?a para que extendieran la nueva t¨¦cnica por Galicia, el Pa¨ªs Vasco, Barcelona, Madrid y zonas de Andaluc¨ªa. En 1792 la Real Academia de Medicina public¨® un informe favorable y el Ensayo apolog¨¦tico de la inoculaci¨®n de T. O'Scanlan se?alaba que eran m¨¢s de 30.000 las inoculaciones practicadas en Espa?a. Entre los inoculados se encontraba la familia real de Carlos IV.
2. Jenner, la vacuna y la Real Expedici¨®n de Balmis
En 1798 se public¨® An Inquiy into the causes and effects of the Variolae Vaccinae, donde Edward Jenner narraba sus experiencias con la vacuna en poblaciones de Gloucestershire. El 21 mayo 1799 se relataba el descubrimiento de Jenner en el Semanario de Agricultura y Artes y se publicaba en Barcelona un Compendio de la Vaccina (1799). El hallazgo de una inmunidad cruzada entre la viruela de las vacas y la viruela humana abr¨ªa nuevas expectativas terap¨¦uticas, ensayadas de inmediato por Francisco Piguillem en Puigcerd¨¤, Tarragona, Vich y Barcelona. Desde Catalu?a se difundi¨® por la corte, promovida por Ignacio de J¨¢uregui, m¨¦dico real, y el cirujano Tom¨¢s Bueno.
La documentaci¨®n que se conserva en la Real Academia de Medicina de Madrid indica que en el primer a?o del XIX se vacunaron m¨¢s de 7.000 personas en Catalu?a y cerca de 1.500 en Madrid, Aranjuez y el Pa¨ªs Vasco. La vacunaci¨®n se difundi¨® r¨¢pidamente, aunque hubo de afrontar dos limitaciones: la resistencia de la poblaci¨®n a colaborar voluntariamente y su oposici¨®n a que los ni?os vacunados ejercieran como reservorio de pus varioloso y los problemas de abastecimiento y conservaci¨®n de la linfa vacunal. La Real Academia de Medicina propuso la fundaci¨®n de juntas de vacunaci¨®n, semejantes a las que se hab¨ªan creado en Inglaterra y otros pa¨ªses europeos, pero ni los profesionales sanitarios ni el estado fueron capaces de crear ¨®rganos de coordinaci¨®n. La principal medida pol¨ªtica promulgada fue una Real C¨¦dula (1805), que creaba salas de vacunaci¨®n en los hospitales, pero la disposici¨®n fue poco efectiva y una d¨¦cada m¨¢s tarde el gobierno tuvo que promulgar una Real Orden que reiteraba la obligaci¨®n de su cumplimiento.
Ese es el trasfondo en el que hay que situar a Francisco Javier Balmis Berenguer (Alicante,1753-Madrid,1819), quien, como Ruiz de Luzuriaga o Mateo Seoane perteneci¨® a una generaci¨®n de cirujanos y m¨¦dicos ilustrados, que aspiraron a introducir la modernizaci¨®n cient¨ªfica en la sociedad espa?ola. Su vida fue una constante aventura que tuvo su principal exponente en la Real Expedici¨®n Filantr¨®pica de la Vacuna, iniciada el 30 de noviembre de 1803 para extender por todo el mundo la vacuna. Nacido en una familia de cirujanos, se inici¨® como practicante en el hospital militar de Alicante. Particip¨® en la expedici¨®n militar de Carlos III contra los piratas de Argel (1775), y en el frustrado sitio de Gibraltar de 1780. Tras lo cual embarc¨® por primera vez a Am¨¦rica como cirujano militar, permaneciendo en la capital mexicana una d¨¦cada como cirujano mayor en el Hospital del Amor de Dios, donde se ocup¨® del tratamiento de enfermos de s¨ªfilis. Cuando regres¨® a Espa?a en 1792 iba cargado de plantas usadas por los curanderos mexicanos para curar el vicio ven¨¦reo y escrofuloso. En el diccionario bot¨¢nico de la flora mexicana se da el nombre de begonia balmisiana a la especie importada por Balmis.
