Un liberal de izquierda: ?lvaro Fl¨®rez Estrada
En la actualidad, la derecha se ha adue?ado del liberalismo, hasta el punto de que ambos t¨¦rminos, "liberalismo" y "derecha", a veces se utilizan en Europa como sin¨®nimos. Este fen¨®meno, que en parte obedece a una ex¨¦gesis del liberalismo en clave exclusivamente econ¨®mica, no debe hacernos olvidar la existencia de un liberalismo de izquierda, que en Espa?a se remonta cuando menos al trienio de 1820-1823. Para los liberales de izquierda, el liberalismo no era s¨®lo una ideolog¨ªa econ¨®mica y pol¨ªtica, partidaria de la libre empresa y del Estado de derecho, sino tambi¨¦n una actitud ¨¦tica a favor de la emancipaci¨®n del individuo de cualquier tipo de esclavitud. Esta perspectiva les llev¨® a defender un liberalismo democr¨¢tico y social, bien distinto del liberalismo conservador, hegem¨®nico entre nosotros, pero sin confundirse con la socialdemocracia, aunque coincidiesen con ella al propugnar el laicismo y un conjunto de pol¨ªticas destinadas a mejorar la instrucci¨®n y el bienestar material de la mayor¨ªa de los ciudadanos, como ocurri¨® en Espa?a durante el sexenio revolucionario (1868-1874) y la Segunda Rep¨²blica.
Pues bien, uno de los m¨¢s destacados precursores de este liberalismo de izquierda en nuestro pa¨ªs fue ?lvaro Fl¨®rez Estrada (1766-1853), de quien se conmemor¨® el pasado 16 de diciembre -en medio de un elocuente silencio- el ciento cincuenta aniversario de su muerte. Ahora bien, ?qui¨¦n era y sobre todo qu¨¦ hizo este singular asturiano? Despu¨¦s de estudiar leyes y filosof¨ªa en la Universidad de Oviedo, ocup¨® diversos cargos en la Administraci¨®n hasta que se indispuso con el todopoderoso Godoy, quien a finales del siglo XVIII lo desterr¨® a Pola de Somiedo, su pueblo natal. All¨ª se hizo cargo de una herrer¨ªa familiar y ampli¨® su formaci¨®n intelectual, sobre todo en el campo de la Econom¨ªa Pol¨ªtica y de la Historia, gracias a la muy notable biblioteca que hab¨ªa ido formando su padre, un hidalgo ilustrado. En 1808, siendo procurador general de la Junta del Principado de Asturias, consigui¨® que esta instituci¨®n del Antiguo R¨¦gimen se autoproclamase soberana y declarase la guerra a Napole¨®n. En Sevilla, sede de la Junta Central, y luego en C¨¢diz, de cuyas Cortes no lleg¨® a formar parte, llev¨® a cabo una incansable labor a favor del Estado liberal, redactando un proyecto de Constituci¨®n, m¨¢s radical que el que luego aprobaron estas Cortes, un op¨²sculo a favor de la libertad de imprenta, un agudo estudio sobre las disensiones entre Espa?a y la Am¨¦rica espa?ola, as¨ª como unas penetrantes reflexiones sobre el papel del Ej¨¦rcito en el nuevo Estado, en las que adelantaba algunas tesis que veinte a?os m¨¢s tarde formular¨ªa Clausewitz. Adem¨¢s de todo eso, fund¨® un peri¨®dico: El Tribuno del Pueblo Espa?ol. En sus escritos de esta ¨¦poca se percibe con nitidez el influjo de Locke y Rousseau, pero tambi¨¦n el de Goguet, Saint-Pierre y Mably, tres autores que ¨¦l mismo tradujo al espa?ol. Una idea recurrente, de particular inter¨¦s hoy en d¨ªa, defiende Fl¨®rez durante estos a?os cruciales: sin Constituci¨®n no hay patria, pues ¨¦sta no era otra cosa, a su juicio, que la reuni¨®n de los espa?oles -tanto europeos como americanos- bajo una misma Constituci¨®n, que pon¨ªa en planta un Estado al servicio de la libertad. En realidad, don ?lvaro fue un firme defensor del "patriotismo constitucional", siglo y medio antes de que Habermas acu?ase este concepto.
