El hombre que plant¨® cara a Bush
Todo el a?o 2003 ha estado marcado por un cisma entre EE UU y una parte de Europa. El protagonista nato de ese fen¨®meno ha sido el presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, que intent¨® resistirse a la estrategia norteamericana a partir de su confortable reelecci¨®n del a?o anterior (82% de los votos) y la protecci¨®n de una s¨®lida mayor¨ªa parlamentaria. Sin caer en la irrelevancia, el papel internacional de Francia se hab¨ªa debilitado en los a?os precedentes, a causa de las peleas entre un Gobierno de izquierda y un presidente de derecha.
Chirac es el decano de los l¨ªderes europeos. Aparece siempre en el centro de las fotos de familia por grande que sea el grupo a inmortalizar. Consciente de que carece de suficiente fuerza militar, econ¨®mica y tecnol¨®gica, Francia necesita envolverse en Europa, en el G-8 y en la ONU para ampliar su capacidad pol¨ªtica. El 2003 era la ocasi¨®n de insertar al pa¨ªs en el mundo cambiante de la posguerra fr¨ªa y de convertir las reservas europeas hacia el "unilateralismo" estadounidense en actitud positiva hacia el reequilibrio de fuerzas.
Chirac ha trabajado para dividir el campo de sus adversarios: restableci¨® un cierto consenso con Blair y atrajo a Berlusconi, lo que supuso aislar a Aznar
El presidente franc¨¦s juega a ser el contrapoder de Estados Unidos, pero para eso necesita enarbolar la bandera de una Europa unida
Sin embargo, Georges W. Bush no le dio tiempo. Colocado en la encrucijada de apoyar o no el ataque a Irak, Chirac decidi¨® enfrentarse a su hom¨®logo de Washington. Naci¨® el no a la guerra preventiva defendida por Bush ante su angustiada clientela pol¨ªtica, aceptada por dirigentes europeos como Tony Blair o Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y combatida por Chirac. ?ste a?adi¨® argumentos a su postura: "Oriente Pr¨®ximo no necesita una guerra suplementaria", advirti¨®; "la guerra es siempre la peor de las soluciones", remach¨®, alcanzando el cenit de su popularidad.
La escalada continu¨® con el anuncio de que vetar¨ªa el ataque en la ONU. Chirac y su ministro de Exteriores, Dominique de Villepin, se movieron para impedir que Estados Unidos consiguiera una mayor¨ªa de votos en el Consejo de Seguridad. Nadie sab¨ªa entonces si la ocupaci¨®n de Irak era el preludio de una expansi¨®n de corte bonapartista -esta vez, en versi¨®n democr¨¢tica- o un proceso de gesti¨®n tan compleja como ha resultado. La respuesta de la "coalici¨®n de las Azores" -Bush, Blair, Aznar- hizo que Chirac fracasara en el objetivo de evitar la guerra. Un grupo de diputados del partido presidencial le acus¨® de haber precipitado a la ONU en la crisis, abriendo as¨ª la primera brecha en el consenso nacional contra la guerra. Toda la sabidur¨ªa pol¨ªtica de la diplomacia francesa fue insuficiente para evitar el descarrilamiento de marzo de 2003. Chirac ha hablado muy poco de ello, pero es evidente que lo sucedido en torno a la guerra y la posguerra de Irak le ha vuelto m¨¢s desconfiado en relaci¨®n con Europa.
Semanas antes del estallido del conflicto, Chirac se hab¨ªa aplicado a reparar el eje franco-alem¨¢n. Como se ha comprobado en el transcurso del a?o, las celebraciones del 40? aniversario de la amistad franco-alemana estaban pensadas como una decisi¨®n estrat¨¦gica de tipo defensivo, dedicada principalmente al mutuo apoyo entre dos econom¨ªas en crisis, pero pre?adas, igualmente, de voluntad de gobierno conjunto de Europa.
En una cena celebrada en el palacio del El¨ªseo en enero, Chirac y De Villepin acordaron con Gerhard Schr?der y Joshka Fischer el esqueleto de lo que deb¨ªan ser las instituciones de la UE: un presidente estable -pero sin poderes ejecutivos- y un ministro de Exteriores; adem¨¢s decidieron que el presidente de la Comisi¨®n hab¨ªa de ser ratificado por la Euroc¨¢mara. "Hemos dado cada uno un paso hacia el otro", dijo Chirac, refiri¨¦ndose a Schr?der: como si Europa fuera cosa de dos, aunque sus escuderos diplom¨¢ticos se esforzaran luego en presentarlo como propuesta a los dem¨¢s socios.
