La segunda transici¨®n
El ruedo ib¨¦rico se ha tornado bronco de nuevo. Llueven desde su centro improperios y amenazas, que recuperan el lenguaje agresivo y las formas abruptas vigentes en los meses anteriores a la Guerra Civil. ?Qu¨¦ ocurre? Quiz¨¢ sea ¨²til, para entenderlo, utilizar el m¨¦todo de Ortega y Gasset, seg¨²n el cual, "para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar su historia. Este hombre, esta naci¨®n, hace tal cosa y es as¨ª porque antes hizo tal otra y fue de tal otro modo. La vida s¨®lo se vuelve un poco transparente ante la raz¨®n hist¨®rica". Veamos.
1. El conflicto esencial de toda la historia espa?ola es la lucha por la hegemon¨ªa peninsular, es decir, la confrontaci¨®n acerca de cu¨¢l ha de ser la estructura de poder vigente en la Pen¨ªnsula: si una pir¨¢mide con v¨¦rtice en Madrid, o una red con pluralidad de centros de decisi¨®n aut¨®nomos e interdependientes. Los portugueses pronto tuvieron claro que la Pen¨ªnsula era un avispero, se lanzaron al oc¨¦ano, se hicieron con un imperio y dejaron el desenlace de la partida en manos de castellanos y catalanes.
2. Los castellanos, m¨¢s numerosos y m¨¢s ricos en el momento germinal del Estado, sentaron entonces las bases de una organizaci¨®n pol¨ªtica unitaria y centralista. Lo ten¨ªa claro el conde duque de Olivares, al dirigir a Felipe IV estas palabras: "Tenga V. M. por el negocio m¨¢s importante de su Monarqu¨ªa, el hacerse Rey de Espa?a; quiero decir, Se?or, que no se contente V. M. con ser Rey de Portugal, de Arag¨®n, de Valencia y conde de Barcelona, sino que trabaje y piense, con consejo mudado y secreto, por reducir estos nervios de que se compone Espa?a al estilo y leyes de Castilla". No lo consigui¨®.
3. Pese a intentarlo, el Estado liberal espa?ol tampoco logr¨® consumar el modelo jacobino. En primer lugar, no pudo implantar la unidad de caja, ya que el resultado en tablas de la primera guerra carlista -abrazo de Vergara- permiti¨® al Pa¨ªs Vasco y a Navarra la conservaci¨®n de su sistema de concierto econ¨®mico. Y, en segundo t¨¦rmino, el Estado liberal espa?ol tampoco logr¨® -gracias a la permanente oposici¨®n catalana- la unificaci¨®n del derecho civil. El c¨®digo civil ¨²nico fue abortado en 1856 y s¨®lo logr¨® salir adelante en 1889, respetando los llamados derechos forales. Este hecho no puede minimizarse. Napole¨®n, consciente de su trascendencia uniformadora, promulg¨® el c¨®digo civil franc¨¦s en fecha tan temprana como 1804, y Alemania unific¨® en 1898 su derecho civil en el c¨®digo del imperio, haciendo tabla rasa de las diferencias normativas entre los l?nder del norte y los del sur.
4. Esta incompleta unidad espa?ola se asent¨® sobre un ¨¢mbito geogr¨¢fico en el que siguieron coexistiendo diversas ¨¢reas comerciales claramente diferenciadas -mediterr¨¢nea, del norte, central y del sur-, y se vio dificultada, en su consolidaci¨®n, por la ausencia de una escuela p¨²blica laica semejante a la francesa. No es extra?o, por tanto, que la defensa de esta relativa unidad de la patria se confiase prioritariamente al Ej¨¦rcito, al tiempo que se la ensalzaba con fervorosa y huera ret¨®rica. Y no es de extra?ar tampoco que Catalu?a entrase en el siglo XX consciente de su identidad nacional y con voluntad de autogobierno.
5. Tras las dos dictaduras del siglo XX -separadas por el esfuerzo racionalizador de la Segunda Rep¨²blica y por la guerra fratricida en que aqu¨¦lla se frustr¨®-, torn¨® a plantearse el gran tema de la estructura territorial del Estado, al que se dio salida incluyendo dentro del pacto constitucional el dise?o b¨¢sico del Estado de las autonom¨ªas. Este empe?o tuvo su causa exclusiva en la necesidad de hallar una v¨ªa de soluci¨®n al hist¨®ricamente llamado problema catal¨¢n, ya que para asumir la peculiaridad vasca y navarra bastaba la disposici¨®n adicional primera de la Constituci¨®n, y fue precisamente la voluntad de diluir la especificidad catalana la que impuls¨® la f¨®rmula del caf¨¦ para todos.
6. Hoy, despu¨¦s de 25 a?os de vigencia de la Constituci¨®n, la distinci¨®n te¨®rica entre autonom¨ªa pol¨ªtica y autonom¨ªa administrativa se ha diluido, gracias a la reducci¨®n de aqu¨¦lla por la jurisprudencia estatalista del Tribunal Constitucional. ?ste ha neutralizado buena parte de las competencias exclusivas de las comunidades aut¨®nomas, mediante la atribuci¨®n al Estado de las llamadas competencias concurrentes. Y si se a?ade, por lo que a Catalu?a se refiere, la conciencia clara de padecer una discriminaci¨®n fiscal que viene de lejos y es fruto de una situaci¨®n de dominaci¨®n pol¨ªtica, la reivindicaci¨®n de una reforma estatutaria y constitucional cae por su propio peso.
7. Esta reivindicaci¨®n catalana -m¨¢s autonom¨ªa pol¨ªtica y una financiaci¨®n m¨¢s justa- exige el desarrollo del Estado auton¨®mico implantado por el t¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n, y constituye el factor desencadenante de una segunda transici¨®n, en la que ser¨¢ de nuevo fundamental el impulso catal¨¢n y en la que tambi¨¦n ser¨¢ irrefrenable el efecto contagio a las otras comunidades aut¨®nomas.
8. La segunda transici¨®n que ahora se inicia culminar¨¢, sin duda, con la consolidaci¨®n de la ¨²nica Espa?a posible: una Espa?a plural de estructura federal. Resulta l¨®gica, por tanto, la resistencia de los m¨¢ximos beneficiarios del actual esquema de poder centralizado, que ver¨¢n fuertemente erosionada su situaci¨®n de privilegio a causa de la efectiva redistribuci¨®n de poder pol¨ªtico que todo Estado federal implica. De ah¨ª la rudeza de su reacci¨®n: defienden sus intereses. Defienden lo suyo. Como todos.
Juan-Jos¨¦ L¨®pez Burniol es notario.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.