Restablecido el absolutismo, en 1814, Fl¨®rez Estrada se exili¨® en Londres, en donde continu¨® su labor period¨ªstica en las p¨¢ginas de El Espa?ol Constitucional. En 1818 escribi¨® una Representaci¨®n en defensa de las Cortes de C¨¢diz, dirigida a Fernando VII, el rey que poco antes le hab¨ªa condenado a muerte. Este escrito tuvo una enorme difusi¨®n entre los liberales espa?oles del exilio y del interior. El levantamiento de Riego, en 1820, le trajo de nuevo a Espa?a. Fue elegido diputado a Cortes y, ante la divisi¨®n del liberalismo entre "exaltados" y "moderados", no dud¨® en aliarse a los primeros, aunque su radicalismo siempre estuvo ayuno de demagogia. Poco antes de la invasi¨®n de los Cien Mil Hijos de San Luis fue nombrado presidente del Gobierno, cargo que ejerci¨® tan s¨®lo durante dos meses. En 1823 se libr¨® de una nueva condena de muerte y se exili¨® otra vez en Londres, en donde public¨®, en 1828, la primera edici¨®n del Curso de Econom¨ªa Pol¨ªtica, en la que es bien patente el influjo de David Ricardo. Esta obra, reeditada siete veces en vida de su autor, una de ellas en franc¨¦s, se convertir¨ªa en el m¨¢s influyente tratado espa?ol sobre la materia durante la primera mitad del siglo XIX.
Despu¨¦s de residir en la capital francesa desde 1830 a 1834, en donde tuvo ocasi¨®n de familiarizarse con las obras de los socialistas ut¨®picos, Fl¨®rez volvi¨® a Espa?a, por entonces sumida en la primera guerra civil entre liberales y carlistas. A trav¨¦s de varios op¨²sculos, en los que mostraba su preocupaci¨®n por las condiciones de vida de los campesinos, soporte principal del carlismo, llev¨® a cabo una inteligente cr¨ªtica de la desamortizaci¨®n emprendida por Mendiz¨¢bal en 1836. Tres a?os m¨¢s tarde dio a la imprenta un notable art¨ªculo sobre la "cuesti¨®n social" -fue el primer espa?ol en emplear este concepto-, que suscitar¨ªa de inmediato una interesante pol¨¦mica. La importancia de esta cuesti¨®n se pondr¨ªa de relieve con la revoluci¨®n europea de 1848, que sorprendi¨® a Fl¨®rez, ya anciano, en su Asturias natal. All¨ª muri¨® en 1853. Dos a?os antes hab¨ªa recibido la ¨²nica recompensa a su ingente obra: el ingreso en la Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas de Par¨ªs. En Espa?a: soledad y olvido.
Su fidelidad a un liberalismo muy avanzado, su independencia de criterio, su gran coraje c¨ªvico, le enfrentaron de forma inevitable al absolutismo, pero tambi¨¦n al liberalismo conservador. En vida result¨® un hombre inc¨®modo para casi todos. S¨®lo una minor¨ªa, entre la que se hallaban Larra y Espronceda, lo acept¨® como heraldo de un liberalismo democr¨¢tico y social. Despu¨¦s de su muerte, apenas un pu?ado de dem¨®cratas y republicanos, vinculados a la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, recordaron su figura con afecto y admiraci¨®n durante la segunda mitad del siglo XIX, insistiendo en el contenido liberal, no socialista, de su pensamiento, cimentado en un individualismo solidario. Tambi¨¦n Joaqu¨ªn Costa destac¨® su labor, pero en este caso para convertirlo en un precursor de las tesis colectivistas de Henry George. En el siglo XX, aparte de algunos estudios biogr¨¢ficos, la recuperaci¨®n de Fl¨®rez Estrada se debi¨® a la reedici¨®n de sus obras, en 1958, al cuidado de Miguel Artola y Mart¨ªnez Cachero, as¨ª como al debate historiogr¨¢fico que tuvo lugar a principios de los setenta sobre la desamortizaci¨®n, en la que intervino con su habitual brillantez Tom¨¢s y Valiente. Pero el estudio de la obra de don ?lvaro se debi¨® sobre todo a los economistas e historiadores de la econom¨ªa, como Salvador Almenar. Convendr¨ªa no perder de vista, sin embargo, que s¨®lo una visi¨®n global de su pensamiento, el pol¨ªtico-constitucional y el econ¨®mico-social, por lo dem¨¢s muy coherente, puede ofrecer una imagen cabal de ?lvaro Fl¨®rez Estrada, sin duda uno de los m¨¢s relevantes liberales espa?oles de todos los tiempos, cuya obra testimonia la temprana presencia entre nosotros de un liberalismo empe?ado en conjugar la defensa de la libertad con la democracia y la justicia social.
Joaqu¨ªn Varela Suanzes-Carpegna es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo y coordinador del libro ?lvaro Fl¨®rez Estrada: la coherencia liberal.
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