Un beso en la mejilla salv¨® al esp¨ªa
Un gesto de afecto de un notable iraqu¨ª al agente del CNI Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Riera le libr¨® del ataque de una turba tras morir ametrallados sus siete compa?eros
Treinta minutos... condensan la m¨¢s dura y dolorosa historia, y la m¨¢s heroica seguramente, vivida jam¨¢s por agentes de los servicios de inteligencia espa?oles. En treinta interminables minutos siete servidores del Estado de los que trabajaban en Irak perdieron la vida en un fan¨¢tico atentado terrorista, al sureste de Bagdad, en un poblado de nombre Latifiya. Uno m¨¢s se salv¨®. Casi milagrosamente. En estas p¨¢ginas hemos intentado reconstruir unos hechos que ponen de manifiesto, fundamentalmente, la profesionalidad y la heroica defensa que ocho hombres, ocho agentes del CNI espa?ol, realizaron de sus vidas y de las de sus compa?eros. Hasta donde pudieron.
- S¨¢bado 29 de noviembre. Bagdad. 14.30, hora local. 12.30 en Espa?a. Alberto, Carlos, Jos¨¦, Jos¨¦ Carlos, Pepe, Alfonso, Luis Ignacio y Jos¨¦ Manuel terminaron de almorzar antes, incluso, de lo previsto. No es que hubiera prisa, sino que en un oficio como el suyo, agentes de inteligencia, cualquier precauci¨®n es necesaria para evitar a?adir riesgos. Han estado toda la ma?ana en Bagdad visitando organismos nacionales e internacionales y tienen que llegar a dormir a la zona de operaciones, en concreto hasta Diwaniya y Nayaf, donde est¨¢ desplegada la Brigada Plus Ultra a la que asisten con su trabajo. Son apenas 200 kil¨®metros de distancia que van a recorrer en sus dos veh¨ªculos todoterreno. No est¨¢n blindados porque ellos mismos ten¨ªan dudas, aunque desde Madrid ya se han dado las instrucciones necesarias para que lleguen a primeros de 2004. "Siempre nos dec¨ªan que en Bagdad un blindado puede terminar siendo ¨²til, pero para transitar por las carreteras iraqu¨ªes, donde ellos trabajaban, los kilos del blindaje s¨®lo contribuyen a llamar la atenci¨®n, destrozar los amortiguadores y a machacar los motores. Y pese a todo, decidimos impon¨¦rselos", dice uno de los compa?eros del CNI con el que hablaban habitualmente. Cuatro de ellos est¨¢n realizando un viaje de reconocimiento previo a su incorporaci¨®n definitiva a la zona, prevista para enero de 2004, y los otros cuatro hacen las veces de cicerone, antes de volver a casa. "Los que han dicho que es absurdo que viajaran los ocho juntos, ponen de manifiesto su ignorancia", dice un agente en activo del Centro Nacional de Inteligencia. "Juntos aumentaban la capacidad de observaci¨®n y la capacidad de protecci¨®n rec¨ªproca y, lo que es m¨¢s importante, de reacci¨®n inmediata de tres de los cuatro ocupantes por cada veh¨ªculo. Y es que, adem¨¢s, estaban trabajando en el m¨¢ximo nivel de alerta, porque durante todo el mes del Ramad¨¢n el acoso a todo lo que oliera a coalici¨®n hab¨ªa sido muy duro, especialmente contra los norteamericanos. Por eso, cada paso que se daba hab¨ªa sido evaluado, planificado y ejecutado en coordinaci¨®n y permanente contacto con el responsable de la operaci¨®n en Madrid". Una nota oficial del Ministerio de Defensa y del propio CNI, publicada en sus respectivas p¨¢ginas web, confirmaba el 11 de diciembre estos extremos.
"Sus veh¨ªculos no eran blindados porque ellos ten¨ªan dudas. Ahora los hemos impuesto"
"Llevar los chalecos puestos bajo la ropa es inc¨®modo y peligroso. Da pistas al enemigo"
"Sin saber d¨®nde est¨¢n es imposible hacer llegar a tiempo los helic¨®pteros"
La preparaci¨®n que han realizado todos y cada uno de ellos, antes de llegar hasta la zona de operaciones, al margen de sus curr¨ªculo, es espectacular. Son soldados profesionales, que ingresaron en el Centro Nacional de Inteligencia, por sus especiales caracter¨ªsticas, y que han realizado un ciclo espec¨ªfico de ense?anza que incluye materias como normas generales de funcionamiento de los equipos; antecedentes del conflicto, aspectos generales de seguridad; autoprotecci¨®n operativa; conducci¨®n evasiva; tiro, formaci¨®n en fotograf¨ªa e imagen, sistemas de orientaci¨®n e informaci¨®n geogr¨¢fica, perfeccionamiento del ingl¨¦s y del ¨¢rabe; artefactos explosivos, comunicaciones, seguridad de sistemas de informaci¨®n y aspectos sanitarios y econ¨®micos. Una espec¨ªfica e intensa preparaci¨®n para la misi¨®n que est¨¢n realizando.