Desde que conoci¨® el descubrimiento de Jenner, Balmis se mostr¨® partidario de la vacuna. Tradujo el Trait¨¦ historique et pratique de la vaccine (1803) de J.L. Moreau de la Sarthe y se puso a trabajar en el proyecto de la Real Expedici¨®n Filantr¨®pica. La coyuntura no pod¨ªa ser m¨¢s favorable, ya que en 1802 se hab¨ªa desencadenado un fuerte brote epid¨¦mico de viruela en las ciudades de Bogot¨¢ y Lima. El proyecto de expedici¨®n fue alentado sin reticencias por los grandes cirujanos de la corte: Ignacio Lacaba, Antonio Gimbernat y Leonardo Galli, con el asesoramiento del venezolano Jos¨¦ Felipe Flores, autor de un informe que recibi¨® el benepl¨¢cito de la Junta de Cirujanos de C¨¢mara y fue refrendado por el Consejo de Indias. Balmis fue confirmado para dirigir el proyecto. El 18 de junio de 1803 se present¨® ante el Protomedicato un Reglamento y un Derrotero para "conducir con la mayor brevedad posible la vacuna verdadera y asegurar su feliz propagaci¨®n en los cuatro virreinatos de Am¨¦rica, provincias del Yucat¨¢n y Caracas y en las indias Antillas."
El m¨¦todo ideado para llevar a cabo la experiencia profil¨¢ctica propon¨ªa la creaci¨®n de una serie de juntas de vacunaci¨®n en cada territorio. Desde Espa?a deb¨ªa trasladarse a un grupo de ni?os que hab¨ªan de servir de cadena para las vacunaciones. La corbeta llamada Mar¨ªa Pita zarp¨® desde el puerto de la Coru?a el 30 de noviembre de 1803 con un equipo t¨¦cnico formado por Francisco Javier Balmis, como director, Jos¨¦ Salvany, Manuel Juli¨¢n Grajales y Antonio Guti¨¦rrez Robredo, ayudantes, cuatro enfermeros y veintid¨®s ni?os exp¨®sitos de la Casa de Exp¨®sitos de La Coru?a. La expedici¨®n realiz¨® las primeras experiencias de vacunaci¨®n en Tenerife; desde all¨ª se traslad¨® hasta Puerto Rico y arrib¨® despu¨¦s a Puerto Cabello (Venezuela). All¨ª se vacunaron una treintena de ni?os de las mejores familias y se inici¨® la difusi¨®n de la t¨¦cnica a las dem¨¢s ciudades de Venezuela, en cuya capital, Caracas, se fund¨® la primera junta central de vacuna. Tras casi dos meses en Venezuela, la expedici¨®n se dividi¨® en dos partes, que siguieron trayectorias distintas: una, dirigida por Balmis, se dirigi¨® hacia la Habana y el Yucat¨¢n, desde donde se expandi¨® por M¨¦xico; la otra, encabezada por Jos¨¦ Salvany, puso rumbo a Santa Fe de Bogot¨¢, Per¨² y Buenos Aires, aunque hubo de afrontar serias dificultades para la navegaci¨®n, la oposici¨®n beligerante del Virrey de Per¨², y la dram¨¢tica enfermedad y muerte de su director. La expedici¨®n no estuvo exenta de tensiones con las ¨¦lites cient¨ªficas locales, frecuentemente vinculadas a los movimientos de independencia de las colonias. Desde M¨¦xico, la expedici¨®n de Balmis se dirigi¨® a Filipinas y Macao, para poner rumbo a Santa Elena y desde all¨ª a Lisboa y Madrid, dando por finalizado el itinerario de la expedici¨®n en agosto de 1806.
A pesar del sentido ut¨®pico y colonial de la Real Expedici¨®n Filantr¨®pica de la Vacuna, su significado hist¨®rico va m¨¢s all¨¢ de la pura estad¨ªstica de la eficacia. Desde un punto de vista sanitario, los objetivos de la expedici¨®n eran tan ambiciosos que dif¨ªcilmente pod¨ªan verse colmados; pero la expedici¨®n de Balmis difundi¨® la utilidad de la vacuna y la noci¨®n de profilaxis, y tambi¨¦n la inmunizaci¨®n de un sector significativo de la poblaci¨®n infantil de diversos grupos sociales y ¨¦tnicos de la Am¨¦rica hispana.
La Real Expedici¨®n de la Vacuna tuvo una amplia repercusi¨®n en Europa y recibi¨® los elogios de numerosas instituciones. Se convirti¨® en un referente t¨®pico de la historiograf¨ªa m¨¦dica espa?ola de la primera mitad del siglo XX, impregnada de tintes apolog¨¦ticos, pero tambi¨¦n fundamentada en una s¨®lida erudici¨®n. Conviene ahora rememorar aquella generosa utop¨ªa cient¨ªfica, como testimonio de un pasado, en el que la sociedad espa?ola mir¨® inusitadamente a la ciencia para construir un futuro de modernidad y esperanza.
Josep Llu¨ªs Barona es profesor de Historia de la Ciencia en la Universitat de Val¨¨ncia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.