Bam

Al atardecer del 11 de septiembre de 2001, cuatro amigos lleg¨¢bamos a Bam. Bajo la luz alargada, la ciudad antigua ten¨ªa un matiz de irrealidad; tan es as¨ª, que comentamos que ese paraje m¨¢gico parec¨ªa un nacimiento. La quietud y el silencio cuando entramos eran sobrecogedores: ¨¦ramos los ¨²nicos visitantes en ese momento y pasear por all¨ª resultaba una sensaci¨®n un poco fantasmag¨®rica. Nos detuvimos a tomar t¨¦ y fumar una pipa de agua en la teter¨ªa que estaba a los pies de la ciudadela. Ignor¨¢bamos que en ese instante nuestras familias pensaban, pegadas al televisor, que el mundo se derrumbaba; nosotros disfrut¨¢bamos sin ninguna prisa de la languidez con la que se desped¨ªa el d¨ªa y nos deleit¨¢bamos con un prodigio construido y modificado por la mano del hombre a lo largo de siglos, abrumados por la hospitalidad humilde pero refinada con la que nos hab¨ªan acogido las gentes que hab¨ªamos conocido.

El mundo, sin embargo, no se derrumb¨® del todo, y lo que tr¨¢gicamente se ha derrumbado arrastrando consigo a miles de vidas han sido la ciudad nueva de Bam y la ciudad antigua. Ojal¨¢ seamos capaces de demostrar nuestra solidaridad y podamos paliar, aunque sea m¨ªnimamente, la inmensa tragedia que cubre el desierto de la provincia de Kerman, all¨¢ en Ir¨¢n.