El aspecto que ofrecen las ocho personas que acaban de comer en Bagdad no es en absoluto llamativo. Ni por su indumentaria, ni por su aspecto... La tarde cae sobre Bagdad, desde donde los dos todoterreno se introducen en la denominada ruta Jackson, una carretera que enlaza la capital iraqu¨ª con Diwaniya y Nayaf. Es una carretera con peores prestaciones que la autopista, atraviesa bastante poblaciones y aldeas, pero es la ¨²nica viable en ese momento porque la otra est¨¢ ya cortada.
Alberto, Carlos, Jos¨¦, Jos¨¦ Carlos, Pepe, Alfonso, Luis Ignacio y Jos¨¦ Manuel se reparten entre un Nissan Patrol blanco y un Chevrolet Tahoe azul. Llevan los dep¨®sitos de combustible al m¨¢ximo, para evitar paradas innecesarias por arriesgadas, las armas de dotaci¨®n a mano, aunque no sean visibles, y los chalecos antifragmentaci¨®n muy cerca. "Llevar los chalecos puestos, debajo de la ropa, y m¨¢s en este tipo de desplazamientos, es inc¨®modo y peligroso, porque pueden terminar siendo vistos por alguien, lo que, precisamente, les dar¨ªa una pista a los enemigos", apunta un experto en este tipo de misiones. A¨²n as¨ª, alguno de ellos lo llevaba.
Los dos equipos del CNI mantienen peri¨®dicamente una comunicaci¨®n, de coche a coche, a trav¨¦s de sus tel¨¦fonos sat¨¦lite Thuraya, para cerciorarse de que todo est¨¢ en orden. Alberto, Jos¨¦, Pepe y Luis Ignacio van en el primero de los veh¨ªculos. Alfonso, Carlos, Jos¨¦ Carlos y Jos¨¦ Manuel en el segundo.
- Latifiya. 15.22, hora local. 13.22 en Espa?a. Hace poco m¨¢s de diez minutos que han dejado atr¨¢s Mahmudiya, muy cerca de donde est¨¢ instalado el puesto de mando de la III Brigada del 505? Regimiento de la 82? Divisi¨®n Aerotransportada de Estados Unidos. Siempre que se cruza una poblaci¨®n hay que reducir considerablemente la velocidad, pero en ese momento ya transitan por una larga recta que conduce hacia el sur, cruzando Latifiya. Llevan la velocidad de crucero: 120 kil¨®metros por hora. La carretera tiene un buen firme, es muy ancha y no hay demasiado tr¨¢fico. Hace 15 minutos que han hablado por ¨²ltima vez entre ellos. Sin novedades. Todo est¨¢, aparentemente, tranquilo. Un Cadillac blanco, al parecer con cinco ocupantes, se coloca detr¨¢s del segundo todoterreno. Y, de improvisto, comienza a disparar. Son disparos de AK-47. El segundo veh¨ªculo del convoy acelera y adelanta al coche de sus compa?eros para avisarlos. Intenta situarse en posici¨®n de tiro lateral pero no lo consigue. Todo se desarrolla muy deprisa. A pesar de la intensa preparaci¨®n para situaciones de emergencia, la realidad es infinitamente m¨¢s cruda, m¨¢s imprevisible y m¨¢s cruel.
- Latifiya. 15.23, hora local. 13.23 en Espa?a. No lo saben, pero han superado con ¨¦xito un punto donde dos trampas explosivas, accionadas por control remoto, esperaban el paso del convoy. La preparaci¨®n y ejecuci¨®n del atentado da una idea del grado de elaboraci¨®n del dise?o y del perfil de quienes lo cometen. "Es una operaci¨®n militar en toda regla", comenta alguien que d¨ªas despu¨¦s conoce con detalle c¨®mo se desarrollaron los hechos.
