Un bullicio de ideas
Si un libro de m¨¢s de mil p¨¢ginas, de formato m¨¢s que mediano, m¨¢rgenes sucintos y letra menguada, dedica m¨¢s de cien a algo titulado "conclusi¨®n" ya se comprende que su autor tendr¨¢ alg¨²n problema para estructurar y rematar la multitud de lecturas y la ilimitada erudici¨®n sobre los que ha edificado este intento de explicar el papel del catalanismo ante la evoluci¨®n paralela del espa?olismo. Hay, sin duda, unos cuantos acordes que sostienen la sinfon¨ªa, pero los solos que puntean el relato, la multitud de personajes que dicen su canci¨®n por sus pentagramas, exigen del lector algo m¨¢s que una favorable predisposici¨®n para adentrarse por tant¨ªsimo meandro sin perder el curso general de la corriente.
EL IMPERIALISMO CATAL?N
Prat de la Riba, Camb¨®, D'Ors y la conquista moral de Espa?a
Enric Ucelay-Da Cal
Edhasa. Barcelona, 2003
1.099 p¨¢ginas. 49 euros
?De qu¨¦ se trata? En principio, de dar cuenta de las dos met¨¢foras sobre las que Prat de la Riba codific¨® la doctrina del catalanismo: "unidad cultural" hacia dentro, e "imperio" hacia fuera. Dicho as¨ª, la cosa no tendr¨ªa mayor complicaci¨®n y hasta podr¨ªa sonar a ya visto: Prat de la Riba fue un genio de la s¨ªntesis y, tomando del federalismo de Almirall como del tradicionalismo de Torras, del organicismo franc¨¦s como del self-government ingl¨¦s, construy¨® una doctrina que se podr¨ªa encerrar, como los mandamientos, en dos: unidad cultural define su irrupci¨®n en el debate p¨²blico catal¨¢n hacia 1895, imperialismo culmina su reflexi¨®n en 1906.
Si Enric Ucelay se hubiera
atenido a interpretar el "proceso ideol¨®gico" o la "evoluci¨®n discursiva" que desde la unidad conduce al imperio habr¨ªamos tenido ante los ojos uno m¨¢s de los ya numerosos libros dedicados al an¨¢lisis del catalanismo. Pero no hay aqu¨ª ni proceso ni evoluci¨®n, sino tal bullicio de ideas, con tanta gente alborotada, hablando, publicando, organizando, que el proceso se complica en mil giros y la evoluci¨®n se despliega en multitud de direcciones. Las ideas giran en torno a los personajes, adquieren vida propia y aqu¨ª y all¨¢ aparecen atisbos que diez a?os despu¨¦s se transforman en ¨¢rboles frondosos merced a las arriesgadas, brillantes, "inventadas" conexiones que por encima del tiempo y del espacio va trenzando el autor.
Consciente Ucelay de las oportunidades de mareo que con tanta larga cita de tanto imaginativo publicista proporciona al lector, vuelve y re/vuelve a su argumento central: Catalu?a ser¨¢ naci¨®n en la medida en que consiga constituirse como unidad de cultura; pluralismo es concepto ajeno por completo a la construcci¨®n nacional; al cabo, uno es el esp¨ªritu del pueblo, una, la lengua. Cumplir¨¢n pues los nacionalistas su primera misi¨®n si son capaces de dar cima a esa unidad, que se extiende al conjunto de los pa¨ªses catalanes desde los confines surorientales de Valencia hasta los confines occidentales del Pirineo franc¨¦s. Catalu?a, del Mediterr¨¢neo al Atl¨¢ntico, una utop¨ªa perdurable.
Pero en los tiempos que corr¨ªan, fin del siglo XIX, no hab¨ªa naci¨®n sin imperio. En la ocasi¨®n, el imperio ser¨¢ el espa?ol y Catalu?a ser¨¢ la fuerza que lo impulse. Hay por tanto que conquistar y redise?ar Espa?a, desertada ya por la historia, con Castilla moribunda. La conquista moral de Espa?a por Catalu?a ser¨¢ el resultado obligado de la unidad cultural catalana y la garant¨ªa de que Espa?a emprender¨¢ la misi¨®n imperial a la que est¨¢ llamada entre las naciones. Imperio, pues, como v¨ªa para la regeneraci¨®n de Espa?a, muy en la onda del discurso dominante tras el desastre, con una diferencia: la literatura del desastre gem¨ªa por la Espa?a moribunda; la catalanista celebra a otra naci¨®n, reci¨¦n despierta y rebosante de vida, y proclama su derecho a conquistar a la muerta.
Conquista moral de Espa?a
por Catalu?a para emprender con el conjunto de los pueblos ib¨¦ricos la senda del imperio: tal es el programa del primer nacionalismo catal¨¢n. Y como condici¨®n de su puesta en pr¨¢ctica algo debe modificarse en las relaciones de cada naci¨®n radicada en el solar ib¨¦rico con el resto de las naciones y con el Estado. El ideal iberista de las cuatro naciones, catalana, castellana, vasca y galaico-portuguesa, resurge bajo la forma de... ?un nuevo imperio austroh¨²ngaro, una confederaci¨®n, un Estado federal? En todo caso, una presencia distinta de Catalu?a en Espa?a al servicio de un proyecto imperial espa?ol sostenido en y guiado por la sociedad civil catalana.
Si las met¨¢foras de unidad cultural e imperio giran en torno a Prat de la Riba hasta quedar codificadas en sus obras doctrinales, Camb¨® y D'Ors comienzan, cuando el libro va por su mitad, a dar vueltas en torno a la idea imperial. Se abre as¨ª una nueva problem¨¢tica que podr¨ªa resumirse -si fuera posible resumir el nuevo fest¨ªn de ideas desplegado encima de la mesa- en la afirmaci¨®n de un ascendente catal¨¢n en la g¨¦nesis del pensamiento imperialista espa?ol, o sea, del fascismo. Lo cual no ocurri¨® tampoco sin sus altos y sus bajos, sin que Camb¨®, afirm¨¢ndose como l¨ªder pol¨ªtico, cediera el liderato ideol¨®gico a D'Ors cuando la evidencia de que la unidad de Catalu?a no pasaba de ser una quimera exigi¨® reconstruirla bajo la forma culturalista del noucentisme; una circunstancia que abri¨® ante Eugeni -luego Eugenio- D'Ors ancho campo para lucubrar sobre la noci¨®n de imperio, con la que vino a alimentar a los cachorros del fascismo espa?ol.
No se dir¨¢ que todo esto no resulta fascinante. Pues todav¨ªa lo ser¨¢ m¨¢s cuando, sin prisas por terminar ni ansias por alcanzar conclusiones claras y distintas a la manera cartesiana, el lector se zambulla en las aguas de esta obra monumental, ¨²nica en su ambici¨®n, excesiva, fuera de toda medida por la materia que le sirve de lecho, y se deje llevar, sin miedo a quedar varado en alg¨²n recodo, por su caudalosa, rica, inabarcable corriente.
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