Aquellos fueron los tiempos en que Tony Blair y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, inquietos por el despegue franco-alem¨¢n en el seno de la UE, lograron el respaldo de Silvio Berlusconi y de l¨ªderes de otros pa¨ªses europeos m¨¢s peque?os, en una iniciativa de apoyo p¨²blico a Bush. Y tambi¨¦n esa ¨¦poca fue testigo de la reacci¨®n col¨¦rica de Chirac, principalmente contra los futuros socios de la UE ampliada: "Han perdido una buena ocasi¨®n de callarse" (...), les dijo, y les llam¨® "malcriados".
La revuelta de los despreciados ha tra¨ªdo consecuencias graves para la cohesi¨®n europea. La desconfianza mutua se ha hecho patente a finales del a?o. Todas las guerrillas de por medio -iniciativas de cuatro pa¨ªses para montar una defensa europea aut¨®noma, forcejeos para hacerlo m¨¢s o menos compatible con la OTAN, choques sobre el respeto al Pacto de Estabilidad- son las peque?as batallas de un combate m¨¢s amplio por el liderazgo de Europa. En los ¨²ltimos meses, Chirac ha trabajado para reducir diferencias con Blair y ha neutralizado a Berlusconi. Pero Aznar ha sostenido el enfrentamiento y esa actitud ha servido de catalizador de otros descontentos, dando al traste con el proyecto de Constituci¨®n.
Para minimizar el desastre, Chirac ha lanzado otra vez la idea de la "Europa de las dos velocidades". Este proyecto s¨®lo puede entenderse como un enroque de los pa¨ªses fundadores de la UE, en un tablero de juego cada vez m¨¢s inquietante para su hegemon¨ªa. Francia ni siquiera las tiene todas consigo con Alemania, porque sabe que una derrota de la mayor¨ªa rojiverde traer¨ªa un Gobierno conservador en Berl¨ªn, de l¨ªnea probablemente m¨¢s pro-norteamericana que la de Schr?der.
Esto explica las razones de que el presidente franc¨¦s acelerara el fracaso del Consejo Europeo de Bruselas del 12 y 13 de diciembre. El tratado constitucional queda en el aire y con ello la voluntad de caminar hacia la uni¨®n pol¨ªtica de la Europa de los 25. Chirac no aceptar¨¢ nunca una entidad supranacional en condiciones tan inseguras como las actuales. Otra cosa es que, convencido de su baraka, crea m¨¢s en una buena crisis europea que en un mal pacto. El presidente franc¨¦s trabaja con la confianza de que, si Europa super¨® la pol¨ªtica de la silla vac¨ªa practicada por De Gaulle -uno de sus antecesores- por qu¨¦ no pensar que superar¨¢ tambi¨¦n la crisis actual.
Washington y Londres ponen hechos rotundos encima de la mesa: la diplomacia francesa no ha tenido fuerzas para responder a un golpe tan fino como la rendici¨®n de Gaddafi, que ha levantado bandera blanca frente a Londres y Washington. El a?o que viene se celebrar¨¢ el 60? aniversario del desembarco aliado en Normand¨ªa y puede que sea la oportunidad para Chirac d¨¦ una operaci¨®n de relaciones p¨²blicas con brit¨¢nicos y estadounidenses. Al precio de dejar de representar el papel de amigo de Bush padre, que se crey¨® obligado a pararle los pies al hijo, suponi¨¦ndole descarriado.
Y adem¨¢s
Ariel Sharon y Yasir Arafat. El primer ministro israel¨ª y el presidente palestino se acusaron durante todo un a?o marcado por la represi¨®n y el terrorismo de frustrar la ¨²ltima esperanza de paz: la Hoja de Ruta.
Lula da Silva. El presidente de Brasil disip¨® la desconfianza internacional y logr¨® una estabilidad pol¨ªtica, social y econ¨®mica aun a costa de ganarse la inquina de los sectores m¨¢s radicales de su propio partido.
Recep Tayyip Erdogan. El primer ministro turco logr¨® aplacar a los militares, recelosos siempre ante un Gobierno islamista, y resisti¨® las presiones norteamericanas para convertirse en un ariete clave de la guerra contra Irak.
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