El sed¨¢n blanco que persigue al convoy sigue tras la estela del segundo coche de los espa?oles, rebasando por la izquierda al que, hasta ese momento, era el que marchaba en cabeza. Lo conduce Alberto, que es alcanzado mortalmente por una de las r¨¢fagas de Kal¨¢shnikov. Los terroristas hieren en la cabeza, mortalmente, a otro de sus ocupantes y revientan las ruedas del flanco izquierdo del todoterreno, que se detiene en el arc¨¦n de la calzada. El Cadillac sigue su marcha. Se coloca a la altura del segundo veh¨ªculo sin dejar de disparar y los terroristas alcanzan, mortalmente tambi¨¦n, a Alfonso, que es quien lo conduce. El veh¨ªculo, sin control posible, se sale de la calzada por el arc¨¦n derecho y, tras bajar bruscamente un peque?o desnivel, queda atrapado en una zona enfangada.
- Latifiya. 15.25, hora local. 13.25 en Espa?a. Apenas han transcurrido tres minutos desde que comenz¨® el atentado y las sombras del atardecer embargan el ¨¢nimo de los seis agentes de inteligencia espa?oles vivos, sumidos en la peor de las pesadillas. Dos muertos y dos heridos muy graves. Uno con un disparo en la cabeza y otro en el est¨®mago. Ellos son la prioridad. El coche de los agresores se cruza en la carretera mientras sus ocupantes siguen disparando sin cesar. ?Qu¨¦ hacer? ?Qu¨¦ est¨¢ pasando? ?C¨®mo se sale de una situaci¨®n como ¨¦sta? Es inevitable buscar una luz en el fondo de los conocimientos. Desde el primer veh¨ªculo, los ocupantes ilesos retiran a Alberto a la parte de atr¨¢s, donde se encuentra muy mal herido Jos¨¦ Carlos. Conduciendo sobre las ruedas pinchadas, Jos¨¦ lo acerca hasta las proximidades del otro coche devolviendo el fuego y los agresores parece que huyen. El Cadillac blanco se va.
- Latifiya. 15.27, hora local. 13.27 en Espa?a. Se produce una peque?a tregua. Si no hubiera heridos en condiciones tan graves, seguramente los cuatro que siguen ilesos no habr¨ªan tenido grandes problemas para escapar con vida de aquella ratonera, pero deciden luchar por ellos hasta donde sea posible. Luis Ignacio baja del primer coche y se acerca r¨¢pidamente al que est¨¢ en el fango. Jos¨¦ se queda dentro, mientras sigue con la vista el Cadillac, que se aparta de la carretera, Carlos busca en su Thuraya el tel¨¦fono del coordinador del grupo en Madrid. La comunicaci¨®n es angustiosa. Para quien la hace y, m¨¢s si cabe, para quien la recibe. "?M..., nos han atacado! Tenemos, por lo menos, dos muertos. Avisa a la Brigada. Que manden helic¨®pteros". La comunicaci¨®n se interrumpe porque vuelven los disparos. A la derecha de la carretera que atraviesa Latifiya, detr¨¢s del coche atrapado en el fango, hay dos edificios bajos desde donde se ha reanudado el ataque. Disparan con todo. Fusiles, fusiles ametralladores y granadas. Los cuatro ilesos se defienden como pueden con sus armas reglamentarias. La capacidad de reacci¨®n es, desgraciadamente, limitada, aunque excepcional, teniendo en cuenta la situaci¨®n y el n¨²mero de agresores que supera ampliamente los cinco iniciales. Sigue siendo prioritario mantenerse a salvo y a los dos heridos, cada uno en un veh¨ªculo distinto.
- 44?21'27" E, 32?58'07" N. 15.32, hora local. 13.32 en Espa?a. Carlos vuelve a marcar en el Thuraya el tel¨¦fono de Madrid. El tiroteo que reciben es muy intenso. La impotencia de quien recibe la llamada, con el impacto de las detonaciones al final de cada palabra, se revela en su gesto crispado. "M... ?Hay cuatro muertos... o tres! Te doy nuestras coordenadas...". Se han o¨ªdo n¨ªtidamente cuatro, cinco detonaciones, y bruscamente se ha cortado la comunicaci¨®n sin que Carlos haya podido dar las coordenadas, le¨ªdas, entre tanta tensi¨®n, en el GPS. A tantos miles de kil¨®metros de distancia, la desesperaci¨®n da paso a la desolaci¨®n. No hay manera de ayudarlos. Sin saber d¨®nde est¨¢n exactamente, es pr¨¢cticamente imposible hacer llegar a tiempo los helic¨®pteros, salvo que se barra kil¨®metro a kil¨®metro la carretera. No queda otra opci¨®n. Los helic¨®pteros de Base Espa?a se aprestan a partir.
- Latifiya. 15.42, hora local, aproximadamente. Alberto, Alfonso y Jos¨¦ Carlos han muerto. Hay dos grupos de terroristas disparando desde las casas. Luis Ignacio y Jos¨¦ Manuel suben el peque?o talud desde el segundo veh¨ªculo hasta el que est¨¢ m¨¢s cerca de la carretera, donde se encuentra Jos¨¦. Valoran la situaci¨®n para buscar un sitio m¨¢s seguro. El fuego arrecia. Carlos se ha parapetado en el suelo, cerca del segundo coche donde sigue malherido Jos¨¦ Carlos, y est¨¢ cubriendo a sus compa?eros con el fuego de su pistola-ametralladora. Mide cada disparo. No sabe cu¨¢nto puede durar todav¨ªa la pesadilla. Deciden que Jos¨¦ Manuel cruce la carretera en busca de ayuda.
El intenso tiroteo ha colapsado el tr¨¢fico. Los veh¨ªculos que circulaban por la carretera se han detenido. El fan¨¢tico atentado se ha convertido en un espect¨¢culo para quienes transitan la carretera. Jos¨¦ Manuel cruza al otro lado y se acerca a unos matorrales, muy cerca de los primeros coches que se han detenido. Est¨¢ solo. Escucha a su espalda las detonaciones. Su objetivo es conseguir como sea un coche con el que puedan salir del infierno los que queden con vida. Se da cuenta de que su pistola-ametralladora se ha encasquillado. Algunos de los que estaban observando el espect¨¢culo se acercan a ¨¦l. Lo rodean. Uno le arranca la medalla que lleva. Es una imagen de la Virgen. Es gente que acaba de salir del oficio religioso que se ha celebrado en una mezquita pr¨®xima. Recibe muchos golpes, mientras otras manos intentan atarlo y meterlo en el maletero de uno de los coches aparcado al borde de la carretera. Se da cuenta de que le quitan el arma, afortunadamente encasquillada, y observa c¨®mo le apunta ahora desde la mirada intensa de un rostro an¨®nimo. Est¨¢ a punto de rendirse, de dejarse llevar. No oye nada m¨¢s que los gritos de la gente que se ha arremolinado a su alrededor. Ya no hay disparos. O por lo menos nos los oye. Y, de repente, de entre toda la muchedumbre, ve a un hombre que se acerca y que aproxima la cara a la suya...
- Algo que protege... No hubo ni una sola palabra que acompa?ara el gesto. S¨®lo un beso. En la mejilla. Un gesto de protecci¨®n, procedente de un hombre delgado, bien vestido, elegante... Cuando Jos¨¦ Manuel est¨¢ a punto de rendirse ante aquella turba, comprueba asombrado c¨®mo un hombre distinguido le besa en la cara y todos los que est¨¢n a su alrededor se calman. No es un religioso de la mezquita pr¨®xima. No es un imam, aunque va muy bien vestido. Es un notable que, con ese gesto, transmite a los presentes la amistad hacia Jos¨¦ Manuel. El beso entre los ¨¢rabes es un gesto muy apreciado que indica compa?erismo, afinidad. Inmediatamente despu¨¦s, como por encantamiento, las manos agresivas hasta entonces, se tornan complacientes. Jos¨¦ Manuel est¨¢ protegido y quienes le agred¨ªan, ahora le empujan con respeto hacia los coches aparcados. Y en ese momento de perplejidad, propia y ajena, se introduce, lo introducen en un taxi, que intenta salir de all¨ª en direcci¨®n a Bagdad. Hay un tremendo l¨ªo de tr¨¢fico.
En el interior del taxi, mientras intenta despejar la cabeza y asimilar lo que ha ocurrido, Jos¨¦ Manuel ve tres coches patrulla de la polic¨ªa iraqu¨ª a los que pide auxilio y que le trasladan al puesto de polic¨ªa de Latifiya. El d¨ªa ha perdido pr¨¢cticamente su luminosidad. Al cruzar por el lugar del atentado, ve los dos coches espa?oles ardiendo y dos de los cuerpos de sus compa?eros tendidos en la carretera. Es el ¨²nico superviviente. No lo sabe, pero se lo teme. Cuando mira el reloj, comprueba que, desde que comenz¨® el ataque, apenas han pasado treinta minutos.
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